En pleno siglo XXI es impensable volver al Estado teocrático que tuvo a la sociedad bajo la tiranía política e ideológica del cenáculo de la Iglesia Católica. Hoy el laicismo es el modelo igualitario que se consolida en la mayoría de las naciones, garantizando que los derechos civiles y políticos de los ciudadanos no sean perturbados por la influencia de organizaciones religiosas. Por tal razón, la Iglesia debe circunscribirse a su papel de institución promotora de creencias espirituales que pertenecen al estricto marco de la vida privada, las cuales son asumidas por mujeres y hombres que eligen voluntariamente vivir lo místico.
Constituye una estafa contra los inocentes cuando en nombre de Cristo se intenta alarmar a la sociedad y desestabilizar el gobierno. El aprovechamiento de la Biblia, la misa, la cruz y la sotana para el adoctrinamiento anticomunista de las multitudes católicas es un acto ventajista y perverso de instigación al odio entre venezolanos. La verdad es que vivimos en un Estado Democrático y Social, de Derecho y de Justicia, donde el pueblo en libertad es el protagonista del proceso político y social como nunca aconteció en la democracia burguesa que defendieron los furibundos anticomunistas del Episcopado.
En los años sesenta del siglo anterior, frente a los miles de desaparecidos, los presos políticos, los asesinados, los torturados de aquel Estado violador de los derechos humanos que institucionalizó la pena de muerte, no hubo denuncia de ningún Cardenal. ¿Qué dijo el Opus Dei sobre el pueblo masacrado en febrero de 1989?
(*) Abg. Constitucionalista y Penalista. Profesor Universitario.
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