Nosotros debemos convertir todo ataque en una victoria.
Quiso el enemigo tomar PDVSA y la salió el tiro por culata.
Quisieron los escuálidos amedrentarnos con lo del referendo de 2004, y salieron siquitrillados.
Trataron de aprovecharse de la crisis eléctrica y de ella salimos fortalecidos, saltando nuestro país a una capacidad eléctrica instalada que nos coloca en el cuarto lugar en América Latina, sólo superada por Brasil, Argentina y México.
Con lo del Viaducto de La Guaira se llevaron una pela.
Con lo de la sequía sufrieron otra derrota.
Ante la crisis financiera montada por los banqueros se les encaró con firmeza y salieron muchos despavoridos.
En cuanto a la salud dejada en el estelero por la IV, la ardua pelea ha sido cuerpo a cuerpo, en cada CDI, en cada centro ambulatorio, en cada hospital.
En relación con educación, se han lanzado aguerridos y audaces planes con las misiones, batallando en medio de grandes adversidades.
Ante cada vaguada las comunidades toman el mando de sus necesidades, y el presidente no pierde entonces oportunidad para convertir la guerra de las arremetidas de la naturaleza en armas para arrancarle a la imaginación salidas a las más intrincadas penalidades. Por ejemplo, pela por la Constitución para enfrentar el descomunal drama de la escasez de viviendas.
De este modo, toda Venezuela se encuentra convertida en una gran escuela para la lucha social.
Toda esa inmensa fuerza para batallar sin descanso, para entregar su vida por la patria, la ha sacado el Comandante, de tanto leer y de tanto estudiar y amar la obra del Hombre de las Adversidades: Simón Bolívar.
Mucho antes de que Chávez apareciera en el mundo de la política uno también era un obcecado defensor de las ideas del Libertador. En todas partes estaba uno hablando de él, haciendo comparaciones con la realidad política diaria, escribiendo sobre sus mensajes, nunca escuchados y tan poco valorados y comprendidos. Otro loco como nuestro presidente que no pierde oportunidad para recordárnoslo. Para el Presidente Chávez, nuestro Libertador es una quemante herida en la memoria de la patria.
Andaba uno (y seguiremos hasta la muerte) conmovido por las dolorosas advertencias de nuestro Padre Bolívar, CON TODAS ESAS AGONÍAS NUESTRAS QUE VIVIRÁN EN EL FUTURO.
Todo esto hay que contarlo una y mil veces porque en este país la gente lee poco, piensa muy de vez en cuando, y para completar tiene la memoria muy corta.
Nuestro grande hombre grande hombre Simón Bolívar, fue incomprendido por todo un continente, fue vejado y despreciado incluso por su pueblo.
Chávez emerge a la política gracias a Bolívar. Sin él, el Comandante no sería hoy nada. Y a través del estudio del Libertador descubrió su camino, el apostolado de su lucha a favor de los pobres y de los desheredados de la tierra.
Es Chávez quien nos viene a desvelar con la acción revolucionaria que no hemos sabido sostener un pensamiento propio, ni hemos visto nuestra historia sino a través del lente europeo o norteamericano.
Obsérvese cómo los dueños de los medios de comunicación, viven pendiente de cómo nos ven desde fuera, porque aquí nadie se había atrevido a plantear un proceso soberano propio (con nuestras dificultades y deficiencias), que no fuese producto de líneas políticas internacionales.
Ningún gobierno desde Juan Vicente Gómez hasta el presente había tenido el valor de ejecutar una política de desarrollo social y económico, independiente de los objetivos globales del imperio norteamericano. Cipriano Castro fue sacado por Estados Unidos, y fue este impero el que impuso a Gómez hasta su muerte (y así nos pudo tiranizar durante veintisiete años).
El imperio del Norte nunca vio la menor mancha en la gestión de aquel dictador sangriento y bestial que llenó de osamenta las cárceles y torturó y asesino como quiso a todo aquel que se le opusiera.
Venezuela realmente no existió ni a nadie en el mundo parecía interesarle. Estábamos bien con aquel monstruo asesinando a diestra y siniestra. Para los gringos los derechos humanos con Gómez funcionaban a maravillas, tan bien como con Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, con Duvalier en Haití, con Strossner en Paraguay, con Somoza en Nicaragua, con Batista o Machado en Cuba.
Bolívar mismo dice que se vio forzado a escoger el camino de las armas, para luchar por la libertad. A la postre acabó convenciéndose que habían sido sus soldados, sus oficiales los que, en cuanto a política y acción libertadora, lo habían hecho prácticamente todo. Porque sus soldados era el pueblo que obraba, que se sacrificaba y que lo daba todo por la libertad. Todo lo demás vegetaba indolentemente.
Bolívar, quien odiaba los bufetes y los palacios de gobierno, acabó enamorado de esa vida austera en los campos, yendo y viniendo sin descanso de un lado a otro; de esa hermandad tan profunda que se hace en los frentes de batalla, teniendo como amiga a la muerte, y como futuro el azar, la aventura heroica y el pálpito insólito de lo inesperado en cada tramo que avanza, en cada minuto que pasa. La Guerra, Padre Nuestro Libertador.
Chávez es fuerte para hablar sobre los dolores de Bolívar sin que se le quiebre la voz ni le broten las lágrimas. El 17 de diciembre del 2000, en el Panteón Nacional, me conmoví hasta las lágrimas, escuchando el himno a Bolívar compuesto por Teresa Carreño.
No sé de dónde pudo sacar valor Chávez para hablar de Bolívar en medio de la soledad terrible que le rodeaba. Porque Chávez obliga con su fuerza y su fe a que le sigan y a que le escuchen, pero todavía no sabemos si los demás creen en esa fe, en su valor y en su verdad.
Hay un estremecimiento en él que obliga, pero no sé hasta dónde de veras sus inmediatos colaboradores le siguen en sus ideas, en sus sentimiento; cuántos son capaces de percibir su desgarrada, acertada y apasionada devoción e idolatría por la obra y pensamientos del Libertador.
Yo esto me lo preguntaba en el año 2000: ¿Habrá empatía sobre lo que dice el Presidente Chávez sobre el Libertador en Luis Miquilena, en el ministro Luis Alfonso Dávila o Carlos Genatios, los diputados del MVR Luis Velásquez Alvaray y Arnoldo Márquez, tantos otros hombres de partido y aquellos generales del Alto Mando Militar?
Bolívar siempre ha sido desconocido por el venezolano intelectualizado o politizado. Lo que realmente desentona de Chávez entre nosotros es su apasionado bolivarianismo. ¡Cómo se le ocurre! Su gabinete le escucha paciente y calladamente, ¿pero sentirán de veras la obra desesperada y desoladora del Libertador, en sus más profundas fibras humanas?
Para sentir y entender la fibra genial de Bolívar hay que estar un poco loco. Para amar a Bolívar es necesario saber sufrir para siempre el desprecio y la inquina desbordada y feroz de los enfermizos y poderosos amantes del capital. No se puede amarle y servirle impunemente. No podemos sacar de su tumba sus ideas sin vernos expuestos al horror de la metralla maldita de los santanderistas que desgraciadamente siempre han sido mayoría aquí y en Colombia.
Chávez a veces da la sensación de que desentona cuando habla de Bolívar.¿Qué podría entender el ministro Carlos Genatios de aquel loco de Pativilca hecho un cadáver y que aún así prometía vencer a los españoles en Perú?
¿Cómo fue que Luis Miquilena a quien nunca le oímos nombrar al Libertador en sus posiciones políticas, de pronto lo vimos aparecer como uno de los pilares fundamentales de su movimiento MVR?
Porque Bolívar no es una cosa que se descubra de la noche a la mañana y se levante como una antorcha revolucionaria para cambiar al mundo. No es algo meramente formal y simbólico. No. Bolívar es algo que se debe gestar en uno por un proceso moral y humano muy profundo. Como la poesía. Debe gestarse sobre todo en la niñez. Un sentimiento que no tiene nada de intelectual. José Martí no podía nombrarlo sin conmoverse. En Colombia hay mucha gente humilde que lo llora al nombrarlo.
Chávez se buscó el símbolo más secretamente odiado por la oligarquía, por la derecha, por el imperio, y entonces ahora el planeta está que explota.
Bolívar fue considerado un monstruo, un demonio, un ateo y un desquiciado en su tiempo. Chávez está coleccionando epítetos de esa misma categoría. En verdad que en este mundo no hay nada más detestable, rancio y vácuo, que un ser perfectamente c(u)erdo.
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