Caracazo

Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen. Se acaban de cumplir los 22 años de la explosión que conmovió a Venezuela el 27 de febrero de 1989 y que constituyó la primera muestra evidente del poder de las fuerzas sociales represadas que estaban a punto de cambiar el rumbo de la historia republicana de la nación.

Quienes estuvimos presentes en los acontecimientos, pudimos ver ese día desde temprano en la mañana a través de los medios, como el alza del pasaje a más del doble del precio que venía teniendo y la suspensión del pasaje estudiantil (que daba un descuento del 50% a los estudiantes) provocaba en las ciudades periféricas de Guarenas y Guatire los primeros incidentes de protesta popular (impidiendo la circulación de autobusetas, incendiando algunas y manifestando) que se convertirían en la chispa que encendería primero a Caracas y luego al país. 

A media mañana y ya en la calle observamos los primeros saqueos. En la urbanización de La Florida, una Policía Metropolitana que llegó disparando al aire sus armas automáticas, al no poder detener de esa forma a la gente que estaba vaciando dos automercados que se encontraban a ambos lados de una avenida, decidió colaborar y organizar las filas para que las personas entraran y salieran ordenadamente de los locales. Igualmente pudimos observar como los productos que eran sacados de los comercios, no solo iban rumbo hacia el cercano barrio popular de Chapellín, sino también hacia los edificios de clase media que se encuentran dentro de la urbanización. 

Seguimos después recorriendo la ciudad, dónde el clima creciente de caos se iba adueñando de todos los espacios. Pudimos ver (y debimos protegernos de) focos de represión por parte de la Policía Metropolitana y la Guardia Nacional, que llegaban a disparar a mansalva con sus armas de fuego a los manifestantes, aunque sin embargo, también en varios puntos de la ciudad vimos repetirse la actuación descrita al principio, donde los cuerpos de seguridad decidían en algunos casos convertirse en organizadores de las acciones de protesta de la gente. 

Ya al caer la tarde, las medidas tomadas por el gobierno con la activación del Plan Ávila que puso a las fuerzas armadas en la calle, generó en la noche del 27 al 28 de un cambio macabro en los sonidos de Caracas. El ruido entrecortado de los disparos de armas largas y semiautomáticas reinó esa primera noche y las subsiguientes. La suspensión de garantías constitucionales y el toque de queda adjunto fueron las coberturas jurídicas que permitieron la aplicación de una represión a sangre y fuego que en dos o tres días acabó con el movimiento popular. 

Después, frente el silencio de las tumbas, los medios de comunicación y los comunicados oficiales se encargaron de demonizar los sucesos, condenando los saqueos y manifestaciones acontecidas y enterrando tras un muro de silencio tanto la feroz represión como los muertos y heridos que dejara como saldo. 

No vamos a hacer aquí  el análisis socio-histórico, ni la crónica de los acontecimientos. A estas alturas es mucho lo que ya se ha dicho, escrito y reflexionado sobre las características y las causas que generaron el Caracazo, sólo intentamos aquí aportar un testimonio más sobre los hechos en la fecha de su conmemoración. 

Sin embargo creemos que sí podemos hacer una evaluación de la importancia que tuvo esta rebelión popular en el proceso social venezolano que hasta hoy vivimos. El propio presidente Chávez en su discurso este 27 de febrero dijo que “El 27 de febrero de 1989 comenzó el Siglo XXI”.  

A estas alturas, y a pesar de lo que puedan opinar algunos compañeros de la izquierda detenidos en el tiempo, no parece haber duda que si bien toda rebelión popular no termina en un proceso revolucionario, sí es cierto que en general los procesos revolucionarios comienzan con una rebelión popular. Recordemos que no fueron los jacobinos los que tomaron la Bastilla, y que no fueron ni los mencheviques ni los bolcheviques los que produjeron el alzamiento de marzo de 1917 que hizo abdicar al Zar y generó el gobierno provisional de Kerensky. En ambos casos fue una explosión popular quien gatilló los acontecimientos. El sociólogo canadiense Crane Brinton1 había estudiado ya en 1942 los procesos revolucionarios en detalle y había mostrado la relación entre los alzamientos populares y las revoluciones. 

El Caracazo fue en todos sus términos una rebelión popular, y creemos que ha tenido una profunda repercusión en los hechos históricos siguientes que nos conducirían al proceso de cambios bolivariano que hoy estamos viviendo. 

Esta repercusión es evidentemente muy compleja, pero podemos señalar dos importantes influencias concretas: 

  • La intervención de las fuerzas armadas en la represión y matanza consiguiente, produjo un alto impacto en este cuerpo. A partir de allí –y ha sido abundantemente relatado por el presidente Chávez y los demás oficiales que luego se alzaran el 4 de febrero de 1992- una parte de los oficiales y las tropas entendieron que no participarían nunca más en la represión al pueblo. Esto determinó un nuevo rumbo y una nueva actitud para estos soldados.
 
  • La rebelión popular enfrentó  a la gente con su propia autoestima y su capacidad de decisión. Posiblemente desde 1958 el pueblo venezolano no salía masivamente a las calles a hacer valer su opinión y su fuerza. Aunque la feroz represión acabó con el movimiento popular del Caracazo, esa constatación de su propio poder permitió a los ciudadanos acabar así de descreer de los partidos políticos tradicionales, y poder ejercer una nueva acción en las urnas (mas allá de lo que había sido su votación tradicional) que permitió primero elegir como presidente a un viejo dirigente político (Rafael Caldera) sin el partido tradicional que el mismo había fundado (el COPEI) y ante el desengaño de su actuación, elegir en la próxima oportunidad a un outsider
(Hugo Chávez) sin antecedentes políticos y sin partido alguno, pero que había sido capaz de declararse responsable (cosa que hacía mucho tiempo que ningún político hacía) por sus acciones en el fallido alzamiento del 92 y había dicho “por ahora”. Más aún, estamos convencidos de que esa constatación del propio poder popular fue quien permitió que -en un movimiento tan espontáneo como el del Caracazo- el pueblo venezolano tomara las calles cuando el Golpe de Estado de Abril, y junto a las fuerzas armadas leales lograra el retorno de la institucionalidad al país. Creo que fue Ramón J. Velásquez cuando el Caracazo quien dijera “la gente ha bajado de los cerros y no volverá a subir”.  

En definitiva, que no cabe duda alguna que los sucesos del 27 de febrero de 1989 han constituido una importante marca en el camino de cambios profundos que hoy están conmoviendo no sólo a sociedad venezolana, sino al resto de nuestro continente. 

miguelguaglianone@gmail.lcom 


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Miguel Guaglianone

Comunicador, productor creativo, investigador, escritor. Jefe de Redacción del grupo de análisis social, político y cultural Barómetro Internacional.

 miguelguaglianone@gmail.com

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