Los recientes hechos donde la Policía de Chacao torturaba horriblemente a un grupo de detenidos, debe inmediatamente encender las alarmas del Ministerio del Poder Popular para Interior y Justicia en torno a la actuación de las policías regionales.
No vale ni la pena describir lo horrible de los maltratos pues todos observamos estupefactos como eran atropellados aquellos pobres seres humanos, independientemente de lo que hayan hecho.
Mientras los de El Hatillo disparaban a lo loco sobre un pequeño vehículo conducido por una pobre mujer, profesional y trabajadora, y de no ser este blindado, seguro estaría muerta, seguirán reproduciéndose las mismas prácticas que ocurren constantemente en todo el país, donde asesinan a inocentes ciudadanos y su muerte queda así.
También, sobran denuncias donde cientos de ciudadanos permanecen detenidos injustamente porque en algún momento se negaron a pagar “vacuna” y posteriormente fueron hasta sembrados, otros han sido heridos y muchos asesinados.
Esto debe llamar urgentemente la atención pues las acciones están orientándose hacia la criminalización de los dirigentes populares. El abuso de autoridad es inaguantable y existen funcionarios, tantos policiales como Fiscales del Ministerio Público y jueces de la república, que convalidan estos abusos, después se lavan las manos y aquí nada ha pasado ni ellos son responsables.
Lamentablemente no venimos de una herencia policial ni sistema judicial justo y legal, lastimosamente tampoco hemos podido crear una nueva policía donde se respete y escuche al ciudadano.
Si no damos garantías para la circulación, permanencia y utilización de cualquier calle, carretera, pueblo o ciudad, nuestra gente no podrá sentirse segura y por tanto, nunca serán los garantes de cuidar los espacios de convivencia.
Tratamos de crear una revolución y el mismo pueblo es quien huye de las calles. Este proceso indica que el nuevo revolucionario que intenta formarse debe cuidar los puntos estratégicos de cada calle, y no que huya, pues tiene que enfrentarse a la nula inteligencia policial y al abuso de la delincuencia.
Es sencillo, si el mismo pueblo siente seguridad personal, profesará la confianza espiritual de salir a la calle y permanecerá en sus espacios por más tiempo del acostumbrado, y su prolongada presencia dará extendida seguridad en los sitios por donde transita diariamente. Aparte de esto, hará sanidad mental pues disfrutará por más tiempo en los espacios de la calle.
Si nuestra gente sigue sintiéndose atemorizada por los sitios donde se ve obligada a transitar, jamás podrá sentir seguridad personal y menos psíquica para decidir que parte de su salud mental y felicidad esta en los parques, plazas, bulevares, barrios y cualquier otro sitio que con su presencia disfrute y donde sienta garantías de protección.
Es la misma gente quien en comunidad se cuidará y apadrinará en la calle, y en un país tan inmenso y con un número de población tan importante, la cual pronto remontará los treinta millones de habitantes, cualquier hora del día o de la noche, es decir, las veinte y cuatro horas diarias, deben sentir que son de plena seguridad.
Para esto debe parirse un nuevo “pacto social” donde la primera seguridad la dé el ser humano que habita y conoce sus espacios, esto ha sido así ancestralmente. Pero mientras las acciones de criminalidad se fomenten en las páginas rojas de los diferentes diarios, sobre todo en los regionales, donde ya sin ningún tipo de respeto, cada día muestran horribles imágenes fuera de todo contexto y de irrespeto hacia la sanidad mental de los ciudadanos, estaremos perdiendo una batalla más.
Mientras
“nuestros” policías mantengan una actitud tan igual a la del
malandro, y me refiero a su nula disposición de atender, siempre notando
agresividad signada en la violación de su uniforme con el uso de, o
las armas de reglamento, lentes iguales a los de un sicario y un vocabulario
e ideas represivas, mientras siga en la protección a la delincuencia
organizada, narcotráfico, asesinos y atracadores, nuestro nuevo edificio
policial, será un nuevo rancho más.
Para: www.aporrea.org
25 de mayo de 2011