Existe una conducta fascista
cuando el individuo pretende imponer sus ideas personales o grupales
por cualquier vía, incluso el desprecio o la violación de los derechos
humanos de las personas que piensan distinto. En este marco se aprecian
el pensamiento facista y la acción fascista, pues hay quienes en uso
indebido de las ventajas de la revolución tecnológica comunicacional,
difunden masivamente ideas de odio y crueldad como por ejemplo celebraciones
en Twitter ante la penosa enfermedad actualmente padecida por el Presidente
Hugo Chávez.
No me cabe la menor duda que muchos de esos escritores de twitter, que han expresado que la enfermedad de Chávez es un acto de "merecida justicia divina", han perdido desde hace tiempo la más mínima noción de convivencia humana, respeto o tolerancia hacia quienes legítimamente opinamos distinto. He allí la peligrosidad de la ideología fascista, capaz de festejar (y en una etapa agravada, propiciar) contra el adversario, la muerte, la lesión, la enfermedad, el agravio, el infortunio o cualquier suerte de calamidad, con el pretexto de una confrontación política (mañana puede ser también racial, religiosa, social o de género).
Simplemente, el fascista
es un individuo al que gradualmente se le ha ido separando de su elemental
conciencia como ser social que requiere de la convivencia en la diversidad;
ya que precisamente el adoctrinamiento y la propaganda sistemáticos
le han convencido de que vive bajo la amenaza de un enemigo violento
y alevoso (que en realidad no existe), razón por la cual es fundamental
matenerse alerta y preparado para defenderse contra la inminente agresión;
y mucho mejor si se ataca primero (justificación de la agresión preventiva).
Tristemente el adoctrinamiento
fascista ha sido irradiado sobre nuestra población, especialmente la
clase media de la cual forma parte quien suscribe, desde los influyentes
medios de comunicación privados. Ellos, valiéndose de artilugios infinitamente
diversos (imágenes, sonidos, narrativas sensacionalistas, guiones impactantes,
etc), han fomentado el surgimiento de una Venezuela bipolar (divida
en dos polos), ya no la clase patronal y la clase trabajadora, sino
los chavistas y los antichavistas.
La locura que contiene
esa división se demuestra en su carácter meramente psicoemocional,
ya que ser antichavista no implica pertenecer a una determinada clase
social con intereses propios (por ejemplo los obreros o los campesinos,
etc), sino que la televisión fascistoide y aspirante a designar a un
nuevo Presidente de la República, le hace creer a un albañil (explotado)
que sus intereses son iguales a los del empresario (explotador) de la
construcción, sólo por el hecho de que ambos tienen antipatía hacia
Hugo Chávez (el presunto culpable de todas las desgracias nacionales).
Es evidente que semejante
ficción le conviene a la clase empresarial explotadora, pues con el
juego de "chavistas versus antichavistas" es posible invisibilizar
las reales confrontaciones de la sociedad, y entre tales, la principal
contradicción es: Capital versus Trabajo. Sin embargo, en el libreto
que los predicadores del fascismo han aplicado a Venezuela, la conflictividad
se limita a una especie de juego de beisbol, es decir, caraquistas contra
magallaneros; evidentemente una división fantasiosa basada en antipatías
desquiciadas y no en las reales desigualdades socioeconómicas que enferman
a nuestra población.
Sobre el fascismo de izquierda.
Preocupante es también
que exista un fascismo de izquierda, el cual pretende chantajearnos
como promotores del diálogo nacional, pues confundiendo la lucha democrática
(nuestro tiempo presente) con una guerra civil (indeseable posibilidad
futura), se nos amenaza y se nos condena si nos atrevemos a cruzar palabra
con factores oposicionistas. Increíblemente se nos pretende prohibir
hasta sociabilizar desde la fría, impersonal, distante y antiséptica
ubicación del Twitter; además de que no exagero al afirmar que se
nos advierte que seremos degradados, crucificados, cuanto menos llevados
al Xanedrin de los impíos del siglo XXI por la supuesta grave falta.
Entonces estoy condenado porque ya alguna vez me retuiteó María Corina.
Tres líneas de obligatoria reflexión.
Ante la irracionalidad
que invade a mucha gente (no toda) en los dos polos que se han instalado
en Venezuela, necesario es advertir:
1) A la oposición:
Es necesario construir un país suficientemente ético y responsable
para asumir que los gobiernos solamente se modifican a través de la
fuerza de los votos, y ello hace moralmente inaceptable (e incvlusive
criminal) el deseo de que un Presidente contraiga una enfermedad fatal
como mecanismo para abreviar su mandato. Si se instituye la muerte como
salida válida para apartar a los adversarios, es seguro que estos empezarán
a experimentar el mismo deseo criminal; entonces (cumplida la antesala
del pensamiento fascista) rápidamente llegaremos a la fase de la acción
fascista, lo cual se traduce en: desintegración de la sociedad, guerra
civil y destrucción de la república.
2) Al chavismo:
Si admitimos que una demostración de "radicalismo revolucionario"
es cortar cualquier comunicación con la "oposición fascista",
estaríamos incurriendo en un grave acto de incapacidad (inmadurez)
política. Primero, por la errónea interpretación de la realidad (equívoca
caracterización del escenario), ya que al imaginar que todo opositor
es un fascista, estamos apreciando un panorama en "blanco y negro",
ignorando los matices de las preferencias políticas y que si bien es
cierto que se ha comprobado la existencia de más de cinco millones
de electores opositores, en Venezuela no hay cinco millones de fascistas.
Adicionalmente, tengo la convicción plena de que un escenario de irracional
polarización (aquel de un país artificialmente divido por la mitad)
donde no exista mínima comunicación entre los polos, es lo que más
le conviene a quienes hoy en Venezuela apuestan por el estallido de
una guerra civil. Desde ya advierto que sin diálogo, sin espacios de
debate ciudadano, si mecanismos para crear entendimiento ni instrumentos
para promover la tolerancia por encima de las discrepancias, es obvio
que estaríamos cerrando el camino para la solución pacífica de los
conflictos.
En tal sentido, la historia
inequívocamente ha demostrado que al cerrarse las vías pacíficas,
se abren las vías violentas; de modo que no contribuiremos con las
ambiciones de los falsos radicales ni seremos cómplices de una política
incorrecta e irresponsable que nos conduzca al exterminio entre venezolanos.
Si para criterio de algunos autoproclamados "radicales", la
visión aquí descrita pareciera un reformismo, entonces abandónese
el actual esquema electoral y regrésese al formato de las revoluciones
violentas del siglo pasado; suspéndase la cohabitación y diálogo
con Colombia (y demás gobiernos pro imperialistas) y reanúdense las
anteriores hostilidades... Entonces veremos los resultados de esa "política"
radical.
3) Nuestro papel en
la historia: No somos imparciales, nuestra tesis es explícita y
frontal, quien suscribe desde siempre ha abrazado la causa de la
sociedad sin clases y la liberación del trabajo frente al capital.
Por ello condenamos categoricamente la falsedad de quienes señalan
que la actuación reflexiva, dialéctica, concienzuda y divorciada de
dogmas o actitudes frenéticas, implica de alguna manera una inconsistencia
en nuestras convicciones sociales y de justicia.
Consideramos que la madurez
política implica saber distinguir entre los intereses y las posiciones.
La debida subsunción de la realidad social en nuestra teoría marxista
nos revela que vivimos la época de construir "nuevas mayorías",
de allí que ejercitemos rigurosamente una política científica, basada
en neuronas y no en hormonas; pues sólo el acierto garantizará la
victoria.
"Las personas
se distinguen por sus capacidades y las capacidades por sus obras".
Constitucionalista. Profesor universitario.