En la Venezuela de 1999, durante la primera presidencia de Chávez y
por primera vez en la historia, el pueblo caribeño elegía su nueva
Constitución.
Ese nuevo marco jurídico básico es el que le permitió al proceso bolivariano tornarse en revolucionario, en tanto avanza por sobre la simple democracia formal
establecida. En ese quiebre constitucional, por voluntad política
mayoritaria se refunda la República. La democracia venezolana se
transforma en participativa y protagónica y con ello la nueva vida.
Por eso, cuando Hugo Chávez asume aquel 2 de febrero de 1999 juró sobre
la vieja constitución formal, pasmando los oídos conservadores del mundo
cuando dice “juro, delante de mi pueblo, que sobre esta moribunda
Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para
que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos
tiempos”.
La contundente victoria de Hugo Chávez despejaba en su primer año de
gobierno el camino hacia la convocatoria constituyente, tal como le
pedía el 90% del pueblo venezolano, en respuesta a la iniciativa que,
como candidato presidencial, les había presentado en su campaña
electoral.
El desquicio. La nueva Constitución bolivariana (vigente) se
sometía, entonces, a referéndum, con sus 56 artículos (por lo menos)
dedicados –directa e indirectamente– a la participación popular. Así fue
aprobada en diciembre de 1999 con el 71,78% del voto popular. Esa base
jurídica sirvió para desquiciar (aún) el predominio de los sectores
venezolanos del privilegio nacional y trasnacional y tornar sin prisa
pero sin pausa, progresivamente hacia una nueva hegemonía que los
bolivarianos llaman “Poder Popular” y con ello: una nueva
institucionalidad democrática.
El ciudadano venezolano, el soberano –al decir caribeño–, de tal modo, desde entonces, puede tomar decisiones vinculantes constitucionalmente en lo político, en lo social y en lo económico, todo lo cual es de obligatorio cumplimiento para la población y representa las condiciones jurídico-legales para la constitución de un gobierno popular superpuesto al formal. En el artículo 70, por citar un ejemplo, entre otros, se consagran espacios para la participación en lo político tales como referendo popular, consulta popular, revocatoria de mandato, iniciativa legislativa, constitucional y constituyente, cabildo abierto, asamblea de los ciudadanos y ciudadanas, etc.
El diagnóstico. Así es que en Venezuela, no más que entre
2000 y junio 2011, se han realizado casi 30 consultas populares, donde
fueron elegidos y sometidos a referendo, por ejemplo, los cargos del
mismo Chávez Presidente de la República, sin ir más lejos.
En el 2002 se puso de manifiesto la certeza, durante el 11, 12 y 13 de
abril, cuando el pueblo salió a la calle para decir que Chávez no había
renunciado. El “bravo pueblo” sabía que lo habían secuestrado los del
privilegio en riesgo. Ante el arrebato y la usurpación, decididos, los
venezolanos de a pie salieron a exigir su rescate; a pesar del bloqueo y
la manipulación mediática, cogieron las calles, bajaron de los cerros
hasta que les devuelvan a Chávez, Su Chávez.
Este hecho colectivo y popular, que pudiera resultar una anécdota, es
justamente lo que marca una diferencia muy grande, especialmente hoy,
que ante la enfermedad de Chávez, voces agoreras se preguntan muy progres: ¿quién hereda a Chávez?
Vea, si ésa fuese su inquietud, sólo compare la realidad recién
enunciada (2002 golpe a Chávez) con la memoria del Caracazo (1989,
cuando todavía no gobernaba Chávez).
La profunda diferencia entre ambos episodios populares e históricos es
que en el Caracazo, la explosión popular se manifestó legítima pero sin
que deje un saldo organizativo –regía, entonces, la democracia formal–.
En cambio, el 11, 12 y 13 de abril, la respuesta popular que recupera a
“Su Chávez” es posible porque la gente estaba muy clara en lo que
quería, lo cual se contenía en su participación y su protagonismo
determinantes que las organizaba. Así fue por el rescate de su
presidente, por eso de paso no saqueó ni hizo ninguna otra cosa, sino
que insurgió por lo único que exigía: el rescate de su presidente
Chávez. Y así sucedió.
Por eso, ahora, ante la enfermedad de Chávez, la mayoría de los mensajes
del mismo pueblo político manifiesta: “Aquí, el que manda es Chávez”.
Porque en esa única afirmación les cabe, como en ninguna otra, el “nosotros”.
Vea, y esto no es un mero asunto lingüístico (aunque Chávez ya resulte
un significante), sino, un asunto popular venezolano de profunda
convicción política, ya que en la Venezuela de Chávez
constitucionalmente, el poder es propiedad colectiva.
Matilde Sosa, periodista
matildesosa@hotmail.com