Francisco Herrera Luque (Caracas, 1927-1991), no sólo fue uno de los grandes ensayistas y novelistas del siglo XX en Venezuela; fue también, un provocador de oficio. Valiéndose de su conocimiento científico en las ciencias médicas, era psiquiatra, anduvo averiguando historias y concatenando juicios, hasta reflejar, ampliamente, vidas y situaciones de nuestra historia que hoy por hoy se vuelven vigentes ante tanta remembranza al pasado heroico de nuestro país. Uno de los textos, publicado en 1987, fue “Manuel Piar: caudillo de dos colores”. En 283 páginas, el autor proyecta la vida de quien siempre brilló como una sombra en la existencia del Libertador, no tanto por su fusilamiento, aún muy controversial, sino por el dolor que tal decisión causó en Bolívar: “¡He derramado mi sangre!”
Manuel María Francisco Piar, había nacido en Willemstad, Curazao, el 28 de abril de 1774; se dice, hay varias versiones acerca de su origen, que era hijo de Fernando Alonso Piar, un piloto mercante español originario de las Islas Canarias y de Mary Isabel Gómez, una curazaoleña esclava; que tuvo dos hermanos: Michael y John; que se casó con María Boombonbun, en 1798. A pesar de estos datos, acerca de su vida se ha tejió muchas leyendas, hasta una que lo hacía provenir de la unión secreta entre un príncipe de la Casa Braganza de Portugal, y una mantuana caraqueña de la familia Jerez Aristeguieta, llamada Belén. Herrera Luque, en un ensayo posterior, analizando un tanto la vida de Piar, lo describe como un hombre de procedencia humilde y perteneciente a la casta de los pardos, que debió formarse dentro de las limitaciones impuestas por la sociedad colonial; con un espíritu autodidacta, adquirió una sólida cultura, llegando a dominar varias lenguas (holandés, español, japonés, francés, inglés, papiamento de su isla natal, el patois o creole de Haití, y el guienés, lengua africana hablada en Curazao entre los esclavos).
En la obra de ficción de Herrera Luque, se hace ver que a los 23 años, manifestó su voluntad de ayudar a la Independencia de Venezuela. Participó en la Conspiración de Gual y España, sofocada en 1797; comandó un buque haitiano a las órdenes de los generales Alexander "El Paton" y Chris Brown. En 1807, estando en Haití, se une al proceso revolucionario de esa isla; su experiencia militar e inclinación por la libertad, lo hacen ponerse al servicio de la Independencia de Venezuela luego de los sucesos del 19 de abril de 1810, iniciando su carrera en la Armada.
Herrera Luque destaca con simpatía la relación entre Miranda y Piar; éste le sirve a Miranda en la República como alférez de Navío, tomando parte en acciones en Puerto Cabello y en el combate de Sorondo, en Guayana en 1812. A la caída de la Primera República, se refugió en Trinidad, con el grado de coronel, firma el "Acta de Chacachacare", al lado del general Santiago Mariño, y será uno de los militares más exitosos en la segunda etapa de la independencia.
Se destaca en la carrera militar de Piar, los acontecimientos a comienzos de abril de 1813, donde defiende Maturín ante el ataque del gobernador de la provincia de Cumaná, Lorenzo Fernández de la Hoz; igualmente confronta el 11 de abril, el asedio de los comandantes realistas Remigio Bobadilla y Antonio Zuazola; y por último, el 25 de mayo, logra contener los impulsos del general Domingo Monteverde, al que hace huir antes de que empezara con sus instigaciones. En la próxima entrega, se destaca la figura de Piar en sus campañas épicas.
Luego de liberar el oriente del país de las fuerzas españolas, que Piar regresa a su vida de marino y organiza la primera escuadrilla de Venezuela, con la cual derrota a los buques enemigos entre Puerto Francés y Chuspa, el 18 de noviembre de 1813; establece el bloqueo de Puerto Cabello, en combinación con el sitio impuesto por el Libertador.
Pero luego de un año con tantos éxitos, narra Herrera Luque, Piar comienza a tener reveces: el 16 de octubre de 1814, fue derrotado por las tropas de José Tomás Boves, en la sabana de El Salado, frente a Cumaná. Esta derrota lo marca profundamente, porque a pesar de que pudo huir a tiempo y salvar su vida, se enteró de los desmanes de Boves contra los prisioneros que tomó y cómo de ellos, aún vivos, hizo actos sanguinarios que sólo en las historias de la Santa Inquisición podrían tener cabida.
En el año de 1816, alcanza triunfar sobre Francisco Tomás Morales, en la batalla de El Juncal, el 27 de septiembre; marcha hacia Guayana para dar comienzo a las operaciones de liberación de aquella provincia, y a principios de 1817 puso sitio a la ciudad de Angostura; el 11 de abril de ese año vence al brigadier Miguel de la Torre y Pando, en la batalla de San Félix. Para mayo de 1817, acepta los postulados del Congreso de Cariaco, los cuales planteaban la eliminación de la Jefatura única del Libertador y lo enfrentaban a éste; desde ese instante comienza el declive del gran Prócer.
Herrera Luque ve las acciones de Piar como una muchachada; una estela de contradicciones internas que le hacen asomar una egolatría peligrosa, sobre todo contra la figura en construcción de liderazgo que era la de Bolívar. Como consecuencia de esto, fue privado del mando de las tropas por orden del Libertador; por lo que decidió solicitar su retiro del ejército, con el grado de General en Jefe, que le fue concedido por méritos de Guerra, el 30 de junio de 1817. Apresado en Aragua de Maturín, el 28 de septiembre de 1817, acusado de recorrer los campos militares buscando poner a las tropas en contra de la dirección blanca y mantuana, Piar es conducido al cuartel general de Angostura, donde fue sometido a juicio. El Consejo de Guerra que se le formó, estaba integrado por el almirante Luis Brión (presidente); los generales de brigada Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui; los tenientes coroneles Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde (vocales). El general de brigada Carlos Soublette fue el acusador y el teniente coronel Fernando Galindo el defensor; el 15 de octubre de ese mismo año, el Consejo de Guerra sentenció al general Piar a la pena capital por los delitos de insubordinación, deserción, sedición y conspiración; Bolívar, confirmó la sentencia sin degradación, y el 16 de octubre de 1817, en horas de la tarde, fue fusilado el General en Jefe Manuel Piar, frente al muro del costado Occidental de la catedral de Angostura. El lugar de resguardo de su cuerpo fue una incógnita por años; se dijo que había sido inhumado en el cementerio de El Cardonal, aunque no se tuvo una versión oficial del sitio de su sepultura, sobre todo, como expresa Herrera Luque, para evitar peregrinaciones y asunción a la figura de mito, ya que Piar era admirado por propios y extraños en la sociedad patriótica venezolana.
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