La conducta típica específica de los clientes de la prostitución es pagar por sexo, al dar dinero fomentan que la gente se prostituya o sea víctima de explotadores. Por esto propusimos a finales de 2010 a la Asamblea Nacional un nuevo Código Penal con el tipo siguiente: “Toda persona que a cambio de la entrega de dinero, bienes u otra retribución, o valiéndose del ofrecimiento de éstos, obtenga para sí o para un tercero, un acto de naturaleza sexual con otra; será castigada por la compra de servicio sexual con multa de no menos de 300 unidades tributarias o con arresto hasta por un mes si la conducta es habitual. La autoridad podrá imponer que dicha pena se cumpla en una casa de trabajo o mediante la prestación de un servicio en alguna empresa de utilidad pública, donde se le oriente en materia de Derechos Humanos con perspectiva de género”.
Ni siquiera entre gente adulta este oficio es una relación privada al margen de factores como la falta de educación para el desarrollo sano, la discriminación basada en género o la cosificación sexual, de allí que la solución para la gente prostituida es la reinserción social, pues (sea como medio de subsistencia o por mero interés de lucro) incurren en autolesión contra su libertad sexual y ello las hace víctimas exentas de castigo. Claramente se han establecido estereotipos en cuanto a la socialización del sexo, normas de trato social, códigos de comunicación, intereses, premisas y los prejuicios que rodean las relaciones sexuales entre hombres y mujeres en la sociedad capitalista.
Tales leyes desdichadamente se inscriben en la lógica mercantil (compra y venta, dinero y mercancía) y es por esto que se comenta que el hombre rico debe poseer a la mujer físicamente hermosa y al mismo tiempo la hermosa debe aspirar a un marido adinerado. Telenovelas, imágenes publicitarias de bebidas alcohólicas y loterías, costumbres y matrices de opinión difunden constantemente estos antivalores, muchas veces con el apoyo de imágenes que de modo alucinante cosifican (convierten en objeto o cosa sexual) a la mujer, es decir, la deshumanizan y la muestran como producto para animalizar los instintos biológicos humanos, todo ello como parte de la campaña sexista.
Rechazamos la venta del propio cuerpo en su faceta sexual tal como lo hacemos con la venta de órganos humanos, verbigracia es impensable legalizar que estando vivos podamos vender nuestros hígados o riñones para lucrarnos pues ello sería una evidente autolesión contra la salud y la vida. Es nuestro propósito que nadie deba venderse como mercancía sexual ni comprar sexo; de lo que se trata es de restituir el sentido originario de la sexualidad como libre manifestación de la naturaleza humana, que la cópula, el coito, la caricia, el beso, el concubinato, el matrimonio, la monogamia o la eventual amistad sexual se celebren como formas de asociación voluntaria entre las y los individuos de la especie humana, siempre en el marco de sus libres acuerdos bilaterales, la protección de la salud y sin la intervención de intereses de transacción mercantil, tabúes, dogmas, estereotipos, convencionalismos, manipulación religiosa, ni abusos que violen la libertad del ser humano.
(*)Abg. Constitucionalista y penalista. Profesor universitario.