Réclus inicia sus reflexiones asentando el principio de que la “evolución es movimiento infinito de cuanto existe, la transformación incesante del universo en todas sus partes”. Pero esa evolución que Réclus expone, no abarca sólo los seres vivientes sino “el conjunto de las cosas humanas” (el “nomos”). Equidistante a esta evolución, de Instituciones y de hombres, aparece la revolución como paralelismo evidente en los acontecimientos parciales que constituyen el total de la vida de las sociedades.
La evolución, sinónimo
de desarrollo gradual, continuo, en las ideas y las costumbres, se define
como “a antítesis de...la revolución, que implica cambios más o
menos bruscos en loa acontecimientos”. De esta forma aparece unido
el crecimiento natural de las sociedades, con los necesarios cambios
trascendentales que corrijan o terminen de desviar, el trayecto de las
civilizaciones hacia el bienestar y la paz.
De una manera clara,
Réclus define el anarquismo necesario de su época, el cual, a su entender,
reúne un espíritu enérgico y combativo. El anarquismo, según Réclus
es evolucionistas en toda la línea, igualmente revolucionario
en todo, porque la historia misma no es otra cosa que la serie de hechos
realizados, sucediendo a la serie de preparación. La gran revolución
intelectual que emancipa los espíritus, trae por consecuencia lógica
la emancipación, de hecho, en sus relaciones con los demás individuos.
La evolución procede a la revolución y ésta a nueva evolución, causa
eterna de las revoluciones futuras.
Para Réclus, todos los
grandes movimientos fueron inconscientes de la multitud. Fueron promovidos
por unos pocos sobre quienes el interés del triunfo incidía directamente.
Durante la Reforma, por ejemplo, la clase aristocrática fue la que
recogió las ventajas; en la Revolución Francesa, la clase burguesa
agotó sus fines y luego retribuyó a la mayoría con explotación
y sometimiento a una nueva tiranía. En fin, nuestra historia siempre
ha consistido en el manejo de intereses y de pequeños grupos, que bajo
banderas de igualdad y libertad, han sometido a los eternos soñadores
de la humanidad: el pueblo. Es ante esta desventaja que la historia
misma se ha encargado de trasmitir que los socialistas libertarios formulan
sus principios con el fin de diseñar un pensamiento social alternativo
para los grandes oprimidos, no sólo de las clases más necesitadas,
sino de todas las clases.
Ese sentimiento de libertad,
del dejar fluir nuestra fuerza interna según el camino preferido, no
involucra, irrespeto al orden y propiedad natural de convivencia. La
libertad por sí misma implica orden; un orden en el que cada quien
debe ejercer su papel dejando que otros cumplan con el suyo, un orden
que no jerarquiza al individuo sino lo integra haciéndolo parte de
un amplio todo que genera beneficios colectivos. Pero como ocurre, hasta
en las mejores familias, han surgido detractores; defensores del Estado
Liberal existente que han dicho que los revolucionarios (o socialistas
libertarios), en un sentido general, son enemigos de la religión, de
la propiedad y de la familia. Y ciertamente no se han equivocado. Réclus
responde sabiamente a estas imputaciones: Sí; los anarquistas rechazan
la autoridad de un dogma y la intervención de lo sobrenatural en su
vida, y en este sentido, cualesquiera que sea el grado de entusiasmo
que sientan por la lucha en defensa de su ideal de fraternidad universal,
son enemigos de la religión. Sí; es cierto que quieren la supresión
del tráfico matrimonial, y defienden la unión libre fundada en la
afección mutua, el respeto propio y la dignidad de sus semejantes,
y también en este sentido, por amantes y fieles que sean a los seres
cuya vida está asociada a la también que quieren suprimir el acaparamiento
de la tierra, y en este sentido, la felicidad que a todos produce el
goce de ser dueños de todos los frutos del suelo, al igual que todos
los seres humanos, es una prueba de que son enemigos de la propiedad
(citas textuales de la obra de Eliseo Réclus “Evolución y Revolución”,
corresponden a la traducción que de dicha obra hizo. A. López Rodrigo,
Ediciones Jucar, España, 1979.)
Como línea general que
concentra el eslabón entre el hombre y el pensamiento anarquista, encontramos
un deseo por la paz, la armonía entre los seres y el derecho
a alcanzar la meta máxima libertaria: la Libertad.
Hemos iniciado esta etapa
de discernimiento con Réclus, en razón de que es el depositario de
un pensamiento social del espíritu libertario. Réclus acumula la influencia
de Proudhon y Bakunin, y la extiende en un pensamiento claro y contemporáneo
con respecto a su época. Ahora bien, valdría la pena detallar, en
forma concreta y explicativa, en qué ha consistido ese influjo
en Réclus, y cuáles han sido los caminos evolutivos que el Socialismo
Libertario ha recorrido para llegar a ser una doctrina política, con
programa y acción directa sobre la sociedad.
El pensamiento anarquista
emerge en dos grandes corrientes: la filosofía, abstracta o académica,
que genera un pensamiento especulativo, contemplativo y asentado en
la serenidad y la búsqueda de la libertad; y la ideología, concreta
y práctica, que genera un pensamiento situado históricamente y que
ha sido absorbido por grupos sociales particulares, a fin de utilizarlo
como instrumento reivindicatorio de valores perdidos, así como alternativa
organizativa en circunstancias en que pudiera lograrse derrumbar el
orden existente.
A nivel filosófico,
el pensamiento anarquista se equilibra en dos principios básicos: el
libertario, que se muestra como la aspiración máxima del anarquismo
(la meta final: la libertad), y que idealiza la libertad como la suma
de todas las libertades en todas las tendencias de la sociedad. Y el
federalista, que se refiere a lo que debe ser y a cómo deben ser ordenadas
las relaciones político-económico-sociales, en una sociedad dada,
a fin de estructurar un orden convivencial inspirado en un determinado
sistema de valores.
Desde el punto de vista
ideológico, el pensamiento anarquista se respalda en su respuesta de
esperanza y revolución ante las actitudes despóticas del Estado liberal
capitalista Pero no sólo el anarquismo sirve como modelo de oposición
al capitalismo sino a cualquier sistema que intente minimizar al individuo
en su derecho a la libertad e igualdad social. Al Anarquismo, con mayúscula,
aunque surge, se desarrolla y alcanza su mayor fuerza dentro de
la clase obrera, es una ideología de todas las clases oprimidas y explotadas
en cuanto tales, mientras sean capaces de liberares sin oprimir o explotar
a otras clases; quiere decir que, si bien halla ante todo en la clase
obrera su protagonista, corresponde así mismo a otras clases sometidas
e inclusive puede extenderse a minorías discriminadas. En una nota
explicativa Cappelletti, complementa la idea diciendo: “Meltzer y
Stuart Christie sostienen que, aunque todas las clases pueden ser revolucionarias
y producir grandes cambios en la sociedad.
Un claro reflejo de este
proceso de reconocimiento del individuo de pensamiento libertario entregado
a su disposición, en la tarea ardua de la emancipación, es lo escrito
por Réclus en su mensaje titulado: “A mi hermano el campesino”.
El campesino le pregunta
a Réclus: “¿Es cierto que tus compañeros, los obreros de la ciudad,
quieren desposeerme de la tierra, de esta hermosa tierra que yo amo,
que me produce doradas espigas, ciertamente tras mucho trabajo, pero
que sin embargo, me las produce?...” A lo que Réclus responde:
“—No, hermano mío; no es cierto. Puesto que es tuyo el suelo y
eres tú quien lo cultiva, a ti solamente pertenecen sus mieses.
Nadie tiene derecho, antes que tú, que haces crecer el pan, a comerlo
en compañía, de tu mujer, de tus hijos. Guarda tus campos con
toda tranquilidad, conserva su azadón y tu arado para remover la tierra
endurecida, separa la semilla para fecundar el suelo. Nada existe más
sagrado que tu labor. ¡Maldito mil veces quien intente quitarte este
suelo por ti fecundado!”.
El anarquismo como ideología,
ciertamente, ha sido expresión de un nuevo orden. El orden que impone
la libertad.
Proudhon, en 1840, dio a la palabra “anarquía” un sentido concreto. Antes de él se había utilizado mayormente en sentido peyorativo. Los diccionarios de la época la describían como desorden por ausencia de gobierno en el Estado. Para N. Converti no se quiere comprender la palabra anarquía. Los burgueses tienen en que no se comprenda. Para ellos anarquía y desorden son una misma cosa. ¡Y pensar que han perdido tantos años yendo a la escuela!
La anarquía es el orden,
a no ser que por orden se quiera entregar el que reina en los comentarios.
Para la burguesía el orden debe ser hecatombes de Satory, las jornadas
de Junio, las matanzas de las guerras la muerte por hambre y las enfermedades
consiguientes, la prostitución el embrutecimiento y el delito.
El concepto de anarquía
ha estado condicionado a la interpretación de los intereses de la clase
dominante pero resulta que aún aquella concreta definición de Proudhon
sobre anarquía tiene validez el estado armónico, resultante natural
de la supresión de todo aparato gubernamental.
En un nivel semántico, nos dice S. Faure, la palabra anarquía viene el griego y está compuesta de la partícula privativa “a” y de “archía”, poder, mando, autoridad. Etimológicamente, pues, la anarquía, que debiera escribirse anarquía, significa estado de un pueblo, o dicho con más exactitud, de un medio social sin gobierno.
Como ideal social y como
realización efectiva, anarquía quiere decir manera de vivir en la
cual el individuo, desembarazado de toda coacción legal y colectiva
que tenga a su servicio una fuerza pública no tendrá otras obligaciones
que las que le imponga su propia conciencia.
Esta manera de vivir
implica un régimen social del que está desterrada, de hecho y
de derecho, toda idea de salario y asalariado, de capitalista y proletario,
de amo y servidor, de gobernante y gobernado.
Kropotkin era alfo más
concreto en cuanto al verdadero significado de la anarquía, no tanto
como movimiento social o filosófico, sino espíritu: “el anarquismo
surge de la misma entraña de al vida práctica”.
Erich Fromm, en su libro
“¿Tener o ser? (1976), describe el anarquismo como un medio de protesta
con fines reivindicativos de los valores humanistas: La deshumanización
del carácter social y el surgimiento de la religión industrial y cibernética
produjo un movimiento de protesta, el brote de un nuevo humanismo, que
tiene sus raíces en el humanismo cristiano y filosófico desde fines
de la Edad Media hasta la época de la Ilustración. La derecha y la
izquierda, unánimemente, criticaron el sistema industrial y el daño
que causaba a los seres humanos. En esa izquierda, nos dice, se dejan
ve reminiscencias de las ideas de Proudhon y Bakunin, en cuanto a autorregular
las relaciones entre los hombres y prescindir así del aparato estatal
que por medio de sus redes burocráticas impide que los hombres defiendan
su derecho a la vida sana y duradera.
Otro pensador que se esforzó por emitir una descripción del significado y valor del anarquismo, fue Robert Michels (el célebre autor a quien se le acuña la “Ley de hierro de la oligarquía”). Michels nos dice que el anarquismo rechaza la autoridad, ya que esta es fuente, así lo considera, de servilismo y esclavitud. Como movimiento social y político, resalta, no tiene una organización estable.
El escritor italiano Edmundo De Amicis publicó en 1904 un interesante ensayo titulado “Lotte civili”, en el cual destaca el retrato psicológico de un anarquista es el amor al poder. Los medios que utilizó para ganar adeptos en el siglo XIX, fueron de “apóstol”, de “orador”; el poder “encendido por el pensamiento, la grandeza del auto-sacrificio, la profundidad de la convicción”, como bien extrae Michels de los escritos de De Amicis. Aun más, el anarquista no busca dominar en la organización sino en la conciencia; en la m ente de cada hombre, a fin de llenar el intelecto de una superioridad moral que al oponerse a las aberraciones del Estado Burgués, logre no sólo vencerle, sino intimidarle en su más entrañable convicción.
En este mismo sentido,
si bien es cierto que el anarquismo rechaza toda organización a nivel
político, no lo hace así en el aspecto económico. Lo económico,
en opinión de la gran mayoría de los pensadores anarquistas, ha de
tener un orden preestablecido a través de un programa coordinado que
garantice el cuido de las necesidades fundamentales y que vigile la
sana distribución de los bienes colectivos. En una sociedad donde el
Estado ha sido demolido, deben ser creadas bases de sustentación administrativa
que impidan que el pueblo vuelva a ser víctima de las artimañas del
estatismo burocrático y del clientelismo que se crea en torno a la
amistad y las deudas.
A todas estas, el anarquismo
tiene, como objetivo máximo, “instaurar un medio social que asegure
a cada individuo la mayor felicidad posible adecuada a cada época,
según el progresivo desenvolvimiento de la humanidad”.
Las líneas anteriores
describen el significado, en varias voces especializadas, del anarquismo
como ideal filosófico e ideológico. Ello nos permite situarnos en
los objetivos que como movimiento plantea el pensamiento anarquista,
pero valdría la pena insertarnos en algunos conceptos, o principios,
que conforman el marco intelectual anarquista, a fin de poder ampliar
nuestra visión, no tanto de los objetivos, sino de los alcances como
alternativa de administración pública.
Es de destacar también
que no se diferenció con propiedad entre “anarquía”, como
nombre, y “anarquismo” como verbo, o palabra. Primero, porque
se deseó insertar en un todo compacto las ideas matrices que definieron
las bases filosóficas e ideológicas de los pensadores anarquistas;
y segundo, porque se ha querido destacar la afinidad de un término
(anarquía), que devela un medio social sin gobierno y todo un sistema
de conjugación que el anarquismo descubre para la sociedad, como medio
alternativo de cambio político, social y económico. La anarquía es
el espíritu de libertad; el anarquismo el cuerpo de ideas, que conjugando
esa libertad; diseña una propuesta al medio social para que éste alcance
“la mayor felicidad posible”.
En un sentido más puntual,
surgen las ideas de algunos pensadores que le dieron movilidad a la
idea anarquista como plataforma de inicio de lo que se configuraría
luego como el Socialismo Libertario. William Godwin (1756-1836), en
sus ochenta años de vida, se constituyó en represente insigne de la
corriente filosófica anarquista inglesa. Su preparación académica
la recibió en Teología, la que abandonaría temprano para dedicarse
por entero a escribir. Sus ensayos versaban sobre diferentes materias,
prueba de una gran erudición, así como de un conocimiento interpretativo
del mundo. De todos sus ensayos el que más ha prevalecido, por su fuerza
retórica y su visión crítica de la sociedad, ha sido “Investigación
sobre la Justicia Política”.
Esta obra comenzó a escribirla en julio de 1791 y en febrero de 1793
fue publicada, Godwin formó parte de un grupo de amigos intelectuales
que dieron a la luz algunos de sus trabajos y a la vez sometieron a
discusión muchas de las ideas que iba concibiendo en torno a la Justicia
Política.
Max Nettlau resume el
contenido de la obra, sobre la Justicia Política de Godwin, en forma
muy completa y certera: Godwin considera el estado moral de los individuos
y el papel de los gobiernos, y su conclusión es que la influencia de
los gobiernos sobre los hombres es, y no puede menos de ser, deletérea,
desastrosa. ¿No puede ser el caso que los grandes males morales que
existen, las calamidades que nos oprimen tan lamentablemente, se refieran
a sus defectos (los del gobierno) como una fuente, y que su supresión
no pueda ser esperada más que de su enmienda (del gobierno)? No se
podría hallar que la tentativa de cambiar la moral de los hombres individualmente
y en detalle es una empresa errónea y fútil, y que no se hará
efectiva y decididamente más que cuando, por la regeneración de las
instituciones políticas, hayamos cambiado sus motivos y producido un
cambio en las influencias que obran sobre ellos.
Según Santillán, Godwin
intenta probar en qué grado el gubernamentalismo hace desgraciados
a los hombres y perjudica su desarrollo moral, y se esfuerza por establecer
las condiciones de “justicia política”, de un estado de justicia
social que sería apto para hacer a los hombres sociales y dichosos.
Por su parte, Raymond
A. Preston, en su ensayo de presentación de la obra de Godwin en edición
americana, expone en cinco puntos el pensamiento de Godwin en su “Justicia
Política”. 1.- El espíritu no es libre, sino plástico, realizado
de acuerdo con circunstancias de herencia y ambiente, con resultados
seguros, aunque inescrutables; 2.- La razón tiene poder ilimitado sobre
las emociones; 3.- El hombre es perfectible, esto es, el hombre, aunque
incapaz de perfección, es capaz de mejorar indefinidamente; 4.- Un
individuo, a los ojos de la razón, es igual a otro cualquiera; y 5.-
La mayor fuerza para la perpetuación de la injusticia está en las
instituciones humanas.
Resumiendo se tiene que
las condiciones del medio dan al espíritu su lugar en la libertad.
Ese lugar se gana y se alimenta, a través de la razón, la cual, a
su vez da al hombre la capacidad de ser perfectible (capaz de mejorar
indefinidamente), asumiendo una actitud de igualdad y contraposición
a las instituciones humanas que, habida cuenta, son perpetuación de
la injusticia.
Pierre Joseph Proudhon,
nacido en el seno de una familia obrera francesa, inicia una preparación
autodidacta que va a dejarle una vastísima cultura sobre otras épocas
y su propio tiempo. Como tipógrafo se hizo merecedor de gran respeto
por su entrega al trabajo. ¿Quién pensaría que en él, mientras realizaba
sus tareas manuales, campeaba un espíritu crítico de rechazo hacia
ese sistema que generaba para él un salario por su oficio?
Con Proudhon aparece
la primera afirmación concreta (1840) del significado del anarquismo,
en su tendencia como filosofía social: “...ausencia de señor, de
soberano, tal es la forma de gobierno, a la que nos aproximamos de día
en día, y a la que, por el ánimo inveterado de tomar el hombre por
regla y su voluntad por ley, miramos como el colmo del desorden y la
expresión del caos.”
Según Bravo: Proudhon
admitía como única ley la justicia; podía subsistir la desigualdad,
pero debía desaparecer la injusticia provocada por situaciones económicas
de privilegio; la justicia sólo conocía un límite, la libertad, y
él presentaba una configuración dialéctica de ella, ya que podía
tener una configuración propia según las épocas y los lugares, pero
tenía con fin perenne la igualdad, no quimérica, sino en las cosas,
ya que ésta nace todos los días.
Por otra parte, la sociedad
debía basarse, Proudhon, en el principio de libertad; ya que la libertad,
y eso lo debemos a Hipias de Elis, se une estrechamente a la igualdad,
por una parte, y por la otra a una declarada desconfianza en los principios
de la democracia, fundamento de la organización del Estado.
La misma “asociación”
que de tanto favor había gozado y gozaba entre todos los socialistas
de las más diversas corrientes, suscitaba en él dudas...
La asociación a la que
aspiraba, en cambio, Proudhon, era aquella en que se basaba toda estructura
social, es decir toda sociedad: la familia; de la que se debería difundir
por toda la sociedad el mutualismo, el espíritu de solidaridad que
unía a los distintos miembros de ésta. De este conjunto de elementos
nacía la anarquía positiva proudhoniana, es decir, un estado de no
gobierno, al cual atribuía una carga de orden capaz de contraponerlo
al desorden dominante en la economía burguesa.
En lugar de un gobierno,
Proudhon proponía un contrato, que si bien era de carácter social,
nada tenía en común con los postulados expuestos por Rousseau en su
obra el “Contrato Social”. Todo lo contrario, Proudhon le tenía
el “mal ojo” puesto a las ideas rousseaunianas. Es así
como en más de una ocasión empleó calificativos fuertes hacia
dicho autor, no sólo en el aspecto filosófico sino hasta en el tipo
de vida que llevó, el que, según Proudhon, no formaba parte del espíritu
de un revolucionario.
En un ensayo especulativo,
titulado “La idea de la revolución en el siglo XIX”, Proudhon critica
a Rousseau en cuanto a la definición de éste del contrato social.
Rousseau define el contrato social como: "Entonces una forma de
asociación que defienda y proteja de toda la fuerza común, la persona
y los bienes del asociado y por la que cada uno, uniéndose a todos,
no obedezca más que a sí mismo y quede libre como antes".
Sí, éstas son
las bases del espacio social, pero en lo que se refiere a la protección
y defensa de los bienes y las personas. En cuanto a la manera de adquirir
y traspasar los bienes; en cuanto al trabajo, al cambio, al valor y
precio de los productos, a la educación, a esta multitud de relaciones,
que de buen o mal grado, constituyen al hombre en sociedad perpetua,
Rousseau no dice una palabra, lo cual hace su teoría completamente
inútil.
En una palabra: el contrato social de Rousseau no es más que la alianza ofensiva y defensiva de los que poseen, contra los que no tienen nada.
Proudhon conocía otra idea del contrato social. Para él era el pacto que hace el hombre con el hombre y del que ha de resultar lo que se llama sociedad. En esa sociedad resultante la noción de "justicia" conmutativa(sentada por el hecho primitivo del cambio y definida por el Derecho Romano) se encuentra substituida por la "justicia" distributiva, desterrada, sin permitirle apelación de género alguno, por la crítica republicana.
La idea de contrato excluye
la de gobierno. Lo que caracteriza al contrato, a la convención, la
libertad y el bienestar del hombre aumentan, mientras que la institución
de autoridad de una y el otro disminuyen. En consecuencia uno y otro
garantizan mutuamente una cantidad de servicios, productos y ventajas
que están en situación de procurarse y hacerse, reconociéndose fuera
de esto, independientes en la producción o en el consumo.
El contrato es, pues,
esencialmente sinalagmático; no impone a los contrayentes más obligación
que la que resulta de su promesa personal de tradición recíproca.
El sólo hace la ley común a ambas partes. No aguarda su ejecución
más que de su iniciativa.
Esta idea del contrato se extendería aún más, al aplicarla Proudhon a la "idea federativa". En su extensa obra, se refirió a algunos aspectos de la alternativa de la organización federal como sistema de substitución del estatismo. Pero con la aparición, en 1863, de "Du príncipe federatif", esta percepción de Proudhon alcanza su más alta expresión. El mismo definirá su origen diciendo: Puesto que en el terreno de la teoría y el de la historia, la autoridad y la libertad se suceden como una especie de polarización: Puesto que la primera declina insensiblemente y se retira, al paso que la segunda crece y se presenta; Puesto que de esa doble marcha resulta una especie de subordinación, por lo cual la autoridad va de día en día quedando sometida al derecho de la libertad; y Puesto, en otros términos, el régimen liberal o consensual prevalece cada vez más sobre el régimen autoritario, debemos fijarnos en la idea de contrato como la más dominante de la política.
La federación, a nivel
etimológico, se conforma del latín foedus foederis,
de la tercera declinación, que significa pacto, tratado, convención,
alianza, etc.; es un convenio por el cual uno o muchos jefes de familia,
uno o muchos municipios, uno muchos grupos de pueblos o Estados, se
obligan recíprocamente e igualmente los unos para con los otros.
Pero para que ese pacto
o contrato sea político (al igual que doméstico, civil o mercantil);
debe llenar ciertas condiciones. En primer lugar, tener la característica
operativa de ser un contrato bilateral, así como basado en la
igualdad de derechos y deberes (es decir: sinalagmático y conmutativo).
Segundo, que quede encerrado, en cuanto a su objeto, dentro de ciertos
límites. Y tercero, que establezca el punto de la federación. Esto
consiste en dividir la Nación en provincias independientes, soberanas
o que, al menos, se administren en las mismas.
Ahora bien, para Proudhon,
el verdadero problema a resolver no era político con el sistema federativo,
es indispensable introducir reformas económicas. Estas reformas,
de un corte federal también, vendrán a sustituir el feudalismo financiero
e industrial (consagrador de la servidumbre económica) y la desigualdad
de condiciones y de fortunas, por un conjunto de "pactos libres
de federaciones entre campesinos de una parte, entre obreros y artesanos
de la otra. Se trata con ello de aproximarse cada vez más a la igualdad
mediante la organización, al más bajo precio y en otras manos que
no sean las del Estado".
Las reformas de orden
económico, para Proudhon, se reúnen en una sola expresión: "federación
agrícola-industrial". En cuanto a la propiedad "en términos
generales (...) implica un dominio absoluto y total, que alcanza al
ser mismo y a la sustancia de la cosa"...
La fuerza del pensamiento
de Proudhon se concentra en su rotunda afirmación: "la propiedad
es un robo". Y ella no surge de modo infundado; Proudhon
la explica diciendo que los títulos de propiedad se reducen a dos:
los de ocupación y los de trabajo. Los primeros no sólo conducen a
la desigualdad sino que impiden la propiedad; los del trabajo
por su parte, no se pueden fundar en la propiedad, ya que no todos los
trabajadores son propietarios.
Ante este panorama, Proudhon
plantea "la asociación libre, la libertad en la vida económica
y del trabajo; la anarquía con sistema político y la posesión en
reemplazo de la propiedad. La posesión es condición de vida social;
la propiedad es el suicidio". La posesión implica temporalidad
y conduce a una visión libertaria de convivencia humana.
A pesar de las fuertes
críticas que recibió Proudhon de Marx y los marxistas, el pensamiento
depositado en "¿Qué es la propiedad?", atrajo la atención
de Marx y Engels, a tal punto que le valió el siguiente comentario:
Proudhon somete la base de la economía política, la propiedad privada,
a un análisis suelto, implacable y al mismo tiempo científico. La
obra de Proudhon "¿Qu´est ce que est le tiers
état?" significó para la política moderna.
Es de recordar que Sieyés
(1748-1836), se destacó como hombre capaz de grandes maniobras
políticas, así como por su invalorable ayuda a Napoleón en el
golpe de Estado de 1799.
Mijail Bakunin (1814-1876),
heredó de Proudhon esa fuerza de expresión y esa visión de sociedad
que luego se transformaría en el modelo colectivista federativo. Pero
en Bakunin esa influencia no se produjo compulsiva o arbitrariamente,
fue el producto mesurado de constante reflexiones en los distintos terrenos
del saber, y más significativamente, en las diferentes incursiones
en la acción revolucionaria, específicamente en los acontecimientos
de 1848 en Francia.
Herzen (1812-1870), afirma que los primeros días de la revolución de febrero fueron los más felices de la vida de Bakunin. La revolución era su elemento natural.
El pensamiento de Bakunin
se centra en los principios de la organización; rechaza toda la legislación
y autoridad, toda influencia que tenga como su fin el privilegio y que
patentice sus actuaciones en un sentimiento de legitimidad que el sufragio
universal condiciona. En lo que respecta a la sociedad, Bakunin le da
una connotación evolutiva: “el hombre en su origen era un animal
salvaje, más poco a poco fue abandonando sus instintos animales y fue
consiguiendo un estado cada día más perfecto, lo cual se verifica
fatalmente por ley de la naturaleza. Nosotros creemos en el triunfo
final de la humanidad sobre la tierra, deseamos que venga y procuramos
apresurarlo uniendo nuestras fuerzas. La legislación política corresponde
a un grado inferior de la evolución y, con el progreso de la humanidad,
ha de desaparecer".
En cuanto a la concepción bakuniana de propiedad, se establece que ésta corresponde a un estadio inferior de la evolución. Sin embargo, podrá seguir existiendo en cuanto a los bienes de consumo, pero en lo que respecta a las otras características, que bien el sistema burgués se ha encargado de resaltar (apropiación, explotación, etc.), deben suprimirse. Esto por el hecho de que la sociedad en tiempos de Bakunin, presentaba antagonismos entre las clases, producidos por la existencia de la propiedad privada.
La revolución, por su
parte, tiene una connotación especial para Bakunin: "...ésta
no desencadenará su furor contra los hombres, sino contra las
circunstancias y las cosas". es pues, una certera forma de ver
a quienes van dirigidos los ataques del anarquismo: a la institución
humana creada por la burguesía, pero no contra la burguesía como sociedad
minoritaria de hombres.
Indudablemente Que el
furor de las luchas descontará algunas vidas, pero ello, en su
esencia, no es la meta anarquista. Bakunin, hombre que aceptaba los
compromisos del anarquismo en la acción directa, contemplaba la necesidad
de apaciguar la lucha, no matizarla de tanta violencia; puesto que de
lo que se trata es de sustituir un sistema por otro que no lleva entre
sus premisas la coerción o el sometimiento. Si las metas son pacíficas
es posible convencer y concienciar, para que el enfrentamiento burguesía-anarquismo
se dé a raíz de la más pacífica de las revoluciones.
El Estado, para Bakunin,
debía ser destruido. Aunque muchos sectores de la sociedad lo defiendan
como el representante de los derechos y del bienestar colectivo, el
Estado, concreta Bakunin, es “un producto de la religión nacido
en todos los países del matrimonio de la violencia, la rapiña y el
pillaje, en una palabra, de la guerra y la conquista, con los dioses
creados sucesivamente por la fantasía teológica de las naciones.
En cuanto al matriz que
Bakunin da a la idea federal, resalta el establecimiento de dos principios:
uno, que toda organización debe proceder desde abajo hacia arriba;
y otro, que entre cada renglón de la conformación federal, haya un
intermediario autónomo. Como base de esta organización política,
Bakunin propone la Comuna, absolutamente autónoma, que representa,
no sólo la mayoría, sino las necesidades más urgentes del pueblo.
Bakunin vincula el colectivismo económico, así como la idea de la
revolución, al sentido organizativo del federalismo.
Pedro Kropotkin (1842-1921),
nacido en el seno de la aristocracia rusa, desarrolló una concepción
anarquista de inspiración comunista. Este pensador se “distingue
por la sistematicidad y coherencia de su pensamiento, por el intento
de fundamentar sus ideales socialistas en los resultados de la investigación
científicas”.
Kropotkin piensa que
existe un movimiento de desarrollo natural hacia el bienestar de la
humanidad; pero que el Estado y la legislación actual, es decir la
legislación en los últimos años del siglo XIX, obstaculizan la vía
a esa evolución, beneficiando a una minoría. “Todos tenemos derecho
de vivir cómodamente”, nos dirá en sus “Memorias”, aunque
existe un grupo de privilegiados que aspiran a evitarlo a fin de disponer
de mayores comodidades, que al fin y al cabo, terminan por no disfrutar.
Su visión comunista
de la sociedad le hace discrepar abiertamente con las ideas de propiedad.
Para él debe abolirse y dar paso así a un sistema de distribución
según las necesidades: “De cada uno según capacidades, a cada uno
según su necesidad”.
La ética de Kropotkin
se inserta a través del enriquecimiento intelectual y el desentendimiento
de lo material. La ética de Kropotkin, que rechaza toda fundamentación
teológica o metafísica, que no acepta en modo alguno la retórica
de las ideas de Platón o el imperativo categórica de Kant, que se
presenta casi como un capítulo de la biología y de la sociología,
no deja de comportar un cierto innatismo.
Kropotkin quería demostrar
que “toda propiedad privada supone una usurpación del trabajo y del
pensamiento ajeno”. Como el peso de sus ideas se inclinaba con mayor
brevedad hacia la comunión de bienes e individuos, Kropotkin proponía
el bienestar para todos los individuos y la apropiación como medio
drástico de lograr esa sociedad igualitaria.
El Estado por su parte,
es para los anarquistas (según Kropotkin), una “sociedad de seguros
mutuos entre los terratenientes, los militares, los jueces y los sacerdotes,
a fin de apoyar cada uno la autoridad del otro sobre el pueblo y de
explotar, para enriquecerse, la pobreza de las masas.
En consecuencia, es menester
liberar al pueblo del yugo del Estado, a través de un cambio rápido
que haga resurgir un sistema de organización que brinde las garantías
necesarias para el disfrute del bienestar de la libertad. El cambio
rápido y definitivo se podrá dar, nos dice Kropotkin, a través
de una Revolución Social al iniciarse es preciso que se convierta prontamente
en un movimiento popular expansivo, durante el cual, en todas las ciudades
y aldeas ganadas, por el espíritu de la insurrección, las m asas pongan
inmediatamente y por sí mismas manos a la obra, reedificando la
sociedad sobre nuevas bases.
Los principales pensadores anarquistas convergen en cuanto a la meta: buscan la libertad para alcanzar la sociedad del bienestar. Y se diferencian por sus métodos: Proudhon con su mutualismo y contrato federal; Bakunin, con su colectivismo y revolución comunal; Kropotkin, con su comunismo y evolución natural de la sociedad. De este modo siguen apareciendo, dentro del marco del pensamiento anarquista, representantes de esa corriente que van asimilando progresivamente las ideas expuestas y su vez generando nuevas ideas.*.-azocarramon1968@gmail.com