(No se lo tomen en serio, tómenselo con champaña)

Quiero ser damnificada

Esta desgraciada envidia me corroe el alma, no dejo de pensar que quiero vivir en Miraflores con Chávez, que quiero que me den un carro, una vivienda equipada, una pensión y tener atención especializada de civiles y militares las 24 horas del día.

Estoy arrepentida de ser clase media en picada y sin recursos. Quisiera comenzar una huelga de hambre (con cachitos, gatorade, juguito con hielo y cena de madrugada), en la puerta de cualquier Ministerio de Caracas, llamaré a gritos a la ONU, a la OEA, a la Defensoría del Pueblo, a la Corte Interamericana, a UNICEF –por si acaso-, a la de Hayá y a la de Acá para que el Presidente Chávez me declare damnificada.

Colocaré una colchoneta (marca súper King) en el medio de una avenida principal y detendré el tráfico usando mi pijama: “victoria guárdame el secreto”, mi protector solar: “aléjate de mí si no eres rico” y mi maquillaje exclusivo: “Clínica estética”.

¡No quiero trabajar más! ¡–y eso si es en serio eh-¡ No me importa lo que digan mis amigas del Country y del club de golf, es mejor estar con Chávez. ¿Pero, cómo haré para que algún Ministro declare a la clase media en negativo con los saldos bancarios como damnificados?

No puedo dormir la siesta, me cuesta comer –lo que es bueno para mí dieta-, no me concentro, ando de mal humor y no puedo ir al club porque quiero damnificada, pienso en ellos y los veo que se sienten felices, atendidos, amparados protegidos y además el Presidente los atiende personalmente……….¡maldita envidia!

Intento una sonrisa delante de mis amigas para disipar mis andadas mentales y esas endemoniadas ideas que me asaltan. ¿Y si fuese el demonio? mañana voy a la Iglesia y me confeso con el cura. No, eso no me sirve esos tienen mala fama con sus deseos locos y me enchavan la clase.

Tengo un agujero quemándome la punta de la lengua con esas ganas de gritar en la calle que quiero ser damnificada pero, siento que hay toques de locura en mí cabeza y para quitármelos me voy a la peluquería.

Regreso y veo a Chávez en mi TV ultra plana y el corazón me cae a martillazos, necesito recuperarme de esa alegría inexplicable que me cambia el status y poco a poco me cambia el pensamiento. No lo logro en el primer intento y respiro para tomar aliento, salgo a la calle y me dirijo club y siento que camino hacia el vacio,-Chávez habla mejor que mis amigos-, tiene un diccionario en la boca y casi me convence de ir a los Consejos Comunales a trabajar por los demás.

-¿Qué dirán mis amigas? Maldita envidia, pero quiero que me atiendan como a los damnificados.

Y sucedió…

Y sucedió, repito, para tomar aliento, que son cientos que son atendidos y viven mejor que yo.

¡Viva Chávez!


vsaggg@gmail.com


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