Cuando abre sus puertas el supermercado, una cola de aproximadamente cien personas entra en fila india y se ubica en el mostrador donde debía ser entregado el tan solicitado producto. Después de media hora de espera adicional, comienza finalmente la entrega: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho complacidos compradores reciben el producto. Y eso fue todo. Un empleado participa a los pendejos que hacíamos la cola que el pernil ya se había terminado.
Lo que aconteció seguidamente es inútil describirlo, lo usual en situaciones como ésta: los gritos, los insultos, reclamos, acusaciones de todo tipo, sin que faltaran las que le achacan toda la culpa al gobierno y finalmente, aparición de la policía para apaciguar los ánimos.
Algunos de los presentes proponen hacer contraloría social y designan a cuatro vecinos quienes comprueban que efectivamente, ya no había perniles en el frigorífico.
Así termina la breve historia de los perniles de Mérida; lo que no termina aquí es el enorme daño que se causa al proceso político por el manejo torpe (¿y deshonesto?) de lo que debería ser una gran oportunidad para mostrar la efectividad de los planes gubernamentales. ¿Cuántas familias burladas? ¿Se estará repitiendo esto en el resto del país? ¿A quién achacarle la culpa? La investigación debe abrirse inmediatamente.
¡LOS CULPABLES DEBEN
IR A LA CARCEL!!!!
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