Ya es un lugar común atribuir el creciente desorden latinoamericano a determinados factores: pobreza, crisis de gobernabilidad, deterioro de los sistemas de partidos, fracaso económico. Todos estos factores describen sin duda elementos cruciales de la problemática continental, pero ninguno avanza sobre las causas o raíces de dichos factores, tampoco sobre los procesos que han contribuido a exacerbarlos, a colocarlos en el centro de la preocupación regional. Para una comprensión más cabal, es indispensable pasar de los efectos a las causas y las cadenas de transmisión de la problemática regional.
Una tarea de esta naturaleza requiere primordialmente ajustarse a algún marco teórico que nos permita, primero, señalar los criterios relevantes para analizar la realidad latinoamericana e identificar sus problemas reales y, segundo, identificar los modos y vías para resolver la problemática. A partir de ello, debería ser posible identificar tanto las causas de dichos problemas, como los procesos que han contribuido a colocarlos en el centro de la preocupación continental.
La teoría mínima que queremos presentar nos dice que el Estado y la sociedad requieren de modo indispensable producir una variedad de bienes y servicios públicos y privados, sin los cuales no es posible el desarrollo y, por tanto, mejorar los niveles y la calidad de vida de la población. Sin una relación equilibrada y adecuada entre dichos bienes se generarán "cuellos de botella" u obstáculos estructurales, si existe una carencia crónica de bienes públicos, o fases de estancamiento, si la producción de bienes privados y, por tanto, la inversión privada, se halla constreñida o limitada.
Partiendo de esta premisa básica, podríamos efectuar una breve inspección acerca de la pertinencia y plausibilidad de la misma. En las sociedades latinoamericanas observamos que el rasgo más destacable de su formación económico-social, junto a la pobreza y sus mil caras –informalidad, vandalismo, marginación, corrupción, etc.- es la insuficiencia crónica de bienes y servicios públicos y colectivos, muy particularmente en las áreas de servicios básicos y sociales, y en el área de las actividades productivas. Por ejemplo, sin caminos, salud, agua para riego, energía y respeto de contratos, no es posible encarar la mayor parte de los proyectos de inversión, por lo que dichos factores se constituyen en el eslabón clave o determinante para llevar adelante la inversión privada. La pregunta entonces debe planteársela desde la perspectiva de la provisión de bienes públicos, puesto que éstos se constituyen en el eslabón más débil y determinante de la cadena de eventos que producen y reproducen las condiciones de pobreza, desigualdad y estancamiento en la región.
El neoliberalismo –nos estamos refiriendo aquí a una de las cadenas de transmisión de la problemática regional (otras cadenas tienen que ver con la democracia, la diversidad étnico-cultural, la acción de las élites, la intervención foránea, etc.)- originalmente fue planteado como panacea, como el deus ex machina que nos ayudaría a salir del marasmo. La pregunta que es pertinente plantear desde la perspectiva aquí desarrollada, es si el neoliberalismo, mediante el "Consenso de Washington" y las libres fuerzas del mercado, podían conducir a las sociedades latinoamericanas a producir los bienes públicos suficientes, en la cantidad y diversidad requeridos, para hacer frente a sus obstáculos estructurales y a sus requerimientos de desarrollo. La respuesta evidente en todo el continente es que no podía, simplemente porque el mercado es incapaz de proveer bienes públicos, mucho menos en las cantidades y variedades requeridas por las economías latinoamericanas. De ahí que el "problema estructural" de la receta aplicada es que ésta no podía funcionar, simplemente porque era como pedir "peras al olmo" pretender que el mercado provea los bienes y servicios públicos y colectivos requeridos. Lo del "Consenso de Washington", en este marco, se constituyó en el medio que exacerbó aún más las debilidades del continente, en particular, la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades, que han conducido a su vez a acentuar la corrupción, distorsionar el juego democrático, debilitar al Estado y acabar con los sistemas de partidos.
Si lo señalado es así, es decir, si los bienes públicos son cruciales para el desarrollo y las inversiones privadas sólo surgen si existe la cantidad y variedad adecuada de dichos bienes, y si por otra parte el mercado es incapaz de proveer bienes públicos adecuada y oportunamente, entonces la pregunta central es, qué se requiere para producir bienes públicos, cómo se lo hace. La respuesta clave es que los bienes públicos son por esencia acción colectiva organizada, es decir, es la sociedad, mediante sus organizaciones públicas estatales –como el Gobierno central, los gobiernos subnacionaless- y las no estatales –como asociaciones de ciudadanos, de productores, ONGs, etc.- la que debe definir y resolver qué bienes son útiles o indispensables para fomentar sus respectivas economías, qué bienes y servicios públicos y colectivos es indispensable proveer y producir para que las inversiones privadas fluyan, para poner en valor los recursos en poder de los privados y crear oportunidades de empleo para todos los factores de producción desocupados y multiplicar la producción de bienes privados. Sólo en la medida en que ello suceda, será posible el desarrollo –como potencia disponible, gracias a los bienes públicos- y el crecimiento económico –como potencia aprovechada, gracias a la inversión privada complementaria.
A partir de este trasfondo teórico, la cuestión ya no es entonces, cómo se hace para que las fuerzas del mercado aparezcan en la región en su estado más puro, más libre, que ocasionen las menores distorsiones en el sistema de precios –todos requisitos esenciales desde la perspectiva de la teoría pura de la libre competencia y del neoliberalismo-, sino la pregunta crucial es, qué debe hacer la sociedad latinoamericana para proveerse de bienes y servicios públicos y colectivos en la cantidad y variedad adecuadas para superar los obstáculos estructurales que la aquejan, para poder elevar significativamente los niveles de empleo y bienestar y mejorar la distribución del ingreso y las oportunidades en la sociedad.
Plantear la pregunta pertinente en medio de los escenarios de desconcierto reinantes, orientando adecuadamente el esfuerzo de las sociedades latinoamericanas –e inclusive de otros continentes- a las cuestiones relevantes, ya es ganar media batalla, ya es encaminar certeramente y aprovechar constructivamente las energías sociales hacia la solución de nuestros graves problemas, desajustes y desencuentros. Esperamos que las preguntas y cuestiones aquí planteadas contribuyan a aclarar nuestro rol, a precisar nuestra tarea de cara al futuro. Así lo exigen los hombres y mujeres de nuestra tierra.
(*) Economista, consultor en análisis regional.
czapata@acelerate.com.
Esta nota ha sido leída aproximadamente 3573 veces.