Seguía diciendo Argenis: “CAP le sacó un revólver al diputado Arturo Hernández Grisanti y por poco no disparó. Él siempre ha sido así, violento, y en veintidós años de democracia ha ordenado la muerte de unas quince mil personas, sin contar desaparecidos. CAP se dice macho, valiente, fregado. Lo dice, lo pregona. Su casa está blindada. Es un verdadero búnker. Tiene un ejército privado. Controla las llamadas telefónicas. Tiene una lista de personas con quienes arregla cuentas. Porque él matará u ordenará la desaparición de todos aquellos que escribieron contra él y lo llamaron ladrón, putañero, asesino, mantenedor de prostitutas, rico ilegal, cobrador de comisiones, extorsionador, torturador, estafador. Él le arreglará las cuentas a todo aquel que dijo que sus hijas se casaron con estafadores. El hará desaparecer a sus acusadores ante la mirada cómplice de la policía y del doctor Feo quien se encargará de justificarlo y defenderlo ante los tribunales. Con CAP están los que se enriquecieron y mataron durante su quinquenio. ¡Ay de aquel que se atraviese en su camino! Se atravesó Jorge Rodríguez y murió en una celda. Fue golpeado hasta morir. Se atravesó el penalista Carmona y fue acribillado a balazos en medio de una multitud que huyó despavorida. Sus hombres asaltaron y ametrallaron una pensión en Valencia y mataron a todos los que ahí dormían. Los asesinos eran alumnos del doctor Feo y el doctor Feo no le rinde cuentas a otro que no sea CAP, su jefe absoluto, su dueño y señor. Los jueces tiemblan ante el doctor Feo y al doctor Feo y a sus jueces y abogados los llaman La Tribu de David. El país está pasando por un mal momento. Los asesinos se han reencontrado porque la justicia quiere atrapar al pandillero Diego Arria, saboteador del avión del candidato presidencial Renny Ottolina y ladrón de los terrenos de Antímano, El Cementerio y Camurí Grande. Y si el doctor Feo es la mano derecha de CAP para los asuntos "legales", Arria es la mano izquierda para los atentados y latrocinios. A CAP lo atacan, pero tímidamente, desde algunas publicaciones. CAP, por eso se ríe y dice: ¡Saldré limpio, saldré incólume. Soy víctima de una falacia, de una confabulación!”
Y añade Argenis: “Y como es Senador Vitalicio y cuenta con eso que llaman inmunidad parlamentaria viaja todas las semanas a encontrarse con su amante. Un día se ven en Nueva York. Otro día en Lisboa. Otro día en Marbella, donde bailan hasta el amanecer. Otro día se encuentran en Cúcuta, o en Madrid, o en Londres, o en París o en Oslo; en todos esos sitios tienen chalets, mansiones, casas, apartamentos. Su amante es una protegida de los gobiernos del mundo occidental, y su cuenta, su fabulosa cuenta, goza del secreto bancario. El Estado venezolano, por una carta de crédito que firmó la Corporación Venezolana de Fomento, está obligado a pasarle veinte millones de dólares anuales a la Cecilia Matos.”
Después de CAP, con el país completamente pervertido, le sucedió un Luis Herrera Campins sin nada en los nísperos. Fue un presidente folklórico y gris a quien los medios pusieron contra las cuerdas y lo sofocaron hasta convertirlo en un mero muñeco de guiñol. Luego volvería el adeco borrachín de Lusinchi con su reina Blanca Ibáñez a postrar a generales y obispos a los pies de su barragana. Vendrían detrás los otros dos eunucos cantinfléricos que ya había detentado el poder, el CAP y la momia de Caldera. Y ya el solio presidencial estaba preparado, para entregarle un periodo al caudillo Alfaro Ucero y el siguiente a Salas Romer. La disputa para las sucesiones de estos muermos seguiría con pleitos entre Eduardo Fernández y Álvarez Paz, en enfrentamientos para darle un chance a los de la nueva generación de fascistas, con los patulecos de Primera Justicia desatados. Hoy Venezuela, con estos esperpentos tendría un petróleo a 20 dólares el barril; una pobreza del 70% y una miseria del 30%, una deuda externa por cien mil millones de dólares, el destino y la autoestima del venezolano por los suelos, la seguridad social en el limbo (a nadie todavía a estas alturas se les habría pagado sus prestaciones) y Cisneros y Marcel Granier, como siempre dueños de los partidos políticos. Así sería toda esa vaina.
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