Pasa el tiempo, pasan las explicaciones, y “la lucha ideológica en torno a la teoría económica marxista no se calma. Al igual que antes, la cuestión central es el concepto de plusvalía, de explotación del proletariado en el capitalismo”. Academia de Ciencias de la URSS, Ciencias Sociales, (Moscú, URSS), 1980, p. 217.
De entrada, se trataría, en el caso negado, de un problema determinado, y su única solución no puede dárnosla nadie mejor que el propio Carlos Marx.
La solución ofrecida por este extraordinario crítico de la Economía Política del siglo XIX, del pasado, y cuyos hallazgos hoy cobran más vigencia que antes. Un crítico por demás responsable y científico como es de esperarse de quien escribe dando enjundiosas demostraciones, como nadie antes, de tener un amplio y enciclopédico3 conocimiento científico en casi todas las ciencias más duras de los tiempos modernos, con inclusión de la compendiosa Filosofía Dialecticomaterialista, Derecho, Sociología-de la cual es pionero fundamental- Matemática, Ciencias Naturales, y no en su aspecto meramente técnico como lo es la correspondiente y rica taxonomía que las caracteriza, etc.
De quien para criticar a la Economía Política, la Macroeconomía, que él llamó Economía en su Conjunto, resulta absurdo y risible que pueda haber pasado por alto alguna contradicción absurda en su extensa e intensa obra, esta, llena de coherencia de elevado grado de exigencia cognoscitiva, escrita si a ver vamos, más para profesionales de aquellas especialidades que para legos.
Su responsabilidad científica la exhibió con máximos detalles en el Libro I de El Capital cuando allí afirma que en el mercado los precios reflejan y derivan exclusivamente del valor, que se venden según el valor de las mercancías, el valor trabajo, y lo escribe en razón que el valor trabajo es la variable común4 y subyacente entre todas las mercancías, con independencia de sus valores de uso, ya que estos son diferentes per se5, sin nada en común, salvo su cualidad intangible de ser satisfactorias de necesidades de variado tipo: alimento, calzado, religión, ropa, drogas, armas, periódicos, placer, metales feos y preciosos, petróleo, agua, tierra, etc.6 .
Cuando así lo hace, Marx logra demostrar con alta cientificidad que la ganancia concretada en las transacciones de compraventa no provienen del mercado que les sirva de escenario, sino que proviene de la explotación de unos trabajadores asalariados, a quienes el patrono no le paga completo ese valor que en forma de trabajo, o de fuerza usada para tratar materias primas, los trabajadores dejan allí fábrica adentro. No le paga completo porque sólo le reconoce la parte que por término medio cubre la fuerza de trabajo, o la mercancía que este trabajador pone en venta cuando contrata con patronos burgueses, pero como ésta fuerza puede crear más valor con su uso, entonces el excedente de valor creado lo recibe el patrono en forma de plusvalía. Plusvalía significa más valor que el valor de la fuerza de trabajo medida en salario causado y cobrado; se trata de un “sobreprecio” enterado al contado por el “comprador” de su propio salario.
La ganancia es expresión de explotación, o, sea, de poner a trabajar a personas capaces de crear riquezas por un valor X, a cambio de lo cual ellas terminan conformándose con un precio o salario inferior al de X. Mal podría explotarse al consumidor en el mercado, porque sería una situación inviable comprarle constantemente a quienes nos vendan por encima caro de lo que cuesta una mercancía, o sea, recibir menos valor que el representado por el dinero que paguemos.
Así las cosas, yendo a las fábricas, bastan con muestrear los distintos salarios en dinero que suelen pagar los patronos a los integrantes de su plantilla. Marx es preciso en el Libro I, Cap. I.I:
“Se podría imaginar que si el valor de una mercancía lo determina la cantidad de trabajo invertida durante su producción, cuanto más perezoso e inhábil es un hombre, más valor tiene su mercancía, puesto que emplea más tiempo en sus fabricación.. Pero el trabajo que forma la sustancia del valor es trabajo igual e indistinto, una inversión de la misma fuerza. La fuerza de trabajo de la sociedad toda, que se manifiesta en el conjunto de los valores 7 , sólo cuenta, pues, como fuerza única, aunque se componga de innumerables fuerzas individuales. Cada fuerza de trabajo individual es igual a cualquier otra, en la medida en que posee el carácter de una fuerza social promedio y funciona como tal, es decir, que en la producción de una mercancía sólo emplea el tiempo de trabajo necesario, o socialmente necesario. El tiempo socialmente necesario para la producción de las mercancías es el que exige todo trabajo, ejecutado con en grado medio de habilidad”
Ah, pero la Economía Vulgar o Burguesa recomienda a cada empresario que venda o vaya al mercado según los “costes marginales”8, es decir, según la unidad de mercancía que cueste más, por aquello de los “rendimientos decrecientes”. Como eso es así, resulta necesario y coherente que el conjunto de los empresarios vendan o acudan al mercado según lo que doy en llamar: plusvalía marginal 9 Bien, desde allí mismo, desde los prolegómenos de El Capital, Tomo I, Capítulo I, Subc. I (Cartago) queda claro que Marx reconoce, defiende, plantea y prevé la inevitable y azarosa conversión del valor trabajo en unos precios que pueden perfectamente diferir en un más o en un menos, o ser iguales, al valor creado en las fábricas.
En este caso, se trata, no ya de la oferta total de una empresa en particular (Libro I, El capital), sino de la oferta total de todo el capital en funciones de la economía productora de toda la plusvalía generada y retenida por el conjunto patronal (Libro III; misma obra). Toda oferta que enfrentará a la Demanda no menos global. Un capital total que internamente opera con diferentes “composiciones de capital”10, tal como dentro de cada empresa que opera con diferentes costos para cada unidad que va produciendo, ante lo cual la salida burguesa que garantiza a cada capitalista máxima ganancia (olímpica aberración burguesa y descarada) es la venta según la curva de costes marginales. Estos costes marginales, si a ver vamos, pueden admitirse desde el punto de vista anticapitalista, pero sólo a condición de que la Economía no marxista(la de los Samuelson, por ejemplo) admita que cuando los empresarios se enfrenta a la demanda total, como un capital in sólidum, entonces venderán según una curva de plusvalía o ganancias construida según las plusvalías marginales decrecientes crecientes o la curva de explotación salarial decreciente que se traduce en costos marginales crecientes. Las empresas del conjunto, el capital, vendería según la plusvalía marginal, que como decrece con las mayores inversiones de capital constante le garantiza a todos lo capitalista una tasa de explotación uniforme.
Así se toma las mercancías disociadas y aisladamente, una por una, de un mismo tipo, o a todas ellas bajo diferentes condiciones de venta, diferente intensidad de las pujas entre vendedores y comparadores, y con diferentes precios sumados en todas, lugar y momento, pero mercancías que analizadas en su conjunto, terminan valiendo tanto valor como el que tienen al salir de la fábrica. Y si esta metamorfosis comercial rige para una mercancía, para su correspondiente precio-valor, obviamente regirá también para toda la producción de todas las diferentes mercancías, diferentes en cuanto a valores de uso y de valor de cambio.
Desde luego, Marx también, y en el mismo Libro I, Cap. IV, de la misma obra, introduce el dinero como mercancía sui géneris porque este durante el capitalismo cobra una importancia, connotación, significado y funciones radicalmente diferentes al dinero meramente intermediario de modos de explotación anteriores, recogido en la famosa fórmula M-D-M’.
En este sistema burgués, el dinero, o mejor dicho, el “capital” que el representa queda claro y evidenciado en la siguiente fórmula:
D- M… P… M’-D’, para D y D’, respectivamente, = Inversión de capital inicial y c. final al término de la producción. Obsérvese: no decimos al término de la venta de la producción porque sencillamente, si lo hacemos estaríamos convalidando lo que negamos, esto es, introduciríamos la posibilidad, negada de antemano, de que el valor de la fábrica pudiera diferir de “precio” tomado en el mercado; sería contribuir con la crasa confusión de una supuesta contradicción entre los Libros I y II que nos ocupan. Y para: M y M’, respectivamente, = Inversión en Capital mercancías cambiadas por capital dinero, y capital mercancía listo para su reconversión en capital dinero. Se presume un capital D < D’, e igualmente: M ≠ M’.
En el Libro III, Marx se limita a presentar ampliadamente todo ese proceso de cambios-presentado en el Libro I en reducida escala microeconómica-que sufren los valores salidos de fábrica, luego de pasar por las cribas de las pujas de compraventa, pero, además y principalmente, valores que deben sufrir una adecuación macroeconómica que deje satisfecho a los diferentes capitales en juego, porque, así como los precios de venta de una fábrica deben adecuarse y uniformarse alrededor de los valores medios de todas sus mercancías, la puja de todos será con la finalidad de vender a un precio “ derivado de la producción” o precio de producción tal que le deje a unos y otros una tasa media de ganancia igual para todos.
Los capitales venderán, pues, unos a un precio igual al valor de fábrica, otros a un precio superior al valor de sus fábrica, y otros a otro precio inferior a su valor de f. Se trata de precios de producción que no respetarán el valor particular de cada empresa, ni de cada sector, pero sí el valor del conjunto del capital mercancía, que garantiza ganancias medias parejas para todos los empresarios, con lo cual la competencia queda transitoriamente detenida. Las fugas de capital intraclasista se frenan, la economía se estabiliza, y así seguirá hasta que un nuevo peldaño superior en el desarrollo de los trabajadores vuelva a desigualar las tasas de ganancias particulares, y se reinicie así un nuevo ciclo de movimientos de capitales que se venderán a nuevos precios de producción, pero igualmente satisfactorios a nivel macroeconómico mediante tasas medias iguales para todos, quienes venderán a precios de producción en el sentido de que sólo así toda la riqueza nueva, la plusvalía global, queda uniforme y socialmente distribuida entre todo el capital del PIB.
1 http://www.sadelas-sadelas.blogspot.com marmac@cantv.net
2 http://www.aporrea.org/ideologia/a120875.html (Problema de la Transformación, Segunda Edición)
3 En muchos de sus escritos, el renombrado y trascendente Aristóteles más especuló que teorizó. En materia de valor, pongamos por caso, demostró la existencia de inzanjables dificultades y limitaciones históricas que precisamente Carlos Marx reivindica como connaturales al desarrollo mismo de las ciencias que va elaborando el hombre cuando cruza con éxito los modos de explotación que han privado hasta ahora.
4 Ese rasgo común no a ojos vistas el que desde antes de aparecer el capital o el dinero como expresión de las relaciones sociales de clase
5 Por esa razón, los Economistas no vulgares, ejecutivos de la concepción marxista de la sociedad, formamos una masa integralmente uniforme, de un solo tejido, mientras que los Ingenieros economicistas, al lado de los Economistas Vulgares o apologistas obtusos del capitalismo, andan inevitablemente dispersos en gremios o especialidades en función de las distintas formas fisicoquímicas que sirven de base a la producción artificial de las miríadas de valores de uso. Una cosa muy diferente es la Ingeniería Agrícola, y otra, la I. Eléctrica, por ejemplo, sin que ello desdiga de sus asociaciones políticas en comunes colegios o gremios ad hoc. Los médicos jamás podrán uniformar su moral ni sus profesiones porque se hallan inevitablemente divididos en la base misma de sus clínicas, de sus ejercicios profesionales, y en función de los diferentes órganos y correspondientes fisiologías, morbosidad y patología, incluidas como irregularidades que representan la razón de ser de cada una de esas especialidades profesionales.
Los llamados Economistas Vulgares, como puede apreciarse en los hechos, suelen formar un solo gremio por estar fuertemente unidos en su oposición a ultranza contra el Marxismo y en no reconocer que dentro de las fábricas burguesas reina la explotación del hombre por el hombre; que allí se explota a los trabajadores cual se hace con los campesinos cuando estos trabajan las tierras de labrantío. o con los mineros cuando extraen y procesan parcialmente el mineral silvestre de rocas mares y ríos, y se sigue haciendo con los animales de tiro.
De allí que nos haga mucho ruido cuando alguien se hace llamar, digamos, “Economista Petrolero”, ya que, en todo caso, querrían decir Ingeniero Petrolero. Por el contrario, cuando decimos Economista a secas estamos refiriéndonos a los profesionales de la Economía Científica, la que trata el problemita de la plusvalía, del Estado, los valores de cambio, el dinero, etc., pero no como simples vocablos de un argot que por su amplio alcance popular suele ser manejado y asumido indistintamente hasta por los bodegueros de esquina peor ilustrados.
6 Una falsa concepción lanzada al mundo por connotados apologistas burgueses, por los Economistas Vulgares y clonada por Ingenieros de costes, por Contables burgueses y afines, afirma que la tierra no tiene precio, y que el petróleo tampoco lo tiene. Estos irresponsables dicen apoyarse en el valor trabajo, paradójicamente negado por ellos mismos. Desde luego, ningún pedazo de tierra puede ser producido en fábrica alguna, pero sí a cielo abierto con el concurso de los campesinos e Ingenieros del Agro, porque una tierra desértica e inferaz o desconocida , de perogrullo mal puede tener valor si no ha recibido el valor trabajo de ninguna persona, o porque la recibió destructivamente. Pero las tierra que trabaja el campesino y el minero tienen un valor per se largamente añadido por incontables generaciones ancestrales. Cuando un asalariado rompe el hilo en la fábrica de tejido, a estos destruye tejidos en lugar de crearlos. Esta falsa concepción se halla en toda la Literatura de Economía no marxista.
Sirva el Chaco Paraguayo actual con sus buenas décadas de valor agregado a sus inhóspitas tierras procedente de la fuerza de trabajo de los menonitas. La Naturaleza no nos provee de agua ya lista, sino que ha respondido a largos procesos de adecuación de los demás recursos hidráulicos complementarios respetados por el hombre en las cabeceras de los nacientes ríos y quebradas, cosas así. En tal sentido, las talas son ejemplo de trabajo humano destructivo, o de desvalorización.
7 El subrayado cursivo es mío.
8 http://es.wikipedia.org/wiki/Coste_marginal
9 Esta categoría pertenece a mis propias aportaciones en esta crítica a la Economía Política o al Capital, visto este como relación social.
10 Cónfer: Nota II, http://www.aporrea.org/ideologia/a120875.html
marmac@cantv.net
27/03/2012 18:58:27