Posiblemente yo moriré antes que Fidel Castro (Luis Posada Carriles, 12 de Julio de 1998, New York Times).
Los que piensan que el arresto del terrorista internacional al servicio de Estados Unidos, Luis Posada Carriles, fue un “gran fraude y un intento por protegerlo” están equivocados. La conferencia de prensa en Miami de este ex agente de la CIA, con más de 40 años de experiencia en oscuras acciones y que datarían desde el complot para asesinar al presidente Kennedy, fue un acto desesperado para salvar su vida.
Posada Carriles, instruido y protegido en los años 1970 – 1990 por uno de los más siniestros y habilidosos espías del siglo XX, teniente general Vernon Anthony Walters, supo que después de vivir abiertamente un mes en Miami y que el departamento de Estado norteamericano lo niegue, era un aviso que temió siempre: “comida terminada, amistad acabada”. Entonces decidió anunciar públicamente su existencia y salvar el pellejo.
Estados Unidos era la única alternativa que le había quedado a este ex miembro de operaciones “Cóndor”. Ya no podía quedarse ni en Honduras ni en ningún país de América Latina debido a su largo prontuario de terrorista y torturador. Los chilenos, cubanos, salvadoreños, guatemaltecos todos querían saldar sus cuentas con el.
Los venezolanos le persiguen porque en “Los Tigritos”, las celdas del sótano de la Policía donde Posada, alias “Comisario Basilio’ secuestró, torturó, ejecutó y desapareció durante siete años, a decenas de presos políticos. El mismo lo confiesa en su libro, “Los Caminos del Guerrero” (1994)…"me estaba jugando al duro y sin cartera. Yo los perseguí fuerte, muy fuerte; mucha, mucha gente resultó asesinada”.
Una de sus víctimas, Jesús Marrero que sobrevivió la pesadilla de los tigritos, contó como el jefe de operaciones de la policía política, Luis Posada Carriles los interrogaba: “casi cada noche el comisario Basilio dirigió las torturas usando electricidad, golpes con barras de metal , colgaduras, también nos metían barras de metal en los oídos. Los que pasamos por sus manos jamás olvidaremos su rostro y su penetrante y fría mirada”.
El Comisario Basilio no solamente se dedicaba a la lucha anticomunista, la combinaba con el tráfico de cocaína vía Colombia-Venezuela-Miami y el tráfico de armas. Por eso la CIA en 1976 rompió su enlace oficial con él, pero sin embargo, seguía utilizándolo para sus operaciones en América Latina. Desde Venezuela, junto con su amigo de la misma catadura, y agente CIA Orlando Bosh, organizó la voladura del avión DC-8 de Cubana Aviación el 6 de octubre de 1976, donde murieron 73 personas, en su mayoría adolescentes, integrantes del equipo juvenil cubano de esgrima. El mismo año participó en el asesinato del ex canciller chileno Orlando Letelier y de su secretaria Ronny Moff en Washington.
Tras su arresto por el acto terrorista, que el llama el “sabotaje”, fue transferido a la prisión de alta seguridad en el Cuartel San Carlos, Caracas. Allí, después de 8 años tras rejas, entró en una depresión que alarmó a la CIA ya que temía que su agente abriera la boca. Entonces la “Compañía” mandó al hermano de Jorge Mas Ganosa, Ricardo con 50,000 dólares para sobornar a los carceleros y liberar a su agente (New York Times). Así lo hicieron escapar a El Salvador donde ya lo estaba esperando el otro agente de la CIA, Félix Rodríguez famoso por dar orden de ejecución de Che Guevara en Bolivia.
En El Salvador se reincorporó otra vez al trabajo oficial para EE.UU. siguiendo órdenes del tristemente famoso Oliver North. Participó en la creación de los escuadrones de la muerte, uno de los cuales asesinó a monseñor Romero. También luchó contra la revolución sandinista en actos terroristas contra la población civil.
Después fue transferido a Guatemala donde se dedicó a lo que conocía mejor: escuadrones de la muerte y actos terroristas contra la tierra que le dio la vida y donde hasta ahora siguen viviendo sus familiares, Cuba donde no se atrevió a organizar los atentados contra las instalaciones militares y gubernamentales sino contra hoteles y turistas, recibiendo por cada explosión 15,000 dólares, supuestamente de la Fundación Nacional Cubana Norteamericana presidida por Jorge Mas Ganosa. En sus descansos en Miami espiaba a la colonia cubana y hasta a su “amigo” Orlando Bosh.
Su carrera de terrorista tuvo su intermedio cuando el 28 de febrero de 1990 tres pistoleros descritos por Posada Carriles como oficiales de inteligencia de Cuba lo acribillaron en la ciudad de Guatemala. Sin embargo, logró sobrevivir al atentado y se recuperó después tres operaciones y dos años de convalecencia. Pero como "gallina que come huevos, aunque el quemen el pico", a finales de 1992 regresó a su carrera delictiva.
Después de un fallido intento en Perú, en el año 2000 fue encarcelado en Panamá por tratar de asesinar a Fidel Castro. Después de su liberación comprada estuvo en Honduras viviendo a salto de mata y perseguido por los espíritus de sus víctimas, y también por los no tan muertos que tratan de enterrar al testigo incómodo. Baste decir que el famoso investigador holandés, Wim Dankbaar vincula al joven Posada Carriles, entonces con 34 años, con el asesinato de John F. Kennedy y otros crímenes cometidos en los Estados Unidos.
Cuenta Dankbaar en su documental "Second Look" que los "tres individuos arrestados después del asesinato de Kennedy contaron que Posada Carriles, que usaba el apodo Hunter (cazador), estaba cerca del lugar del crimen y es posible que él fuera uno de los francotiradores que dispararon contra Kennedy. Por algo tenía el certificado de francotirador del ejército norteamericano". Pero eso ya nadie puede comprobarlo por que todas estas personas fueron asesinadas misteriosamente, a no ser que el propio Posada se decida a contar su verdad.
El ex jefe de la inteligencia cubana, general en retiro Fabián Escalante, sostiene en su libro "El Complot" que, de acuerdo a los informes del servicio de inteligencia cubano, Lee Harvey Oswald tuvo una reunión con el grupo de terroristas cubanos donde estaban presentes los hermanos Novo, Orlando Bosh, “Tony” Cuesta y Luis Posada Carriles en una casa clandestina de la CIA en un suburbio de Miami.
Con tantos antecedentes, tantos vínculos criminales y tantos secretos de estado conocidos, cualquiera viviría asustado esperando un atentado o algo más siniestro. En su entrevista en 1998, Posada Carriles dijo con amargura: “la CIA nos enseñó todo: los explosivos, como matar, colocar bombas, nos entrenó para los actos de sabotaje y nos llamaban patriotas. Ahora los tiempos cambiaron y los actos de sabotaje se convirtieron en terrorismo. Fuimos traicionados por los americanos”.