No hay forma alguna que pueda justificar la propiedad individual, corporativa, industrial y militar de la ciencia y sus tecnologías. Nadie puede atribuirse como propio, dispositivos, sistemas, ingenios y descubrimientos, aun habiendo desarrollado las estrategias metodológicas personales o colectivas. La razón es muy simple: la ciencia, el conocimiento y las tecnologías derivadas de éstos, son acumulativos, es un legado y patrimonio de nuestra especie y nadie puede atribuírselos como propio; pues todos ellos, están basados sobre conocimientos pre existentes. Así por ejemplo, si alguien quisiera fabricar un instrumento tan elemental como un sacapuntas partiendo desde cero conocimientos sería necesario, entre tantos acontecimientos, pasearse por los eventos siguientes:
Dominar el fuego (3.500.000 años),
Desarrollar la escritura (3.996.500 años),
Desarrollar la geometría (3.999.700 años),
Aprender la técnica de fabricar papel (3.999.895 años),
Desarrollar el cálculo diferencial e integral (4.001.669 años),
Desarrollar la electricidad (motor eléctrico, 4.001.823 años),
Descubrir metales como el aluminio (4.001.825 años),
Sintetizar, si fuere el caso, el plástico (4.001.855 años) y
Obtener aleaciones como el acero (4.001.856 años).
Es decir, que para fabricar ese objeto tan conocido, tendrían que transcurrir millones de años. Igual razonamiento es válido para cualquier dispositivo o sistema de uso diario, pues el conocimiento científico, como se dijo anteriormente, es un evento acumulativo en el tiempo; en otras palabras, el intelecto humano en tiempo corto no podría fabricar un sacapuntas partiendo de cero conocimientos. Tendría que cubrir todo el tiempo desde que el primer homínido puso sus pies sobre la tierra hasta la invención de la escritura y desde ésta, hasta tiempos recientes; pues la ciencia y por ende el conocimiento, en ese aspecto, son eventos a los que se llega, no de los que se parte. Razón tenía Goethe, quien en uno de sus pensamientos decía: “Si yo pudiera enumerar cuánto debo a mis antecesores y contemporáneos, no me quedaría nada en propiedad”. En esos más de 4 millones de años, referidos anteriormente, la especie humana ha acumulado una enorme masa de conocimientos, particularmente en los últimos 400 años. Sí, el conocimiento está ahí y es patrimonio de toda la humanidad, por tradición y herencia nos pertenece; estamos convocados a hacer uso de él, es nuestro derecho, pero para traducirlo en el lenguaje de las tecnologías, es menester desarrollar el intelecto y ello es posible a través de una educación de calidad.
Las tecnologías (aplicación del conocimiento científico), en el sentido de su crecimiento espectacular, es reciente. El poder económico, rápidamente se percató de las bondades y los beneficios que podrían generarle las tecnologías. Teniendo como norte las ganancias, sus prácticas con el tiempo se han traducido en el surgimiento de terribles desigualdades sociales y en un impresionante deterioro ambiental que pone en peligro real, la vida en el planeta. Así que cuando alguien (individual o colectivamente), desarrolla dispositivos, sistemas o materiales, con una o varias aplicaciones, de inmediato dice que tal o cual cosa fue inventada por él y corre a patentarlo, sin percatarse (o sabiéndolo), que sus descubrimientos no son, ni más ni menos, que una pequeña banda en el gradiente de conocimientos acumulado a la largo del tiempo. Por eso, las patentes son perversiones del sistema capitalista. Hay quienes sostienen que las patentes ayudan a promover el progreso, pero otros argumentan que las mismas pueden convertirse en boomerang en contra de desarrollo científico técnico. En todo caso, una investigación puede considerarse como un aporte al acervo científico técnico de la humanidad, como lo hicieron nuestros antecesores y como seguramente lo harán, las generaciones futuras.
Existen por lo menos dos razones que establecen las perversidades de las patentes:
El conocimiento científico técnico es patrimonio y legado de la humanidad, por tanto no se debería patentar.
Algunas pueden impedir o inhibir la investigación “básica” y en consecuencia, obstaculizar el desarrollo; esto último aparece como fenómeno verdadero en biotecnología, donde las patentes o herramientas de investigación (productos y procesos vitales en la experimentación), que suele crear derechos de propiedad intelectual, afecta diversas áreas de la investigación científica.
Como se ve, las patentes y los derechos de autor (con las cuales tenemos que convivir), son estrategias expoliadoras del conocimiento científico técnico, el cual es legado y patrimonio de la humanidad.
Se dispone de referencias en reserva que sustentan y amplían la información aquí vertida. Si algún particular o institución pública (Ministerios, Universidades, Institutos Tecnológicos y Centros de Investigación), tiene interés en intercambiar ideas, sugerencias y propuestas, sobre educación y desarrollo nanotecnológico, favor contactar a:
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El autor es: Lic. en Biología, Escuela de Biología Facultad de Ciencias UCV
Dr. en Ciencias Biológicas, USB
Profesor Titular, UNEFM, Coro Estado Falcón.