De alcaldes abecedario a alcaldes revolucionarios

Desde junio de 2005 cuando fue aprobada la vigente Ley Orgánica del Poder Público Municipal, hemos venido hablando de usar la ley para realizar la transformación radical y efectiva del poder local, expresión próxima de la institucionalidad del Estado con el ciudadano, sujeto central de la Democracia participativa y de la Revolución Bolivariana.

El balance de estos años nos dice a todos los venezolanos que desde el Poder Municipal NO se está construyendo la Revolución porque nuestros alcaldes y alcaldesas, con alguna tímida excepción, NO han dejado de actuar con los criterios de los “alcaldes abecedario”.

¿Y qué es un alcalde abecedario? Es aquel que cree que una gestión de gobierno es extraordinaria si se concentra en cemento, cabilla, granzón, pintura y otros materiales de construcción, privilegiando la inversión del presupuesto en “obras” sin atender otros problemas de interés de la gente como por ejemplo, la seguridad ciudadana, la lucha contra el acaparamiento y la especulación y la preservación ambiental.

Un alcalde abecedario es aquel que impide la participación ciudadana, como legitima manifestación de la soberanía popular y maneja los presupuestos de los consejos comunales con la excusa de que “aún el pueblo no está preparado para administrar recursos públicos”.

Un alcalde abecedario es el que practica el clientelismo electoral y privilegia el asistencialismo para secuestrar la voluntad de la gente doblegándola por el estómago, olvidando los principios éticos y morales de la Revolución.

Es aquel que teme al Poder Popular y castra la gestión de los consejos comunales y organizaciones comunitarias, condicionando la entrega de recursos a la sumisión y a la colonización política para sus aspiraciones individuales.

Un alcalde abecedario es aquel que usando los recursos públicos se ha apropiado del PSUV y lo ha convertido en un aparato monigote que defiende sus intereses personales y de grupo, liquidando el debate democrático interno y excluyendo a los aliados de la Revolución.

Un alcalde abecedario solo tramita “obras”, olvidando que la Constitución orienta la gestión de los gobiernos locales hacia la “ordenación y promoción del desarrollo económico y social; la dotación y prestación de los servicios públicos domiciliarios, la aplicación de la política referente a la materia inquilinaria con sentido de equidad, justicia y contenido de interés social, de conformidad con la delegación prevista en la ley que rige la materia, la promoción de la participación, y el mejoramiento, en general, de las condiciones de vida de la comunidad....” por lo cual está en el deber de desarrollar proyectos e invertir recursos, más allá del cemento y la cabilla, en ordenación territorial; patrimonio histórico; vivienda de interés social; turismo local; recreación; arquitectura civil; nomenclatura urbana y rural; señalización y ordenación del tránsito de vehículos y personas en las vías municipales; educación vial para combatir la anarquía en la circulación de bicicletas y motos; Justicia de paz; prevención y protección vecinal y servicios de policía municipal; defensa del consumidor y usuario de servicios; combate a la especulación; seguridad ciudadana; protección del ambiente y saneamiento ambiental; protección civil; salubridad y atención primaria en salud; servicios de protección a la infancia, adolescencia y a la tercera edad; educación preescolar; servicios de integración familiar de las personas con discapacidad al desarrollo comunitario; servicios de prevención y protección; servicio públicos como agua potable, electricidad, gas doméstico, cementerios y servicios funerarios, entre tantos otros que le atribuye la Constitución Bolivariana, las leyes nacionales y las Ordenanzas.

Desde que se aprobó la ley hace 8 años, los resultados de la gestión municipal de los alcaldes bolivarianos no se diferencian en nada a las prácticas de los alcaldes de la IV República. De allí nace el término “alcaldes abecedario” que hemos venido utilizando desde 2005 en conferencias, charlas, debates y clases en la universidad, para graficar el viejo modelo de gestión del bipartidismo adeco copeyano.

Por cierto, recuerdo una conferencia sobre el Poder Municipal en la ciudad de Colón en 2006, cuando explicaba el concepto de alcaldes abecedario (A de aceras, B de brocales, C de cunetas, D de drenajes, E de enclaocados y F de ferias) un asistente a la reunión dijo: agréguele la G. Intrigado, pregunté su razón y la persona respondió: la G de guisos que hacen con las letras anteriores.

Por la propia naturaleza de la gestión que ejecutan, los “alcaldes abecedario” están asociados con los lastres de la corrupción, la ineficiencia y la demagogia. La gravedad del asunto y la preocupación que genera en las bases electorales de la Revolución, obliga tratarlos en próxima nota.

A propósito de las elecciones internas de candidatos a alcaldes y alcaldesas dentro del PSUV, hay que retomar el tema con sentido crítico. Debemos migrar de los alcaldes abecedario a los alcaldes revolucionarios. La gestión desarrollada por el Poder Municipal en estos tiempos, está en deuda con el Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, con la Democracia Participativa, con el Poder Popular, con la Revolución y con el Socialismo Bolivariano.

Este asunto no puede pasar desapercibido a la hora de escoger candidatos. Prohibido equivocarnos otra vez.


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