El núcleo central del tema es la imposibilidad, hasta el momento, de despejar las dudas e indicios sobre los peligros para la salud de los alimentos provenientes de semillas modificados con biotecnología (“transgénicos”), además de daños sobre la biodiversidad y la ecología. La empresa Monsanto y sus congéneres (Syngenta, DuPont-Pioneer, Dow, Bayer, Basf, Novartis, Zeneca y Agroevo) pugnan a cualquier precio para plagar de cultivos transgénicos al mundo.
Hace apenas un mes fue aprobada subrepticiamente una enmienda de ley en el senado de Estados Unidos mediante la cual, por un tiempo de seis meses y mientras se toma una decisión definitiva, los cultivos transgénicos, sus semillas, cosechas y los agricultores que las emplean son inimputables ante la ley y se prohíbe a los jueces abrir causa judicial alguna por estos motivos. Es decir, los cultivos transgénicos están más allá de la ley, más allá del bien y del mal, independientemente de que existan sospechas sobre los peligros que conllevan para los seres vivos. Pregunta suelta: ¿los países que han firmado tratados de libre comercio (TLC) con Estados Unidos tendrán que someterse a esta legislación espuria?
Lo triste del asunto es que la enmienda de la ley fue liderada por el Senador Roy Blunt del partido republicano quien ha recibido de Monsanto dineros para la campaña electoral en la que fue candidato. El gazapo legislativo fue introducido doblado, entreverado, en una larga lista de leyes de presupuesto para múltiples propósitos, lo que llaman los tahúres del dominó “una cabra” y el presidente Obama la aprobó, la sancionó con su firma. Para consuelo de tontos, la Senadora Bárbara Mikulski, presidenta de la comisión que aprobó el disparate, pidió disculpas públicamente (tarde piaste pajarita) por haber pasado inadvertido el contrabando legislativo bautizado desde entonces con el remoquete de “ACTA DE PROTECCIÓN A MONSANTO”.
Sin embargo, no son los intríngulis legislativos vergonzosos del país más desarrollado del planeta, ni la intención sórdida de las empresas que producen y comercian transgénicos lo que motiva esta nota. Tampoco se desea someter al escarnio público a los senadores mercenarios por un puñado de dólares ni a las empresas transnacionales que difunden los presuntos venenos por el mundo, porque se sabe de antemano que cuando la caja registradora canta todo el mundo capitalista, se contenta. El motivo central es cómo va a hacer el Gobierno Bolivariano para defender al pueblo de estos tóxicos peligrosos hasta cuando no se demuestre lo contrario.
Hay que hacer hincapié sobre la ausencia de inquina alguna contra Monsanto. Sucede que en Francia el biólogo molecular Gilles-Eric Séralini de la Universidad de Caen hace pocos meses publicó un trabajo experimental en el que demostró que animales de laboratorio alimentados durante dos años con maíz transgénico (maíz NK603 de Monsanto) presentaron tumores de mama, enfermedad hepática y renal, alteraciones hormonales con modificación de la fertilidad y un acortamiento del promedio de vida. La discusión suscitada asegura que estos efectos son bien conocidos por la empresa Monsanto y sus congéneres.
En América del Sur penetraron los cultivos transgénicos en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay para la producción masiva de soya y en México para la producción de maíz. En Paraguay, por ejemplo, en Octubre de 2012 fue aprobado el uso de cuatro tipos diferentes de semillas de maíz transgénico, luego de haber sido derrocado el Presidente Lugo quien había opuesto resistencia manifiesta a tales cultivos. De manera que estamos rodeados de transgénicos y se sabe que afectan la fauna de insectos, incluidas las abejas productoras de miel y acaban con la biodiversidad de los cultivos autóctonos como ha sido demostrado en plantaciones de maíz en México.
Entonces, el Presidente Nicolás Maduro y la Asamblea Nacional en las personas de su Presidente Diosdado Cabello y de los Presidentes de las Comisiones Permanentes de Ciencia y Tecnología, Ambiente, Diputados Guido Ochoa, Manuel Briceño y la Diputada María León de la Comisión permanente de Familia, tienen la enorme responsabilidad de emitir un pronunciamiento al respecto.
Países europeos como Francia, Polonia, Hungría, Alemania, Italia, Austria para solo mencionar algunos, se han opuesto al cultivo de maíz MON-810, pero la Unión Europea ha autorizado la papa transgénica de la empresa BASF.
Este cúmulo de informaciones contradictorias genera preocupación y angustia porque una vez introducidos tales cultivos es prácticamente imposible erradicarlos y se carece de evidencias para asegurar que los alimentos provenientes de estos artificios son seguros para la salud humana. Si varios países se han abstenido de autorizarlos, lo más sensato es analizar la pertinencia de una medida de prohibición temporal de precaución para evitar que las ofertas de un mayor rendimiento económico tienten a agricultores con poco escrúpulo y mucha ambición y se filtren semillas transgénicas dentro de nuestro territorio. Además este podría ser tema de discusión en las organizaciones multilaterales de América Latina. Lo relacionado con la burla a la soberanía nacional de los países que permiten tales cultivos merece otro escrito.
Las organizaciones del pueblo venezolano tienen la responsabilidad de elevar un estado de alerta para evitar daños potenciales a la salud. Esta actitud de precaución tiene fundamento en los Cinco Grandes Objetivos Históricos guía del desarrollo social y humano de Venezuela. La memoria del Presidente Chávez obliga a revisar este tema con celeridad porque él se opuso públicamente a su empleo dentro de nuestra patria.
mavet456@cantv.net
Mérida, 21 de Abril de 2013.