El revolucionario feo

Comúnmente oímos en las conversas “políticas” los análisis donde se acusa al pueblo de flojo en razón de su pretendida afición de vivir sin las penurias del trabajo y en última instancia igualmente se toma su capacidad del rebusque como una especie de maldición gitana porque según los pequeñoburgueses del pensamiento todo cuanto los rodea se basa en una clase baja propensa al desorden y la vagancia olvidándose de la anarquía del mercado desde donde a fin de cuentas se forjan todas esas condiciones supra-estructurales porque desde ese maravilloso mercado un especulador en un golpe sortario puede hacerse millonario o todo lo contrario con solo poseer papeles(acciones,bonos,títulos)donde el valor añadido en cada paso de mano esta signado por el afán de ganancias sin apremios y sudores. En este caso no hay criticas malsanas porque estos enemigos del trabajo productivo son libres analistas financieros muchas veces académicos cuya calificación deriva de sus conocimientos del azar apoyado en técnicas matemáticas pero en la práctica mas viven y se lucran de la información de burócratas con poder de decisión. Si uno se adentra en las profundidades del asunto se topa inmediatamente con una negra sicología donde el excremento del Diablo nos convierte en caimanes del mismo pozo a gran parte de los venezolanos y extranjeros actuando alrededor del Lago de la Dicha del Tesoro Nacional para el logro de un Ingreso por la vía del reparto de los beneficios del petróleo que no solo debe servir para las estadísticas mundiales y su exhibición por su importancia para el mundo. Entonces uno se indigna con el trato despectivo hacia Juan Pendejo quien no solo vive de las migajas que permean desde el Presupuesto Nacional sino que en el peor de los casos no actúa como Delincuencia Fiscal Organizada o como agente patógeno de la mala administración. El insano acusa sin honestidad alguna. Es decir el único vago con derecho a tomarlo todo es el empresario, el burócrata, especulador o tracalero de cuello blanco y laptop.

Vista esta estructura de poder a escala macroeconómica donde los santos están relegados a las capillas donde llevan sus limosnas los corruptos y donde el sistema financiero es una maraña de venezolanos donde se lavan las manos “los honestos pasivos” el peor pecado para un hombre de esta tierra es la “honestidad activa” que choca contra la ley de fiel cumplimiento como es la del contincoleo. El honesto activo, revolucionario de todos los tiempos es aquel capaz de hacer la denuncia respectiva con pelos y señales ante la autoridad del caso a sabiendas de estar soñando y con la seguridad de que el receptor del expediente es otro pillo o en el mejor de los casos un honesto pasivo que no hará nada. Al revolucionario con estas características lo pondrán en el lugar más retirado de mafias y guisadores sin importar su condición socio-económica hasta que la muerte lo rescate del archivo donde cumple condena y pase a mejor vida. En este territorio libre en América de honestos activos la existencia más difícil es para quien adquiere la horrorosa fama de no transarse con los corruptos por una razón esencial: a un empleado público no le pagan para delinquir si no para cumplir una función social donde debe prevalecer la honestidad activa. Decía el Comandante Guevara: Un revolucionario ante todo tiene que ser honesto.

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