Burocratismo, lentitud, criterios, prioridades y administración de recursos

Ante un dardo que me fue lanzado

Comienzo esta nota afirmando que nuestro gobierno bolivariano supo atender en todo momento la gestión cultural revolucionaria desde el punto de vista presupuestario. Es un hecho que Chávez le dio su lugar a la Cultura. A través de los recursos ordinarios y también de créditos adicionales de carácter especial, pudieron desarrollarse las necesarias políticas de refundación institucional con la aparición de 19 instituciones nacionales en pocos años, así como atender la masificación, democratización y desconcentración de la acción cultural.

No fue poca cosa lo que logró hacerse, incluyendo la creación de un Ministerio para la Cultura.

En ese sentido no faltaron, pues, recursos. Pero al mismo tiempo hay que entender que tampoco sobraron, pues las necesidades de la cultura no tienen límites.

Quiero decir que, de alguna manera, está claro que siempre estaremos en déficit con respecto a los sueños e ilusiones de una Revolución en marcha.

Es por eso que, al mismo tiempo que el gobierno hacía esos notables esfuerzos financieros para atender la cultura, se nos pedía insistentemente administrar esos recursos valiosos con mucha sabiduría. Y así lo hicimos. Y así se ha hecho hasta ahora.

Me acuerdo que en una ocasión le presenté al Presidente Chávez un plan para ubicar en todo el territorio varios centenares de pequeños centros culturales, de escala pequeña, un auditorio, una salita de exposiciones, una pequeña biblioteca. El monto de inversión era considerable. Me dijo Chávez, más o menos esto (lo recreo ahora en mi memoria): “Bueno, Farruco, está bien, pero primero te sugiero hacer un inventario nacional de cuántos auditorios y espacios aptos para la cultura existen en todo el país, subutilizados, desaprovechados, en universidades, liceos, Fuerza Armada, instituciones públicas y privadas de todo tipo, órganos de gobierno y así. Ya verás, Farruco que serán más de los que te imaginas, cientos, tal vez miles, que se construyeron y no se están usando adecuadamente, y que servirían para responder a las necesidades que me planteas. Es un problema de planificación, pero sobre todo de voluntad de coordinación y entendimiento”.

Administrar la gestión cultural no es fácil. Lo supe yo, lo supieron Héctor Soto y Pedro Calzadilla y lo sabrá con seguridad el nuevo ministro Fidel Barbarito. Siempre habrá más necesidades que recursos. La vida es y ha sido así en todo tiempo y lugar.

Digo ahora estas cosas, porque ayer, en un conversatorio sobre el libro transmitido en vivo por TV, uno de los asistentes, Carlos Carles, aprovechando un derecho de palabra y la presencia del Presidente, usó la oportunidad para tratar de descalificarme. El camarada Carles se refirió repetidamente a mi por no haberle apoyado en su proyecto de un Centro Cultural para Caricuao. Pero él no cuenta las cosas como son.

Ahora me toca el derecho a réplica, aunque el mío no es en la televisión nacional sino, humildemente, en este blog personal. Pero vaya mi opinión, que también vale y también representa al pueblo.

Las cosas sucedieron del siguiente modo. A comienzos de 2010, en un acto en el Salón Ayacucho, Carlos Carles reclamó ante el Presidente Chávez la construcción del Centro Cultural por el que lleva no sé cuantísimos años luchando. El Presidente me pidió que hablara con él y así lo hice. Fui hasta Caricuao, visité el terreno donde se haría la obra y luego, con Carles, discutimos sobre el proyecto del que tiene un anteproyecto y una gran maqueta.

La edificación prevista, si mal no recuerdo, anda por los 20.000 m2 de construcción.

-Carlos -le dije con toda sinceridad-, esos recursos no existen. Se necesitan para levantarlo unos doscientos millardos de Bolívares. Tu proyecto es el de un Centro Cultural que posiblemente sería el segundo más grande del país después del Teatro Teresa Carreño.

Me dijo: ¿Y qué importa? ¡Caricuao se le merece!

Le contesté que estaba seguro de ello pero que también se lo merecían Catia, El Valle, Petare, y cualquier gran sector popular de Caracas o de otra parte del país. Que era una cuestión de equilibrio.

El Teresa Carreño tardó 15 años en terminarse. La Galería de Arte Nacional (aun inconclusa) estuvo 22 años como una ruina abandonada desde los 80 en que fue iniciada. En 2006 por voluntad de Chávez la retomamos, se inauguró una gran parte, y hoy está a punto de ser concluida en su totalidad con gran esfuerzo.

Son proyectos que por su magnitud hay que pensarlos bien. Por ejemplo, el Complejo de los Museos de la Historia y de las Culturas, aproximadamente del mismo tamaño que el reclamado Centro Cultural, ya lleva cuatro años construyéndose y se está en ello con tesón y prudencia a medida que los recursos fluyen.

Por otra parte, y lo cito como ejemplo, todavía no tenemos sedes para los Museos Nacionales del Cine, de la Fotografía o de la Cultura Popular, a pesar de que los hemos creado como instituciones y de que exigirían, muy modestamente, unos 1.500 o 2000 metros de construcción cada uno.

¡Hay tantas necesidades materiales en un país que fue mal gobernado por cien años!

Le sugerí a Carles que redujésemos la magnitud de la propuesta y que la diseñásemos de tal manera que se pudiera construir por etapas, pues el proyecto que él manejaba no tenía esa posibilidad de subdividirse. Me ofrecí desde la OPPPE a realizarle un nuevo proyecto en esas condiciones.

Yo no podía solicitar 200 millardos (en ese momento, por cierto de dificultades económicas generales) cuando las necesidades de la Cultura eran tan grandes en otras áreas incluyendo las carencias en infraestructura.

No hubo manera de convencerlo en verdad. Se trancó la conversación. No valieron razones. ¡Ese era su Proyecto! Y consideró que debía seguir luchando por él, tal como estaba.

Creo que más tarde se lo presentó al Ministro Ricardo Molina, con parecidos resultados. En todo caso, lo que quiero aclarar, es que no se trata de una cuestión de burocratismos y de “lentitudes”, sino de criterios, prioridades y administración de recursos.

Termino esta nota sin rencores y aclarando que, como camarada, le deseo a Carlos Carles que algún día logre hacer realidad su sueño. Hay un punto en el que estoy de acuerdo con él: nuestro pueblo merece lo mejor. Pero el arte de la política consiste, como dijo alguna vez Clemente Scotto, en hacer que los sueños y la realidad se encuentren.


Twitter: @confarruco



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Farruco Sesto

Arquitecto, poeta y ensayista. Ex-Ministro de Estado para la Transformación Revolucionaria de la Gran Caracas. Ex-Ministro de Cultura.

 @confarruco

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