Los méritos políticos de Hugo Chávez nadie los puede regatear; quienes los pusieron en duda o los niegan, sólo hacen gala de su inducida obcecación analítica. Formidable estratega, como no existió en los últimos doscientos años de historia; negociador perspicaz, con logros que el análisis político le llevará años estudiar, oficiante exitoso en los supremos escenarios de la geopolítica internacional. Pero su intención se tronchó en oportunidades, como fue en la designación del cardenal Urosa Sabino, uno de los mayores engaños sufridos por el Presidente Chávez.
El Patronato, defendido vehemente por el Libertador y mantenido por los gobiernos hasta el segundo de Betancourt, cuando se negoció como regulador de las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado venezolano el "Modus vivendi" (Concordato con algunas limitaciones). Fue aprobado al final del período presidencial de Betancourt (6 de marzo de 1964) pero se publicó en Gaceta después de haber tomado posesión Leoni (30 de junio). Ni qué decir que en las conversaciones secretas que llevaron a la elaboración del Modus vivendi y al “lobby” de iniciados constituido para su aprobación estuvo metido hasta los cachos Rafael Caldera.
Por lo que significaba la vigencia del Patronato, Venezuela no tuvo cardenales hasta 1961, cuando bajo las apariencias de esa Ley se hizo la designación del primero, José Humberto Quintero (el del cigüeñal roto), seguramente con la promesa del gobierno de que se procedería a la modificación de la ley que pautaba las relaciones, como se hizo.
Bajo ese marco de relaciones (vigentes aún hoy) se negoció el nombramiento de Urosa Sabino como Arzobispo de Caracas, posición que han ocupado previamente todos los cardenales venezolanos. Dos años llevó el “impasse”-negociación entre la Iglesia y el gobierno que venía de sufrir la antipatriótica y criminal actuación de la Iglesia católica durante el golpe del 2002 y el paro-golpe del 2002-2003. La actuación del cardenal Velasco, “incomprendida” hasta hoy, tenía que obligar al Estado a tener garantías de que en el futuro esa actitud abominable no debía repetirse. No sirvieron las explicaciones eclesiásticas de que el cardenal Velasco era idiota de solemnidad y que, metido en el golpe, "no supo lo que firmaba"; si le hubiesen puesto al frente la decisión del fusilamiento de Chávez, también lo hubiese firmado.
La decisión gubernamental tardaba tanto, que se habló que el nombramiento del arzobispo se había hecho "in pectore", como lo hace el Vaticano en los países donde la Iglesia sufre “persecución”, y hasta se manejaron nombres del favorecido.
Ante el calificativo dado a Velasco, conviene hacer una consideración sobre los méritos que una persona de su condición tuvo para haber llegado al más alto cargo de la jerarquía eclesiástica venezolana. Cuando Caldera llevó personalmente a la misma Roma su desacuerdo con la terna de candidatos al arzobispado de Caracas que quería imponerle la CEV, todos adecos y con plomo en la sotana, según la consideración del ex presidente, el jefe de la mafia vaticana cardenal Castillo Lara sacó de la manga la carta Velasco, anodino vicario apostólico de Puerto Ayacucho, miembro de su congregación, la salesiana. Dedo de mafioso y ausencia manifiesta de intereses, méritos suficientes.
Bajo la promesa de que Urosa mantendría la ecuanimidad, sería el arzobispo para todos los caraqueños y en el futuro, cardenal de todos los venezolanos, que era necesario para canalizar intereses “non sanctos” de algunos jerarcas eclesiásticos, que Juan Pablo II (en el inicio de las conversaciones) y Benedicto XVI (cuando finalizaron) no albergaban en sus corazones otros intereses que lograr una sana convivencia entre gobierno e Iglesia y entre todos los venezolanos, que si patatín, que si patatán… y Chávez terminó por ceder. Pudo esperar largamente a que se le presentase un nombre de alguien en quien confiar, ante quien no pudiese presentar "objeciones de carácter político general que oponer al nombramiento" como reza el convenio.
El comportamiento posterior de Urosa Sabino no menoscaba la capacidad de negociador de Chávez, sino que realza la sagacidad de la más grande embaucadora en 2000 años de historia, la zorrería de la Iglesia católica.
Un salto cuántico para emparentar lo anterior con la autorización del Estado para la venta de Globovisión: como sólo soy un historifabulador alejado de los ámbitos de la discusión del Alto Gobierno, sólo lo que gotea puedo utilizarlo para lo que me propongo, y lo que ha goteado me lleva a modificar un refrán sexista en el siguiente: EN COJERA DE PERRO, PACTO CON IGLESIA Y PROMESA DE BURGUÉS, NO HAY QUE CREER.
La autorización de Conatel, necesaria para la venta del 80% de las acciones de GV, se debe haber convertido desde su anuncio en decisión de Estado. Si lo que se está estudiando es el cambio de la titularidad de la concesión, debe estarse sacrificando su extinción al plazo pautado, bajo la promesa de los nuevos dueños de corregir el comportamiento del medio, hasta el momento absolutamente inaceptable para cualquier gobierno serio, con propiedad del espacio radioeléctrico.
Zuloaga se está jugando a Rosalinda, tiene las acciones (que si contienen la titularidad, ¿cuándo carajo el estado le dio una concesión del tipo a una persona jurídica?) del canal en venta, pero por lo visto le interesa más que el negocio el protagonismo en el golpe que se está produciendo. Ha llevado al extremo la provocación para buscar el cierre del canal y extremar las condiciones políticas, peine que no va a pisar el gobierno, que sólo tiene que esperar el mejor clima político que se augura para el vencimiento de la concesión. La carta de la venta la había condicionando a la finalización de la campaña, y la aplazó al presentarse la conflictividad no tenida presente en su totalidad.
Lo que se ha dejado colar del trato entre capitalistas es muy sospechoso. El nombramiento de nuevos directores, a todas luces negociados como “insustituibles” en un período determinado, la identidad de los compradores, cuya voz cantante resultó sólo la cara visible de un grupo que adquirirá la mayoría de las acciones, el monto de la operación y la moneda utilizada, la falta de claridad de cara al pueblo afectado por la programación del canal… ¡todo huele mal¡ ¡Fetidez total!
¿No será mejor que Zuloaga y Cia paguen con algo el perjuicio ocasionado al pueblo venezolano dejando de poseer lo más valioso de una planta televisora, las frecuencias asignadas? ¿No se devaluó en el mismo momento en que el gobierno no la incluyo en la TV de alta definición? ¿Caerá Maduro en creer promesas de burgués? ¡Recuerde Presidente lo que Chávez sufrió por haberle creído a la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana!
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