El problema económico es sólo uno de los efectos del verdadero problema

El debate político en Venezuela, en las últimas semanas, se ha centrado en la “crisis económica” y sobre este tema han salido los sesudos economistas a exponer sus fatales predicciones (nada raro en los economistas). Este tema ha acaparado los programas y páginas de los medios de comunicación nacional, formadores de opinión pública, a tal punto que pareciera que si hacemos lo que dicen los economistas “críticos del gobierno”, el país evitaría el despeñadero por el que se supone nos lleva las actuales políticas económicas del gobierno central, y en consecuencia nos enrumbaríamos hacia un insondable camino de progreso y bienestar. Lo extraño es que el camino a seguir, económicamente hablando, va a depender de quien hace la crítica; vale decir, existen tantos caminos como críticos del gobierno; lo que nos lleva a otra conclusión, y es que el único camino errado es el elegido por el equipo económico del Presidente Nicolás Maduro – me cuesta creer eso -.

Cuando uno escucha el debate económico, tiene la impresión de que la economía funciona independientemente de las personas. Lo menos que uno piensa es que la economía es un producto de la vida social; vale decir, es una consecuencia de la actividad humana. Esto pasa porque los que se han centrado en el debate económico ven la economía como un elemento estanco de la sociedad o como que si al aplicar determinadas medidas económicas, la gente adoptará las conductas necesarias para que la política económica funcione; sin entender que la gente no se va a adaptar a las medidas económicas, sino que las medidas económicas deben adaptarse a la gente.

Lo primero que debemos hacer para evitar esa concepción mecánica de la vida, que fue establecida por los fundadores de la ciencia moderna a partir del siglo XVII, es crear en nosotros una verdadera humildad como la que se alojó en la mente del francés René Descartes cuando comenzó una de sus obras diciendo: “He creído que eran verdades muchas cosas que ahora reconozco como falsas; no tengo motivos para suponer que algo sea más cierto que esto. Probablemente, todo lo que he concebido y creído es falso. ¿Qué es, entonces, la verdad? ¿Qué es lo cierto?”. Entonces, podemos comenzar buscando el origen de nuestro problemas sociales (donde también se encuentra el problema económico) en otras causas.

Recuerdo que Felipe Pérez Martí, quien para entonces era parte del gabinete económico del Presidente Chávez, tenía un programa de televisión siendo ministro, y en una oportunidad dijo en el programa: que si todos pensábamos que las cosas están bien en el país, las cosas marcharían mejor, (palabras más, palabras menos). Lo cierto que ese comentario de Felipe fue objeto de muchas burlas; hasta lo tildaron de orate por haber dicho aquello. Aquellas palabras de Felipe me recordaron la doctrina principal del obispo Berkeley, quien afirmaba que todo lo que conocemos del mundo es nuestra reacción ante él, la impresión que nos produce. Berkeley consideró a la mente como la vara de medir la realidad en nuestro universo, y por lo tanto, consideró a la mente como la realidad primera y fundamental. Sir James Jeans, que por medio de brillantes esfuerzos ha demostrado cómo la ciencia física parte de la idea de que el mundo material es la realidad básica, se vio forzado a considerar favorablemente la hipótesis de Berkeley.

Las conclusiones de Einstein y de Alfred Whitehead, de un modo similar, han venido a confirmar la aserción del Obispo. Llegado este punto, podemos afirmar que el asunto es más complejo que la aplicación de “fórmulas económicas milagrosas” para sacar a una sociedad de una crisis. Hay que ver el problema desde una perspectiva más amplia. Proponer un plan, dentro del marco del socialismo, que saque a un país de una “crisis” supone el estudio y comprensión de las distintas variables sociales y de una participación multidisciplinaria (en el mejor de los casos). Precisamente sobre esa base de abordaje holístico del fenómeno social, descansa la genialidad de la teoría marxista; así lo afirma Edgar Morín en su libro “A favor y en contra de Marx”. Dice Morín: “…me incita a considerar a Marx como un titán del pensamiento porque éste había unido en su filosofía, ciencias, historia, economía, sociología, en una verdadera antropología –este término era concebido no en su sentido universitario actual reservado a las sociedades arcaicas, sino como pensamiento fundamental sobre el hombre al interior de la naturaleza biológica y psíquica, reuniendo en ella de manera reflexiva las adquisiciones de diversas y múltiples ciencias. En definitiva Marx funda su pensamiento y su acción política sobre esta antropología.

Marx era el claro ejemplo del pensador –yo diría total para la época, diría, actualmente, complejo.” La incomprensión de cómo está construida la teoría marxista, convierte a muchos “marxistas” en “marxianos. Digo esto, porque muchos de los “críticos” de las medidas económicas que impulsa el gobierno central, dicen ser socialistas (habría que ver a qué tipo de socialismo se refieren) y los más osados se manifiestan marxistas, pero mantienen esa conducta cientificista-mecánica en el tratamiento de los fenómenos sociales. La incomprensión del Marxismo nos puede llevar a caer en el cientificismo, o en el filosofismo o en el empirismo, si no se entiende que hay que ver el fenómeno social con el prisma antropológico al que se refería en el fragmento citado.

Por otra parte, Marx arraiga temprano la lección hegeliana de que la falsedad acecha siempre que nos empeñamos en separar los hechos de los valores, al igual que ocurre si insistimos en deslindar al mundo de nuestro pensar acerca de él. Marx interpreta esto en un sentido más amplio para los objetos de sus observaciones sociológicas, señalando a este respecto que todo contenido social de conciencia ha de reflejarse en la praxis concreta de los sujetos.

Hago estas citas para reforzar aquella afirmación de Felipe Pérez y para preocuparnos por saber qué piensan en los barrios, los campos y en los pueblos y ciudades de nuestro país. Ese contacto con nuestra sociedad nos puede dar una idea de cómo puede funcionar, según la visión que se tenga de la realidad.

En Venezuela existen, mayoritariamente, dos posiciones y visiones de la realidad: una catastrófica, donde el país pende de un delgado hilo que se romperá en cualquier momento y caeremos en un abismo; otra porción del país que ve a una Venezuela con dificultades pero avanzando y además con logros concretos que reafirman la creencia de que vamos por un camino con tropiezos, pero un camino de progreso. Esas dos visiones conllevan dos maneras de actuar: la primera (la de la gente que ve un cataclismo) reacciona de manera nerviosa ante cualquier anuncio mal intencionado de escasez y corre a realizar compras exageradas, lo que produce escasez, si no la había, son más proclives a la violencia, porque se sienten en peligro constante y si pueden sabotear al gobierno, lo harán porque haciéndolo se sienten cuasi héroes; la otra parte (la que ve la vida con optimismo) no cae con facilidad en la provocación de las compras nerviosas por supuesta escasez, son menos violentos, porque son más felices, tienden a ser colaboradores para seguir impulsando el progreso que perciben. Estas conductas afectan, para bien o para mal el curso de la economía, entre otras cosas.

Venezuela ha estado viviendo una guerra de cuarta generación, donde el principal objetivo es la mente de las personas. Muchos que apoyan la Revolución Bolivariana caen en ese juego, sirven de instrumento ciego de su propia destrucción, porque cuando realizan críticas mordaces contribuyen a pasarle más gente al pesimismo opositor. No desmerito con esto la necesidad de realizar críticas constructivas para impulsar el proceso revolucionario venezolano, ni la, también necesidad de realizar propuestas que busquen fortalecer la Revolución; sólo digo que hasta para eso hay que ser revolucionario (prudente, concienzudo, pertinente y pertinaz), porque podemos terminar haciéndole el juego a los enemigos de la revolución.

Este artículo contiene dos propuestas básicas, a saber: 1) trabajar con el intelecto, vinculándose al pueblo y organizándolo; y 2) como corolario del primero, crear una visión optimista de la revolución (sobran elementos para hacerlo) de manera de crear organizaciones con un actuar sinérgico que contribuirán al desarrollo de nuestra Revolución.

Trabajemos con el ser humano como objetivo básico y fundamental y mientras apliquemos los paliativos que sean necesarios.





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Juan Carlos Valdez


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