El precio de la gasolina como fetiche

Según tengo entendido, el reposicionamiento del tema del precio de la gasolina se debe a unas declaraciones del vicepresidente quien -como otros actores del gobierno en anteriores ocasiones- insistió en la necesidad de debatirlo. Y está bien que así sea, pues en el marco de la lucha por equilibrar y democratizar la economía nacional todo tema debe estar sujeto a debate. Sin embargo, no por esto debe dejar de decirse que en buena medida en cuanto tema éste es un fetiche, en el sentido de que si bien a primera vista parece sensato lo que se argumenta y dice, cuando vamos al fondo nos damos cuenta que estamos repitiendo más de una falacia.

En primer lugar, es falso como se ha llegado a decir que el subsidio a la gasolina en el país ronda los 7 mil 500 millones de dólares. Esta es una cuenta que se saca ligeramente comparando el precio de la gasolina en Venezuela con los promedios mundiales y, de tal suerte, lo único que indica es dicho diferencial, que acto seguido algunos analistas por error o mala intención transforman en “subsidio”. En términos contables o de economía convencional dicho diferencial lo que daría cuenta es de un “costo de oportunidad”, en el sentido de que el Estado deja de recibir esa cifra por no vender la gasolina al precio de mercados internacionales. Entonces: no es que el Estado venezolano dedica al año unos 7 mil 500 millones de dólares para “pagarnos” la gasolina a los y las venezolanas; es un cifra que no le ingresa porque la vende a un precio distinto muy inferior al precio promedio internacional.

Una vez dicho esto lo otro que habría que preguntarse es por qué y por cuál razón el Estado Venezolano debe cobrar la gasolina en el mercado interno tomando como referencia el precio promedio internacional, siendo como es un país productor y no solo consumidor como es el caso en la mayoría de los países que califican en dicho promedio. Pero además, una cosa que a menudo se pasa olímpicamente por alto, es que en dicho precios promedios internacionales no necesariamente la mayor tajada corresponde al costo del combustible propiamente sino a los impuestos que se le agregan. Es decir, el precio de la gasolina en la Unión Europea, Estados Unidos y lo mismo otros países no productores como por ejemplo Chile, tiene un alto componente fiscal. Así por ejemplo en la UE lo que una persona paga por cada litro de combustible se desglosa en torno a un 45 o 50% en impuestos siendo que en la parte del combustible hay que agregar las ganancias de las intermediarias. En Chile ese nivel impositivo es de 42% y en Estados Unidos es menor, en torno a un 11%, lo que en parte se explica porque como Venezuela además de consumidor es productor de combustible fósil.

En lo que al subsidio propiamente tal refiere, según diversas estimaciones, el mismo asciende en la actualidad a uno 1700 millones de dólares al año, los cuales resultan del costo de producción que es asumido por PDVSA. Ciertamente es mucha plata, pero no solo es sustancialmente menor a los 7 mil 500 millones que se dicen por ahí, sino que además si el problema es fiscal podemos compararlo con los subsidios que el Estado da al sector privado entre otras vías por la exoneración impositiva. Este es el otro y tal vez más importante rasgo fetichista de este debate: que se le usa para ocultar la verdadera transferencia masiva de renta y riqueza social desde el Estado hacia particulares que terminan privatizándola mediante ganancias extraordinarias y privilegios fiscales.

Este punto es importante por razones tanto coyunturales como estructurales. Coyunturales pues, en el fondo, adicional al hecho de continuar metiendo ruido y desviar la atención sobre su derrota electoral, desde la derecha lo que se nos quiere decir cuando se nos habla de la gasolina “regalada” es que el Estado está gastando mucho, que es sabemos el fetiche favorito de los neoliberales de orilla nuestros el mismo que repiten cuando hablan de Mercal o las misiones en general. Por otra parte, hay que tener presente que en no pocos casos y de hecho cada vez más se quiere crear la idea de que el problema se puede “arreglar” si el país elimina proyectos de integración como Petrocaribe, pues ahora resulta que también le estamos regalando la gasolina a los países que la integran a costa de todos los venezolanos. Está de más decir que el problema acá más que el supuesto “regaló” en sí (que no es tal) son los destinatarios del mismo, pues si el caso fuera que en vez de “islas llenas de negros” y “países bananeros” como se ha dicho se la regaláramos a España o los Estados Unidos no fuera problema para ellos, ya que en efecto eso es lo que se hacían en los 90 y no solo no dijeron nada sino que además fueron entusiastas promotores de la idea.

Pero desde el punto de vista estructural si de discutir subsidios se trata aprovechemos la coyuntura para dar el debate sobre el pago de impuestos, siendo que nuestros país es uno de los que cuenta con las más bajas tasas impositivas de la región (12%), muy por debajo de por ejemplo Brasil (34%) e incluso el neoliberal Chile (20%), todo sin contar los todavía existentes problemas de evasión y elusión sobre los cuales se ha avanzado pero donde, como hemos podido ver estos días de inspecciones, todavía nos falta mucho, dada que la ingeniería comercial del sector privado recurre a todos los medios concebibles para burlar la contribución.

En fin, lo que quería decir es que no estoy en contra de que se discuta el precio de la gasolina “regalada” y del subsidio del Estado al uso de los vehículos. Pero si lo vamos a hacer dejemos de comparar peras con manzanas, comprar argumentos fetiches así como no a no olvidarnos que el más grande y obsceno subsidio rentístico no es ese, sino los privilegios impositivos del sector privado cuyo no aporte debemos costear todos con IVA y presupuesto público.


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Luis Salas

Sociólogo y economista político con Magister en Sociología del Desarrollo Universidad de las Artes y Ciencias Sociales. Profesor universitario. Investigador de la Unidad de Debates Económicos de CELAG.

 salasrluis@gmail.com      @salasrluis76

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