Nos permitimos parafrasear el título del libro de Vladimir Ilich Lenin, "La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo", luego de ver la muy premiada y halagada película de Mariana Rondón, "Pelo malo", sentados mi compañera y yo en una de las más de 1.400 butacas (casi todas ocupadas) del Cine Yara de la Habana, en el marco del 35 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano; donde, por cierto, esta película obtuvo una Mención Especial del Jurado.
Le película venezolana llegó a este evento del séptimo arte precedida por varios premios, el más importante de ellos la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián. La historia del film nos coloca tras los pasos de un niño de nueve años que desea cambiar su imagen, pues tiene el "pelo malo" y desea aparecer en una foto para la escuela con el pelo liso, además de tener la aspiración de ser un cantante.
La realizadora Mariana Rondón, cuya calidad como cineasta no ponemos en duda, así como tampoco cuestionamos la calidad cinematográfica de "Pelo malo", usa esta muestra de un racismo que se mofa de las personas por la textura de su cabello, rechazo que no es común en la Venezuela de hoy, donde los jóvenes de pelo rizado o encrespado saben sacarle provecho al mismo. Pero, bien, la realizadora decidió contar la historia desde la incomprensión y la intolerancia, llevando a la madre del niño "pelo malo" a dudar de la masculinidad del mismo. Sólo que a partir de este rasgo de intolerancia, repetimos, no muy común en la Venezuela de hoy, fuera de cámara Mariana Rondón ha hablado de un país intolerante ante la diversidad.
Aunque no se trata de las declaraciones de la cineasta, libre de opinar lo que le venga en gana, sino del uso de la imagen para llegar con sutileza un mensaje antichavista, también aceptable, puesto que el cine siempre ha sido un vehículo extraordinario para expresar posturas políticas e ideológicas. Sólo que aparte del mensaje sutil, bien inteligente, Mariana se deja llevar por los extremos del antichavismo y cae precisamente en el "infantilismo" que nos lleva a recordar el libro de Lenin.
En una de las escenas fundamentales de la película, Junior, el niño "pelo malo", va con su amiga que desea fotografiarse como una Miss, a tratar de tomarse una foto para poder empezar en la escuela. Junior expresa su deseo tomarse una foto con el pelo liso, pero no tiene dinero. El fotógrafo de manera burlona le dice que sin dinero en su foto aparecerá como un "teniente coronel", simbolizando con esto a un personaje de poca monta. Le muestra la foto de un soldado moreno, bajo una boina roja.
Buena la treta para el público y el jurado extranjero, pero francamente torpe en nuestro país; pues cualquier expresión de burla o de menosprecio ante la figura de un militar en Venezuela no se hace referencia a un teniente coronel, por lo general se usa la figura del soldado o del policía o del guardia nacional. En este caso el "infantilismo" antichavista de la cineasta le jugó feo.
Si retornamos a la escena en cuestión, podremos apreciar que la realizadora cae en el racismo y la intolerancia que pretende cuestionar en su película. Pues, utiliza a un personaje (el fotógrafo) para menospreciar a un militar, el militar es de color, el militar de color tiene el pelo malo y el militar de color, con el pelo malo es un teniente coronel y además usa boina roja. ¿No es político su mensaje?
Repito, está en su derecho de hacer la jugarreta con estas imágenes, lo condenable es que pretenda decirle al público que su película no encierra un mensaje contra el proceso bolivariano.
La crítica internacional habla de una película que muestra la realidad de nuestro país. Incluso, algunos críticos la definen como una película "realista". ¿Cuál es esa realidad? La madre del niño, una joven hermosa, está desempleada y para recuperar su viejo trabajo debe acostarse con su patrón. Eso es real. La niña amiga de Junior dice que en el edificio donde vive violan. Eso es real. Por supuesto, es un sector de gente humilde donde impera la violencia. Eso es real.
Todas estas escenas que muestran una realidad se llevan a cabo con sonido de fondo e imágenes intercaladas que presentan a varios venezolanos rezando por la salud de Hugo Chávez, pelándose a ras la cabeza en solidaridad con el comandante o hablando en torno a la salud del líder del proceso revolucionario. Es decir, un país envuelto en la injusticia social, en el ultraje a la mujer, en la intolerancia frente a "lo distinto" y la violencia, mientras los medios públicos se preocupan sólo por la salud del Presidente de la República. Bien, aceptemos que eso es real.
Pero esa realidad no muestra una salida posible a la madre de Junior dentro de los distintos programas puestos en práctica por el proceso bolivariano. O, en todo caso, la muchacha de la película perdió el útil sentido común de las mujeres de nuestro pueblo, pues asume que vive en un universo sin Madres del Barrio, sin consejos comunales, sin comités de vigilancia, sin protección a la niñez y adolescencia, sin Barrio Adentro, sin Misión Niñas y Niños del Barrio, sin la Gran Misión Hijas e Hijos de Venezuela.
¿O esa realidad no tiene cabida en la película? Se trata, entonces, de una realidad que no ha vivido ni de cerca la realizadora, por lo tanto su personaje central no simboliza lo que sucede en el país, sino que todo está conducido por la Venezuela mediática a la que se suma Mariana Rondón.
Nuestra cineasta logra una buena película, no una gran película. Juega con el desconocimiento del público y el jurado internacional ante la realidad del país. Es racista, aunque anuncie lo contrario. Es intolerante, aunque la directora afirme que la intolerancia está en el gobierno que le financió parte importante del film.
Eso sí, "Pelo malo" deja bien claro cómo anda la libertad de expresión en este país. Y espero que estas reflexiones no se tomen como una reacción intolerante. Sólo que yo también tengo el derecho a expresarme libremente sobre lo que vi en la pantalla.