Cómo fue que el New York Times descubrió todas esas armas de destrucción masiva en Cuba e Irak

El articulo del New York Times del domingo 8 de septiembre, vociferaba “EEUU dice que Hussein intensifica búsqueda de piezas para Bomba Atómica”. Ese artículo fatal es hoy un ejemplo de la desastrosa simbiosis que hay entre la Casa Blanca y las corporaciones de noticias. Utilizando fuentes de la Casa Blanca, los co-autores Judith Miller y Michael Gordon plantearon como hechos que “Irak ha intentado comprar miles de tubos de aluminio especialmente diseñados, que funcionarios norteamericanos consideran se usarán como componentes para centrifugar y enriquecer uranio” en el uso de la construcción de armas nucleares.

El artículo advertía que los funcionarios de EEUU estaban alarmados por “la pesquisa de Irak de armas nucleares”. “La primera señal de la prueba, discuten, puede que sea la nube de hongo nuclear.” Aquí estaba el regalo perfecto para la búsqueda de Bush de una guerra: un artículo cotorreando las propias palabras de la administración en primera plana del liberal New York Times, “el periódico de la seriedad.” Preparado para los programas televisados del domingo y sus invitados de a Casa Blanca, el artículo fue desplegado a escasa horas de su publicación por el vicepresidente Dick Cheney, el Secretario de Estado Colin Powell y la Asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice, cada uno aprovechando la oportunidad para divulgar esta terrible desinformación al publico televisivo a través del mundo y del país.

En el programa “Meet the Press” con Tim Russert, Cheney citó el articulo como prueba en apoyo a la política de la Administración: “Hay un articulo en el New York Times está mañana… Quiero atribuirle al Times. No quiero hablar, obviamente sobre fuentes especificas de inteligencia, pero es público ya, de hecho que [Saddam Hussein] ha estado intentando adquirir… los tipos de tubos que se necesitan para construir una centrifuga como paso hacia la construcción de una bomba nuclear. El general Colina Powell, un moderado según la imagen en los medios (a pesar de logros como el de haber encubierto la masacre de My Lai en Vietnam, apoyar a los contra en Nicaragua y supervisar la invasión de Panamá) era parte del espectáculo.

En su entrevista para “Fox News Sunday” hecha por Tony Snow y Brit Hume, Powell emitió un discurso belicoso pidiendo un “cambio rápido de régimen” porque “el tiempo no está de nuestra parte.” “Como pudimos ver en el reportaje de esta mañana,” advirtió con gravedad, Hussein ha solicitado “estos tubos de aluminio especializados que se requieren para hacer las centrífugas que darán la capacidad” para construir bombas nucleares. Entrevistada por Wolf Blitzer en el programa “Late Edition” de CNN, Condi Rice dijo que la Casa Blanca sabe de “envíos hacia Irak” de tubos de aluminio “que solo sirven para los programas de armas nucleares.”

Dejó de mencionar que su propio gabinete había recibido información a principios de año de que existían serias dudas sobre esa afirmación. Tomando prestada una oración del articulo dijo “no queremos que la prueba final sea la nube nuclear en forma de hongo.” Esta frase se convirtió en el grito de unión utilizado por el Presidente Bush el 7 de octubre en Cincinnati que llevó a la Nación a la guerra. “Irak,” dijo, “ha intentado adquirir tubos de alta calidad de aluminio y otros equipos que se utilizan para las centrifugas de gas, que se usan para enriquecer el uranio para las armas nucleares.”

“Enfrentados a una prueba evidente de peligro,” continuó, “no podemos esperar a las pruebas finales – la definitiva – que podría venir con la nube nuclear en forma de hongo.” Cuatro días más tarde, un congreso acobardado le entregó a Bush la autoridad para ir a la guerra. Por ello la colusión entre la Administración Bush y el New York Times contribuyeron a una guerra catastrófica. Periodistas reportaron que fuentes en la Casa Blanca habían dado la información y la Casa Blanca dijo que habían sido los periodistas los que habían reportado. Aun cuando las supuestas pruebas – luego reveladas como inventos totales – ya se disputaban, ficción de la Casa Blanca sutilmente configurada en verdad por tener la respetada estampa del Times.

Después que ya el daño estaba hecho, los editores del Times publicaron el 26 de mayo del 2004, una disculpa patética, dado el papel que había jugado en facilitar una supuesta Guerra Contra el Terrorismo que está al convertirse en la Guerra Eterna. Apenados por evidentes informes falsos, los editores mencionaron en particular a seis artículos, incluyendo por supuesto el histórico del 8 de septiembre del 2002. Judith Miller fue la responsable de la mayoría de estos (cuatro de un total de seis), más que cualquier otro periodista, pero hubo otros que fueron autores o co-autores: Chris Hedges, John Tagliabue, Patrick E. Tyler y Michael Gordon. Esos cinco por supuesto no son los únicos altoparlantes ansiosos.

Ahora Arthur Sulzberger Jr. está culpando a los editores del Times al igual que a Judith Miller por los falsos informes antes de la guerra sobre las armas de destrucción masiva en Irak. Dijo que los editores “no se dieron cuenta a tiempo”. ¿Y donde estaba él? ¿Y porque publicó el Times esos artículos sobre las armas de destrucción masiva en Irak en medio de una campaña masiva de la Casa Blanca enfilada hacia crear el apoyo para el plan de Bush de salir de Hussein y tomar Irak? Cuando se trata de política exterior, los dueños del New York Times están en cama con los equipos de la Casa Blanca que le alimentan la información a los voceros ansiosos de las corporaciones de los medios. Ellos comparten, por ejemplo, la misma posición clara en asuntos cruciales como Cuba e Israel.

La mala información y la desinformación del New York Times y otros de las corporaciones de noticias no son nada nuevo. Aquellos que deseen explorar su historial sórdido, sobretodo del Times podrían comenzar consultando Lies of our Times (Mentiras de nuestros tiempos [haciendo juego de palabra con Times]), una revista mensual publicada de enero de 1990 a diciembre 1994: el articulo de Edward Herman “The New York Times vs. The Civil Society” (El New York Times vs. La Sociedad Civil) en diciembre de 2005, Z Magazine, y Howard riel y Richard Falk con “The Record of the Paper: How The New York Times Misreports US Foreign Policy”.

Judith Miller pudo utilizar su trabajo en un diario prestigioso para adjuntarse con personalidades claves como el favorito de Cheney, Ahmad Chalabi, un iraquí con lazos iraníes capaz de producir desertores mentirosos. En la propia Casa Blanca Miller se unió a varios cercanos a Cheney, no solo I. Lewis (Scooter) Libby. Sus enredos con John R. Bolton son igualmente insidiosos. Igual que su colaboración con la Casa Blanca en lograr la estampida de nuestra invasión a Irak, así mismo fue su intento con Cuba.

En la primavera del 2002 el antiguo Presidente Jimmy Carter tenía programado visitar La Habana, convirtiéndose en el primer mandatario dentro o fuera de la Casa Blanca en ir a la isla desde la Revolución del 1ero de enero de 1959. Debido a que la visita contrariaba la política aisladora de sanciones de comercio y de viajes contra Cuba de la Casa Blanca, esta por supuesto que quería sabotear el viaje de Carter. El 6 de mayo, seis días antes del viaje de Jimmy y Rosalyn Carter, el sub secretario de estado para el control de armas John Bolton pronunció un discurso a la Fundación Heritage en Washington que tituló “Más allá del Eje del Mal: Amenazas adicionales de armas de destrucción masiva.” Anunció: “Los EEUU cree que Cuba ha hecho por lo menos un estudio limitado en las investigaciones del desarrollo de armas bacteriológicas. Cuba les ha entregado biotecnología de doble uso a países taimados. Estamos preocupados de que tal tecnología podría apoyar la guerra biológica en esos países.”

Sin perder un compás, Judith Miller inmediatamente publicó un articulo alarmante en el New York Times, que se titulaba, “Washington Acusa a Cuba de Investigar Guerra Bacteriológica.” Enmarcado en el formato del “dime que te diré” que caracteriza al periodismo “objetivo” en estos tiempos, Miller correctamente presentó el caso en nombre de sus contactos en la Casa Blanca. ¿Quién podría ser la persona que podría negar o al menos cuestionar los planteamientos de Bolton? Pues, un oficial cubano, por supuesto. Por el otro lado, citó en apoyo a Bolton a un desertor soviético, a un desertor cubano, y a un “funcionario de la administración” no identificado.

Miller concluyó su artículo citando al Representante cubano-americano de extrema derecha, Lincoln Díaz-Balart (R-Fl), quien ha hecho llamados públicos a favor del asesinato del Presidente Fidel Castro. Díaz-Balart dijo que los comentarios de Bolton “comenzaban a poner en perspectiva el debate sobre Cuba, un estado terrorista con armas bacteriológicas a 90 millas de las costas de EEUU.” Por tanto, el artículo pasó del alegato de Bolton de “estudio limitado en investigaciones para el desarrollo de armas bacteriológicas” a la afirmación de Díaz-Balart de “armas bacteriológicas” a 90 millas de la Florida.

Los lectores apresurados probablemente se perderían las pruebas dentro del artículo que indicaban la oposición por parte de las agencias de inteligencia de Washington de lo dicho por Bolton. Miller reportó que Bolton había “aludido públicamente a las conclusiones de las agencias norteamericanas de inteligencia después de meses de largos debates internos.” ¿Debate interno? ¿De que se trata esto? Un periodista investigativo pudo haber averiguado sobre esto fácilmente. La acusación infundada de Bolton era tan escandalosa que se convirtió en uno de los temas principales que invalidaron su confirmación por el Senado para el puesto de embajador ante la ONU ya que había intentado intimidar a analistas para que dijeran que había una intención real por parte de Cuba de desarrollar armas bacteriológicas. Según se informó, a la insistencia de Cheney, Bush le dio el puesto durante un receso senatorial.

El New York Times, que no pretende cubrir las noticias sobre Cuba de manera justa, pareció el lugar perfecto para promover la arremetida de Bolton. El reportaje de Miller se dirigía a convencer a los lectores que el sistema alabado de salud en Cuba no era más que una fachada para actividades terroristas. ¿Por qué querría entonces Jimmy Carter visitar una nación con armas bacteriológicas?

Pero esta vez la Administración había ido demasiado lejos. Incluso mucho de los medios en manos corporativas reconocieron la perversidad tras presentar el sistema de salud de Cuba, admirada y servicial por todo el mundo como una amenaza terrorista. Había un coro virtual de “¿donde están las pruebas?” El Sun Sentinal de la Florida mencionó el hecho del momento en que salía esta acusación y después continuó con un editorial que se preguntaba “¿Cuál es el problema?” La revista Newsday de Nueva York llamó la acusación de terrorismo “una insinuación absurda”, tomando nota de que “Cuba tiene el sistema bio médico más sofisticado de toda América Latina,” y añadiendo “¿y qué?” Respuestas escépticas de todas partes incluyendo el Chicago Tribune, el Baltimore Sun y el Guardian de Londres. (La acusación de Bolton era parte de una campaña más amplia que alegaba que en Cuba habían armas de destrucción masiva como se exploró en mi articulo, “En busca de los terroristas en el sistema de salud de Cuba.”, Z Magazine, junio 2003.)

Jimmy Carter no canceló su viaje. Por el contrario. Durante la visita mientras el y Rosalyn pasaban por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología con Fidel Castro, le reveló que antes de su viaje durante varios encuentros él le había preguntado a la Casa Blanca, el Departamento de Estado y la CIA si había alguna posibilidad de que “alguna actividad terrorista fuera apoyada por Cuba,” y la respuesta de los tres fue “No.” ¿Por qué no hizo eso la Miller? ¿Por qué no se lo exigieron sus editores?

Hubiera sido interesante haber sido una mosca en la pared durante el encuentro el verano pasado de Judith Miller con Bolton cuando ella estaba presa. ¿Fue la amistad o el miedo lo que lo llevó a visitarla? El New York Times jamás se ha disculpado por el articulo del 7 de mayo del 2002, que promovió los cargos falsos de Bolton sobre Cuba incluso a pesar de que los editores deben de haberse enterado de lo que dijera Carter una semana después.

En octubre, cuando sus historias se terminaban de desenredar, la Miller le dijo al Times, “Armas de destrucción Masivas.- me equivoqué por completo.” Culpando a sus fuentes, dijo” los analistas los expertos y los periodistas que cubrieron esto – todos estábamos equivocados. Si tus fuentes están equivocadas tu estás equivocado.” No creo que cueste tanto trabajo buscarse mejores fuentes que Ahmad Chalabi, John Bolton, Karl Rove, Scooter Libby Dick Cheney y el resto de la pandilla de Bush.

Traducción para Cubadebate: Isabel Perea


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