“Mi lema es: róbalos a todos, viólalos a todos, mátalos a todos”

Tomo este horrible título de declaraciones del famoso estadounidense Carl Panzram quien fue principalmente conocido por sus crímenes brutales y sobre todo, por su costumbre de violar y descuartizar meticulosamente a sus víctimas, hombres y mujeres.

Este criminal en serie declaró en juicio que lo que hizo no obedecía a una conducta desviada sexual, sino a su necesidad imperiosa de humillar y someter morbosamente a sus víctimas. Panzram confesó que se marchó de casa a la edad de 14 años tras haber sido víctima de abandono temprano de sus padres lo cual resultó, entre otras cosas, en una violación de grupo.

El caso Venezuela

No pocos cuadros progresistas y socialistas concordamos que el problema de criminalidad en nuestra sociedad actual y en particular en nuestra sociedad venezolana es un fenómeno en extremo complejo y que un enfoque acertado para su combate debe ser hecho desde un examen y accionar multifactorial.

En lo que diferimos de la tendencia dominante en la discusión del tema es en las raíces principales y fundantes de donde brota el flagelo.

Desde luego que el capitalismo es uno de sus principales responsables. Marx decía que el Capital pone a las mercancías en el lugar de las personas y a las personas en el lugar de las mercancías. Y ¿no fue esto lo que hicieron los en su mayoría jóvenes criminales contra la familia Spear?

Vale decir: poner a la acumulación compulsiva de mercancías por sobre valores humanos tales como la familia, la piedad, la compasión, la solidaridad, el respeto a la vida humana, la paz, el afecto, la defensa de la vida?

Marx concluye que el Capital hace del hombre algo mucho peor que un animal. El capital nos deshumaniza, nos rebaja, nos degrada, nos enferma grave, estructural y definitivamente.

Sin embargo, más allá del capitalismo el problema de la alienación/ enajenación hunde sus raíces en el colonialismo y el esclavismo como matrices reproductoras de relaciones humanas viciadas, degradadas, opresoras, manipuladoras, verticales, déspotas, en una palabra, enfermas.

Y desde luego que todo este sistema despreciable se reproduce de manera despreciable en las relaciones mercantiles despreciables entre los hombres.

Pues en un sistema colonialista/ capitalista como el que todavía tenemos —como bien lo describió Hugo Chávez en el propio Plan de la Patria— ¿cómo podría ser de otra manera?

El sujeto capitalista es así un ser para la degradación y la muerte

Seres sistemáticamente violados desde su más tierna infancia en sus derechos básicos al afecto, el cuidado, la alimentación, la atención médica oportuna, el respeto de sus diferencias de edad, madurez, sexo, intereses, etc., ¿cómo no derivar en síndromes maniaco-depresivos, narcicismo, sadismo o violencia brutal contra los más débiles e indefensos?

Por algo sería que el asesino en serie Ted Bundy durante su juicio declaró literalmente: "Toda la rabia que he estado desahogando con las mujeres que maté, en realidad estaba dirigida contra mi madre".

Akira Kurosawa afirma, refiriéndose al tema: “… la ignorancia es una especie de locura en el animal humano. Las personas que se deleitan en la tortura de niños indefensos están realmente dementes. Pero lo terrible es que muchas de esas personas que están evidentemente desequilibradas en privado pueden valerse de expresiones increíblemente suaves e inocentes en público”.

Una reflexión por el estilo había formulado años antes el célebre psiquiatra Karl Gustav Jung (1875-1961) cuando planteaba: “El hombre sano no tortura a otros, por lo general el torturado es el que se convierte en torturador”.

El narrador y también insigne cazador estadounidense Ernest Hemingway vio esta tendencia morbosa en estos términos: “No hay cacería como la cacería humana. Y aquellos que han cazado hombres durante un buen tiempo… y han disfrutado plenamente de esta experiencia, no vuelve a importarles nada más”.

Acaso por esta pesadilla colonial/ capitalista en que hemos vivido por tanto tiempo, el poeta y ensayista británico Wystan Hugh Auden ( 1907-1973) reputaba que: “El mal siempre es mediocre y siempre es humano, y comparte nuestra cama y come en nuestra mesa”.

Pero un repudio de esta naturalización de la condición violenta y malévola del hombre la ofrece Mahatma Gandhi cuando afirma: “Tenemos un cuerpo violento pero un alma no violenta”.

Y, en otra ocasión este mismo maestro espiritual y de la lucha anticolonial de la India afirma: “Si hay violencia en nuestros corazones es mejor ser violentos que ponernos el manto de la no violencia para encubrir la impotencia”. Y por último dice: “Me opongo a la violencia porque cuando la violencia parece causar el bien este “bien” sólo es temporal, pero el mal que causa es permanente”.

Capitalismo, rentismo y enfermedad mental generalizada

Por ende, si la raíz del sujeto y de la familia enfermos es el capitalismo, mejor es atajar futuros criminales sociales en las instituciones de la familia, la escuela y el trabajo digno, que en contratando policías para intentar reprimir un ejército lumpen-proletario que la misma sociedad ha fabricado.

Convenimos con Eleazar Melo cuando se pregunta: “Si eliminamos los juegos bélicos, se prohíben las series violentas, se aumentan los efectivos policiales, se implementa la pena de muerte, se diseñan arduas campañas para la conciencia, se elaboran nuevas leyes contra el crimen y un conjunto de fórmulas para reducir la criminalidad pero no se ataca el capitalismo rentista que produce altos niveles de corrupción, impunidad, consumismo, desempleo estructural, mafias, narco-tráfico, entre otros, ¿podremos solucionar el problema de la delincuencia?”

A tal capitalismo, tal lumpen proletariado, estado de fechoría y perturbación

¿Quiere esto decir que no se han hecho inmensos esfuerzos durante el gobierno bolivariano  por redimir a los más necesitados? Evidentemente se han hecho. Mucho se ha avanzado. Pero mucho más es preciso hacer… y rápido.  Tan hondo se desplomó la dignidad humana en muchos sectores pobres sometidos por décadas al neoliberalismo por los gobiernos “social-demócratas” y “social-cristianos” en nuestro suelo. Y también en Colombia, principal surtidor de población al censo de Venezuela.

Una sociedad de raíz capitalista como la estadounidense o la británica produce los tipos humanos que retratan de cuerpo entero la naturaleza degradada del capital. Seres afectados/ enfermados al punto de quebrantar la propia familia. Veamos casos:

“Sólo quería saber qué se sentía al matar a mi abuela” declaraba en juicio Ed Kemper.

Y Mary Flora Bell confesaba morbosamente a los magistrados: “Siento placer lastimando a los seres vivos, animales y personas que sean más débiles que yo, que no se puedan defender”

Y David Berkowitz se excusaba al referirse a sus victimas de homicidio: “Yo no quería hacerles daño, sólo quería matarlas”.

En un extremo que raya con el proyecto nazi se sincera la asesina en serie Mary Bell: "¿Por qué no lo puedo matar? Si de todas maneras vamos a morir?"

Y el sicópata Ted Bundy nos da una fotografía de la sociedad consumista, corrompida, banal e insensible que hemos creado a fuerza de explotación económica, exclusión política y alienación cultural: “..Nosotros los asesinos en serie somos sus hijos, somos sus esposos, estamos en todas partes. Y pueden todos ustedes contar con que habrá más de sus niños muertos cada mañana.'

Esta sociedad es la que produce tipos “humanos” como Carl Panzram quien se confiesa con pasmosa sinceridad… para que todos lo oigamos: “Estaba yo tan lleno de odio que no había lugar dentro de mí para sentimientos como el amor, la pena, la ternura, el honor o la decencia. De lo único de lo que me lamento es de no haber nacido muerto”.

En un extremo de esta tendencia social enfermiza in crescendo en Venezuela y el mundo que maltrata, consiente y naturaliza el maltrato sistemático o abandono a niños y niñas o adolescentes como forma de indemnizar su abandono temprano tenemos el caso de Albert Fish (El vampiro de Brooklyn). Fish se preciaba de haber abusado sexualmente de más de 100 niños, y fue sospechoso de al menos 5 asesinatos. Su frase más célebre por extremadamente sádica fue:

"Me gustan los niños, son sabrosos"

Duda:

¿Está cumpliendo la sociedad venezolana en su conjunto y el abanico de instituciones encargadas de la materia, incluyendo las responsables de la comunicación e información, su deber de salvaguardar a los niños y niñas y adolescentes de la tendencia en boga a desprotegerlos, descuidarlos, cosificarlos y hasta traumatizarlos?

¿Será que nuestra propia vida y la permanencia de nuestra Revolución dependen de ello?

“Muchas cosas cambian en la vida, —decía Anthony Brand— pero uno siempre comienza y acaba en la familia”.



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Luis Delgado Arria


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