Pena de muerte en Venezuela

Estados Unidos lleva décadas en algunos estados con la pena de muerte buscando controlar la extrema violencia sin conseguirlo, no dudan a pesar de toda la inseguridad en continuar con la venta libre de armas y no tiene tanta publicidad como Venezuela por el asesinato de una celebridad.

Sin que sea un consuelo en América Latina 11 de 18 países superan la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes, de todas maneras 40 asesinatos por cada 100.000 es una locura que exige la puesta en marcha del proyecto pacificador del gobierno. En lo que va del siglo en nuestras regiones se han producido más de 1.2 millones de muertes violentas.

La violencia es un tema que tiene que ver con la conducta de la sociedad, con los derechos, obligaciones, libertades y con los procesos sociales pero también con la globalización del narcotráfico y con la lucha contra el terrorismo que han borrado las fronteras con leyes cada vez más confusas porque están amparadas en tratados y convenios internacionales que abundan y prevalecen sobre las leyes locales restándoles eficacia. No importa si son 35, 50 o 100 avionetas derribadas con narcóticos o 100 toneladas de droga capturadas, la droga pasa a los EEUU.

Así como esta visualizado desde Washington la lucha contra el narcotráfico y su temible cuota de violencia no hay como detenerlo porque en EEUU está el dinero que luego se traduce en armas ligeras para Latinoamérica, con la vista gorda de las autoridades estadounidenses.

Lucha contra la violencia para restablecer la seguridad es tan fácil decirlo pero tan arduo y complicado si admitimos que no sabemos cómo hacerlo porque no es cuestión de legislación, cambiar la cultura es cada vez más difícil y sutil los temas implícitos como retirar las armas de las calles, hogares disfuncionales, inmigración, micro tráfico, mala educación, pobreza, falta de empleo, drogadicción, alcoholismo, pésima recreación etc. Así, los derechos se vuelven más sensibles y más abstractos los conceptos.

Las sociedades son entes entrelazados con la moral, la ética y los adelantos comunicacionales que vuelven impredecibles el comportamiento de nuestros jóvenes porque las ideas son más densas, las teorías más distantes con el sentido común que, en muchas ocasiones es extraño para la convivencia pacífica, para la integración, la armonía y la paz social.

“Las libertades exigen seguridad, los delitos deben someterse a una evaluación objetiva y técnica en donde prevalezca la integridad del sistema y la claridad en las leyes con la precisión en los cambios que se busca con la justicia y el derecho.

La lucha contra la violencia choca con las normas constitucionales al juzgar, la piedra de toque, el punto sensible con la aplicación de la ley en igualdad de condiciones con el pobre como con el rico. Hemos crecido viendo como el rico sale ganando de una función judicial corrupta, es como si los jueces fueran los dueños de los derechos individuales y colectivos conforme a sus convicciones, asunto que de ninguna manera debe ser así.

Cambiar esa práctica es difícil. El socialismo que se busca con la participación del pueblo y su indiscutible mejor vivir del pueblo contrasta con el fascismo del capitalismo que busca afianzar la servidumbre con el miedo que produce la represión, la pena de muerte, la interceptación de los teléfonos y del Internet.

En Venezuela hay cabida para las diferencias, para los criterios divergentes, para la circulación de ideas, para la crítica y los insultos, como muestra esta Capriles, es el ejemplo de todas las discrepancias posibles y sigue campante por ahí, sin embargo, en Venezuela hay mucho por cambiar uno de esos temas es la inseguridad en todo el espacio que existe para la circulación de dogmas, religiones, axiomas y discursos repetidos con exquisita precisión cuando de criticar a Venezuela se trata a la menor oportunidad.

Miles de armas en las calles, corrupción policial de la guardia nacional y jurídica, hacinamiento carcelario son fallas de la revolución, no damos pie con bola en las cárceles del país y la violencia no puede ser relacionada solamente con la desigualdad social en un país que sigue superando la pobreza; la guerra social tiene otras aristas locales e internacionales pero no por eso se puede instaurar la pena de muerte.

La pena de muerte ha existido desde tiempos inmemoriales pero la misma ONU, triste y celebre a la vez, mostro desde siempre preocupación por la pena de muerte. En 1971 acordó restringir los delitos castigados con la muerte, en 1981 aprobó el Segundo Protocolo del Pacto sobre derechos Civiles y políticos y en el 2007 adopto una oratoria en la aplicación de tal pena.

América Latina y Europa son contrarios a la pena de muerte mientras que algunos países de áfrica, Asia y en algunos estados de EEUU se aplica la pena de muerte y está claro que no es para nada disuasiva para frenar la violencia, es más bien una moderna ley del talión que en nada ayuda a la integración y paz social.

Y, con EEUU manipulando el sistema mundial es poco probable que la humanidad concientice el tema de la inseguridad porque entre otros temas hay que considerar los crímenes producto del terrorismo de estado que Washington práctica, hoy, con los drones que se llevan a todos por delante crea muchísimo malestar y deseos de venganza internacional.

O, la violencia local contra niños, mujeres y ancianos, alimenta en la sociedad el deseo de castigar ejemplarizadoramente al considerar que la cárcel no es suficiente para pagar las culpas de los crímenes.



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Raul Crespo


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