El azote ubicuo

 
No hay país ni comunidad a salvo de la violencia.
Las imágenes y las descripciones de actos
violentos invaden los medios de comunicación.
Está en nuestras calles y en nuestros hogares, en
las escuelas, los lugares de trabajo y otros centros.
Es un azote ubicuo que desgarra el tejido
comunitario y amenaza la vida, la salud y la felicidad
de todos nosotros. (Informe mundial sobre la violencia y la salud: resumen.Washington, D.C., Organización Panamericana de la Salud,
                    Ocina Regional para las Américas de la Organización Mundial de la Salud,
 2002)
 
 

Ante una falta de clara definición del fenómeno, se dio a conocer la violencia entonces como una cuestión de salud pública; ya que, por difuso y complejo el fenómeno, dicha definición no pudiera tener exactitud científica porque incluso es una cuestión de apreciación en cuanto a la cultura; en cuanto a la noción, en fin, de lo que son comportamientos aceptables o inaceptables, o lo que constituye un daño. Y comentó Nelson Mandela, dando la bienvenida a ese primer Informe mundial sobre la violencia y la salud, que muchas personas que conviven casi diariamente con ella, la asumen como consustancial a la condición humana. Pero acotando que no es así. En lo que también tiendo a creer. En esas, sus apreciaciones de entonces pienso que matizadas por lo político, y viendo su devastadora experiencia personal  opinaba que la violencia progresaba cuando no existía democracia ni respeto por los derechos humanos, ni un buen gobierno; ambiente propicio para que incluso pudiera enraizarse. ¿Sería éste el caso de Venezuela, objetivamente hablando? Pienso que no. Pero hay violencia Se pudiera también decir que la violencia es persistente en la vida de muchísimas personas y que termina afectándonos a todos. Para muchos la solución por tanto es recluirse y evitar las zonas peligrosas cayendo como en una especie de paranoia. ¿Pero habría escapatoria para los que sufren la violencia detrás de esas puertas cerradas y enrejadas; oculta a otros ojos? ¿Y cuál hay para los que viven entre guerras y conflictos, generalmente absurdos, apañados por los super poderes que tiranizan a la Tierra?  

Pero el declarado propósito de ese primer informe fue reñir el secretismo, las prohibiciones y los estremecimientos por la aparente fatalidad que asedian a la táctica violenta y, provocar un debate que ampliara los conocimientos sobre ese fenómeno que ya tildaban, desde entonces, de formidablemente complejo. No obstante, la Organización Mundial de la Salud se atrevió a definirla como  el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. No sé, y por eso me permito por ahora no desbrozar las premisas de esta definición, porque temo llegar a conclusiones equivocadas, cuando no absurdas.

Mejor vamos a la filosofía con Walter Benjamín que, en su ensayo, Para una crítica de la violencia,  opina que la tarea, de esa crítica pudiera definirse, como la manifestación de su correspondencia con el derecho y la justicia, ya que, una causa eficiente, en el sentido exacto de la palabra, se convierte en violencia cuando quebranta relaciones morales, porque, en todo ordenamiento jurídico la relación cardinal es la de fin y medio; y que, la violencia únicamente puede ser buscada en el dominio de los medios, y no en el de los fines. Entonces, si es un medio, y tomando en cuenta cada caso, ¿constituye la violencia un medio para fines justos, o injustos? ¿Puede constituir la violencia misma, un principio? ¿O mejor se consideraría, dependiendo de los casos, su aplicación? Y como dice el filósofo, permanecería sin respuesta el problema de si la violencia general, como principio es moral, aun cuando sea un medio para fines justos. En fin.

Pero además de ayudar a desenmarañar las causas de la violencia y sus liadas interacciones, el modelo ecológico (al que recurre o recurrió El Informe mundial sobre la violencia y la salud, para intentar comprender la naturaleza

heterogénea de la violencia) apunta que, para prevenirla es necesario actuar en varios niveles a la vez. A saber: Enfrentar los factores de riesgo individuales y tomar medidas para cambiar los comportamientos de riesgo individuales. Mediar en las relaciones personales más cercanas y trabajar para crear familias más saludables, así como brindar ayuda profesional y apoyo a las familias disfuncionales. Vigilar las áreas públicas como las escuelas, los lugares de trabajo y los barrios (entiendo ricos y pobres porque si no sería clasismo), y tomar medidas para hacer frente a los problemas que puedan inducir la violencia. Hacer frente a la desigualdad de género y a las mañas culturales adversas. Prestar atención a los factores culturales, sociales y económicos más generales que contribuyen a la violencia y tomar medidas para modicarlos, como las orientadas a reducir las diferencias entre ricos y pobres y garantizar un acceso igualitario a los bienes, los servicios y las oportunidades.

Pues bien, de tales medidas preventivas, no sé cuál no estaría practicando, incluso con devoción, la Revolución Bolivariana.

Entonces, ¿no será que de la misma manera como se induce la inflación, se pudiera también inducir la criminalidad atroz como para elevar a índices aterradores la violencia, con iguales fines inconfesables desde el punto de vista político?

Habría que ver, pero no lo que piensan por supuesto los chavistas, sino los morbosamente virtuosos de lado y lado de la frontera

 



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Raúl Betancourt López


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