Un nuevo Día Internacional de la Mujer se celebra, y nos encuentra, como mujeres chilenas, todavía enfrentando numerosos obstáculos en una sociedad donde el mero hecho de ser mujer nos es presentado como excusa para todo tipo de arbitrariedades.
Las exclusiones se suman. A medida que bajamos en la escala social nuestra condición empeora. Si no formamos parte de la clase, etnia, religión, orientación sexual o región predominante enfrentamos más y más obstáculos.
Sin embargo, siempre es posible salir adelante. Lo principal es aprender a reconocer los abusos, sumar nuestros esfuerzos y buscar solidariamente formas de enfrentar la adversidad. No se trata sino de pedir con justicia aquello que merecemos como ciudadanas de este país y como seres humanos. Tenemos una agenda llena de reivindicaciones que levantar. No podemos esperar a que otros lo hagan por nosotras.
Los últimos estudios internacionales y locales identifican brechas de género en casi todos los ámbitos en Chile. Algunas muestras de ello, son el sesgo en la aplicación de la PSU, que refleja las desigualdades en la educación y evaluación de los aprendizajes de nuestras niñas y jóvenes; la falta de líderes de opinión femeninas en la élite, no obstante ellas tienen mejores niveles educacionales; la brecha salarial y en las condiciones laborales que se ofrecen a las mujeres. Las mujeres tenemos menos ahorro previsional y vivimos más años. El 30% de las divorciadas corre el riesgo de caer bajo la línea de la pobreza y lo mismo sucede con buena parte de aquellas que, ya ancianas, enviudan o no pueden seguir trabajando. Se nos cuestiona el control sobre nuestros cuerpos: el aborto terapéutico ya sea por riesgo de la vida materna o por inviabilidad del feto se nos prohíbe y debemos seguir adelante corriendo un gran riesgo personal, físico y psicológico, por voluntad de otros. Lo que se suma a las desiguales condiciones de acceso a la salud.
Las mujeres chilenas sufren grandes cuotas de violencia doméstica cotidianamente. Las mujeres populares y las mujeres mapuche sufren todavía más violencia por parte de todo tipo de organismos del Estado y de seguridad pública. Incluso dentro de los grandes avances que comunidades como la homosexual han logrado en los últimos años, las voces y demandas de aquellas que se refieren a las mujeres lesbianas son opacadas o ignoradas.
En todos estos ámbitos se requiere resistencia y organización. Podemos cambiar las cosas si exigimos ser vistas, escuchadas, asociarnos, participar, y manifestamos nuestras propias necesidades sin esperar que otros las representen de acuerdo a sus propios intereses. El poder popular del siglo XXI es uno que supone reconoce el papel activo y protagónico y la voz de las mujeres. El control de nuestro cuerpo y nuestros problemas n la vida social son políticos. La Política tiene que ver con cómo se distribuye el poder y la influencia en la sociedad. Y nosotras tenemos todo el derecho de actuar en política y promover el cambio. El poder no se da, se crea. Mujer, empodérate y cambia tu realidad.
*Socialismo Revolucionario. Comité por una Internacional de Trabajadores en Chile
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