Espartaco

El legado de las tropas de Julio César

El conocimiento y los saberes se reflejan en los libros. Desde épocas comienzos de la humanidad los descubrimientos, las teorías y las leyes del conocimiento científico, han quedado para las generaciones futuras a través de documentos que al encuadernarlos, se convierten en libros.

Los fanáticos y los dictadores, son contrarios a que el pueblo tenga acceso al conocimiento y a los saberes; buscan mantenerlos sumido en la ignorancia, en el olvido, alejados de la formación intelectual y de la vigencia de las manifestaciones culturales; por eso son enemigos de los libros y demás instrumentos que almacenan el conocimiento, el avance científico y la memoria histórica de la humanidad.

En este mes de marzo, en las calles de Venezuela, han sucedido hechos que ni en el pleno apogéo de fascísmo européo se reseñan casos similares en la historia, cuando bandas armadas, se dedicaron a quemar bibliotecas y otros bienes de universitarios.

Para ubicar la gravedad del asunto, es necesario pasearse por los acontecimientos y sus protagonistas, que han pasado a la historia mundial por la quema de libros.

En la China, un emperador (Shi Huandi) en el año 213 a.C, para imponer su pensamiento y que todo el mundo pensara igual a él; ordenó la quema de todos los libros de las bibliotecas, con la excepción de los textos relacionados con la agricultura, la medicina y la profecía; se observa, que aquel tirano respetó algunas áreas del conocimiento. Los catedráticos que no obedecieron la orden fueron quemados vivos.

Julio Cesar, pasó a la historia por haber quemado a Roma. Como aficionado al fuego, en el año 48 a.C, utilizó sus tropas para quemar la Biblioteca de Alejandría, en la misma, se encontraba el mayor reservorio del conocimiento en literatura, filosofía y ciencias; de la acción piromaníaca, la biblioteca resultó afectada casi en su totalidad. Teófilo un obispo (385 d.C), ordenó prenderle fuego, a lo que quedaba de la Biblioteca Alejandría, por tener libros paganos.

Un Fray Español (1.530) para imponer su pensamiento, ordenó la destrucción y quema de todos Códices (libros) Mayas y Aztecas. Lo movía el afán de borrar todas las huellas históricas, culturales y los avances de esas civilizaciones.

En España echaron a las hogueras todos los libros no cristianos (1500 d.C). Culminada la guerra civil (1939) los grupos falangístas por órdenes del dictador Franco, condenaron a fuego los libros de tendencias progresistas o de izquierda por ser enemigos de España. Quemaron la biblioteca de la Universidad Central de Madrid.

En Francia, por órdenes de Robespierre, la candela devoró los libros que defendían el catolicísmo; mientras que en Italia, impusieron las “Hogueras de la Vanidades” (1497) para reducir a cenizas los libros. En la época del fascismo de Mussolini, reaparecieron las hogueras con los mismos fines.

El 10 de mayo de 1.933 pasó a la historia, porque se ordenó la quema de todos los libros considerados anti germanos, las llamas consumieron millones de libros, lo que se denominó el BIBLIOCAUSTO. El fascismo de Hitler, combatía las ideas y el conocimiento, reduciendo a cenizas los libros que no comulgaran con sus ideas.

En Chile y Argentina (1973-83), bajo los mandos de los fascistas Augusto Pinochet y Jorge Videla, para borrar la memoria histórica, ordenaron prenderle fuego a toda literatura con orientación progresista o de izquierda; lanzaron a las hogueras, hasta la novelas y poemas de García Márquez, Neruda, Vargas Llosa, Cortázar, Proust, entre muchos autores.

Las bibliotecas y los archivos históricos de Sarajevo (1.992) y de Bagdad (2.003), fueron bombardeados y destruidos por las intervenciones militares. Quedaron vueltas cenizas millones de volúmenes y destruido un patrimonio histórico de la humanidad; igualmente, La Academia Nacional de Egipto (2011), sufrió los embates del fuego que destruyó todos los archivos que sustentaban las fuentes desde el siglo XVIII.

En marzo del 2.014 bandas armadas fanatizadas, procedieron quemar instalaciones universitarias, entre ellas, la biblioteca de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada (UNEFA-San Cristóbal), quedó reducida a cenizas.

En esta reseña histórica, queda demostrado que la quema de libros tiene origen en el fanatismo religioso o político con raíces fascistas. Lo sucedido en la UNEFA, solo se puede comparar con la suerte de la Biblioteca Alejandría, donde se destruyeron los libros sin excepción en el área de conocimiento.

En Venezuela, esas bandas armadas quema libros, asumieron el legado de las tropas de Julio Cesar y el de los fascistas del mundo.


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Rafael Pineda Piña


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