¿Pactar?

Recientemente, como resultado del inicio del proceso de diálogo del 10 de abril entre sectores de la oposición y del gobierno, para “La Paz”, el Vice Presidente comentó:

“Nosotros no vamos a pactar… aquí los pactos se acabaron en el año `98…” y más adelante complementó diciendo: “No se trata de ceder sino de llegar a acuerdos.”

Esto, sumado a las reflexiones reiteradas del Presidente sobre el hecho de que pactar sería una traición, y él y su gobierno jamás traicionaran el legado del Presidente Chávez, me convocó a revisar en el diccionario de mi hija sobre el significado de “pacto” y “acuerdo”, a ver si era yo el que no quería comprender, encontrándome con que mi memoria aún no falla tanto como para no reconocer que son sinónimos.

Un “acuerdo” es un “pacto o tratado” y “pactar” es: “Llegar a un acuerdo, personas o entidades para concluir un negocio o cualquier otra cosa, obligándose a cumplirlo”.

Si adicionalmente buscamos el concepto de “dialogar”, encontramos que tiene por lo menos dos acepciones básicas: una que asume que es una conversación entre dos o más personas para intercambiar ideas, y la otra nos indica que dialogar es “discutir puntos de vista para lograr acuerdos”.

“A confesión de partes, relevo de pruebas”, nos dicen los abogados. Si nuestro gobierno ha asumido el “diálogo” y además afirma que pretende “llegar a acuerdos”, aún cuando niegue la intención de pactar, está literalmente pactando.

Esto, ni es bueno ni es malo, es y listo. El problema radica cuando además de negar lo evidente, en este pacto se corre el riesgo de dar la espalda al pueblo. Las mesas de diálogo son positivas para el país, pero la exclusión de actores que tendrían mucho que aportar, hasta ahora atenta en contra del desarrollo de las mismas.

Estoy convencido que los extremistas deben ser marginados de un proceso tan moderado como éste diálogo político, pero que los radicales, aquellos que asumen posturas críticas de lado y lado, pero que no asumen la violencia en este momento como un medio para lograr sus fines, tal como pasó con el PCV en el Pacto de Punto Fijo, es un error histórico, con claros precedentes.

Los otros excluidos hasta ahora son los primeros y principales afectados de los acuerdos a los que ya se han llegado en la mesa económica previa a la política, como por ejemplo el aumento de precios de los productos básicos sin que se publiquen en gaceta, los trabajadores, que no sólo tienen, sino que deben ser incorporados a un espacio donde se pretende reunir a la mayoría de los sectores y fuerzas vivas del país.

Todo “pacto” o “acuerdo” que atente contra los avances en la redistribución de la renta petrolera, legado por Chávez, y que se de a espaldas de las mayorías, negando la democracia participativa y protagónica, pondría en riesgo la legitimidad de dichas acciones. El pacto debe ser con el pueblo.

Por ello, no puede haber “pacto” que no sea refrendado popularmente, y el pueblo tiene derecho a conocerlo de manera transparente. Si pactar conviene para la gobernabilidad y esto garantiza la posibilidad de continuar con el gobierno “revolucionario” que continuará prudentemente con proyecto socialista ratificado por una mayoría contundente del país, díganlo, y si el pueblo debe sacrificar “por ahora” algo, pídanlo, pero tanta confusión, discursos ambiguos, “aperturas” gustosas, exclusión y ausencia de diálogo con lo sectores críticos y/o radicales que ya no son sectores minoritarios en conjunto, pareciera no ayudar a persuadir al chavismo de que ésta es la única vía.



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Nicmer Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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