García Marquez tenía menos de dos años cuando en Ciénaga caían asesinados por el ejército cientos de obreros medio esclavos de la United Fruit Company. La ley en la zona era la empresa bananera. Luego vino el vendaval de la violencia desatada en el 48 y luego, a comienzos de los sesentas, el actual conflicto armado que lleva medio siglo.
La X visita asturiana e irlandesa llegó a “Cataca” muy temprano el 22 de marzo de este año a verificar el estado de los derechos humanos, en una sesión con las comunidades campesinas víctimas de la exclusión y de graves violaciones de los derechos humanos.
Paramilitares bajo varios nombres cometieron atrocidades en la tierra de Gabo en las últimas dos décadas. Cerca, en Las Trojas de Rio Viejo, reunieron en una escuela a los pescadores que vivían en palafitos y acusándolos de ser amigos de la guerrilla del ELN asesinaron a once en febrero del 2000. Seis meses más tarde llenaron de horror la Ciénaga Grande masacrando en dos noches a 40 pescadores, por lo mismo.
La gente desplazada no quiere volver... es que los paras nunca se fueron. Los pescadores malviven desplazados en los pueblos alrededor de la ciénaga, pero el alcalde advierte que si fracasa el plan de retorno organizado por el gobierno es porque “ya se acostumbraron a las comodidades que les pueden ofrecer estos pueblos.”
Los paramilitares coparon a Macondo. Y el cinismo. Según el gobierno no existen, pero amenazan con nuevas masacres a los campesinos que reclaman la devolución de sus tierras, como a las familias de la vereda La Divisa, finca Tranquilandia de Aracataca, comprada por el estado y repartida a campesinos en un proceso de reforma agraria, propiedad que les fue despojada en 1991 mediante el uso del terror:
“Los campesinos de la Hacienda Tranquilandia fuimos despojados de esas tierras por los paramilitares en 1991. Asesinaron a Jorge, a su esposa embarazada y a tres campesinos más, torturaron a otros y con ellos nos dejaron el mensaje de que volverían y matarían a los que siguiéramos en la finca. Volvieron, mataron más gente con la ayuda del ejército, desaparecieron al presidente de nuestra junta de acción comunal, se tomaron el control de la finca y de la región, se llevaron el ganado, nos quemaron las casas. A mi hermano que los denunció, lo amarraron y lo degollaron delante de sus niños, “así mueren sapos y guerrilleros” dijeron. Nos fuimos todos. Hace tres años pedimos la restitución de las tierras y nos pusieron en listas que han servido para matar a 79 reclamantes. Si al final nos devuelven la finca volvemos con acompañamiento internacional. No creemos en una fuerza pública que deja actuar a las Aguilas Negras, Urabeños, Rastrojos, Los Paisas, porque en esta zona los tenemos a todos. El año pasado capturaron a varios paramilitares en Fundación. ¿y sabe quiénes eran? ¡dos sargentos y un cabo de la policía¡”1
Aún no hay paz en la tierra de Gabo, pero ayudó a buscarla, sobre todo en la época en que fundó la revista Alternativa y reivindicó la necesidad de transformar a América, denunciando al fascismo, las dictaduras, el imperialismo, reivindicando la dignidad del pueblo cubano.
O cuando asumió colaborar con la defensa de los derechos humanos, donando el premio Books Abroad-Neusdadt de la Universidad de Oklahoma, y creando en 1973 la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, sumando propósitos con sindicalistas del petróleo y de la banca, profesores, periodistas y dirigentes campesinos.
En Colombia hay decretados tres días de luto. En Aracataca las gentes se visten de muchos colores, trabajan en el rebusque y aunque lo tienen prometido desde hace treinta años, no tienen acueducto. Se percataron de que estaba seco el día antes de que el presidente Santos casi lo inaugurara, hace medio año.
Hay inconformidad, hay amenazas y miedo, necesidad de agua potable y de justicia, y los campesinos, paisanos de Gabo, aspiran a retornar este siglo a su finca Tranquilandia en Paz.
Xixón, 18 de abril/14
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