La cúspide de la rebelión anti-madurista del dogmatismo ultraizquierdista la representa un artículo de Roland Denis, bajo el título ¿Quién está dispuesto?, publicado en Aporrea.org, donde el columnista se abre completamente a un tipo de oposición contra Maduro (y también contra el chavismo, en nombre del cual pretende hablar), cuando dice, entre otros desatinos, que Viendo con toda claridad cómo se establecen estos pactos traidores en diálogos paralelos políticos y económicos que ya acordaron el camino para acabar con nuestra alegría y nuestro ejemplo al mundo ¿Es que no hay nadie que mande para el grandísimo carajo al Nicolás Maduro, excelentísimo presidente elegido gracias a este esfuerzo descomunal y victorioso? . Bien, nosotros asumiremos la responsabilidad, no de mandar al mismísimo carajo a Roland Denis (no es nuestro estilo cuando de camaradas se trata), sino de ponerlo más bien en su lugar, junto a toda la izquierda dogmática y anti-madurista (antichavista).
El gran problema del dogmatismo ultraizquierdista en Venezuela es que no tiene la menor idea de los asuntos fundamentales que condicionan y caracterizan la actual situación de la lucha de clases al nivel mundial e interno. No podemos alargarnos mucho en nuestros comentarios, así que necesariamente seremos esquemáticos:
- La contradicción principal en la lucha de clases mundial actual es la que existe entre el imperialismo y sus aliados, por un lado, y los pueblos trabajadores y sus aliados por el otro. A esta gran contradicción se supeditan todas las demás, al menos es ese el deber de los revolucionarios
- En la alianza antiimperialista participan sin duda sectores de la burguesía en casi todos los países, incluidos China, Rusia, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Venezuela, y otros que apuestan a la multipolaridad, uno de los grandes conceptos que impuso Hugo Chávez en el mundo
- La contradicción entre capitalismo y socialismo está en la base de esa contradicción principal, pero no es posible resolverla definitivamente ni hoy, ni mañana, sino pasado mañana. Es decir, se trata de una definición que se dará después de recorrer un largo y sinuoso camino que está apenas en sus albores. Una de las cosas que se demostró en el siglo XX es que el socialismo no puede establecerse por decreto, por deseos o voluntarismo. Es una difícil construcción en una ruta de ensayo y error, de aprendizaje constante, donde las rejas teóricas son importantes pero secundarias frente a la muy compleja y terca realidad: o inventamos o erramos.
- El capitalismo es aún muy fuerte y domina por doquier, tanto en el plano socioeconómico como en el cultural. Se requiere de mucha creatividad, inteligencia, flexibilidad, para avanzar en la ardua construcción de las fuerzas reales que vayan apuntando a la transformación: caminante no hay camino, se hace camino al andar
- Venezuela es un país capitalista, sin ningún asomo de dudas. Lo es por el sistema socioeconómico imperante y por las condicionantes culturales: la cultura capitalista anida aun con descomunal fuerza en la conciencia de los ciudadanos, aun de muchos de aquellos que votan por Chávez y se declaran socialistas.
- En este país capitalista, hay un Gobierno popular y antiimperialista. Lleno de defectos, errores, inconsecuencias, lo dijo Chávez más de una vez. Es otro tipo de contradicciones que tampoco se resolverán ni hoy ni mañana. La desesperación ultraizquierdista no cambiará esa situación en lo inmediato con sus solos deseos utópicos. con sus pataletas infantiles ni su palabrerío de izquierda, como definía Mao Tse Tung la retórica de este sector, tan antiguo como conocido. La lucha contra el burocratismo, la corrupción, el verticalismo presentes en la Revolución Bolivariana igualmente requiere de mucha creatividad, inteligencia, flexibilidad, para avanzar en la ardua construcción de las fuerzas reales que vayan apuntando a la transformación. La derrota de esas taras no será por el camino impaciente del dogmatismo ultraizquierdista, sino por el de persistir en el lento y dificultoso desarrollo del Poder Popular. Aquí queremos insertar una declaración ofrecida recientemente por el Vicepresidente Arreaza: Cada día construimos más poder popular, cada día hay más comunas. Ya hay 605 comunas en Venezuela y vamos para las 3.000 Concentrar el poder en el Estado: el error del socialismo que surgió en Europa en el siglo XX. Lenin le dio todo el poder a los soviets, que eran como nuestros consejos comunales, nuestras comunas, pero luego se tergiversó y se concentró el poder en una elite parasitaria del Estado que frustró la experiencia socialista. La razón es clara: el Estado que persiste en todas partes, es el Estado burgués. Pero los gobiernos populares necesitan ese Estado caduco para poder gobernar. Tal Estado burgués no se puede eliminar por decreto. Marx pensó que esa estructura heredada del pasado se extinguiría. Ello ocurrirá en un proceso prolongado donde se fortalezca lenta y paulatinamente lo único que puede sustituir al Estado burgués: el poder del pueblo organizado, en una sociedad socialista que seguramente no veremos nosotros, probablemente tampoco nuestro hijos y, solo acaso, nuestros nietos. Parafraseando un cuento tradicional chino, somos unos tontos (aparentemente no tan avisados ni claros como los ultraizquierdistas dogmáticos) que estamos derribando una montaña con un cincel y un martillo. Ahora es que falta: paciencia y más paciencia, constancia y más constancia, trabajo y más trabajo.
- Defender el Gobierno de Maduro y a la Revolución Bolivariana es un deber internacionalista de la lucha antiimperialista, y un deber nacional para enfrentar el fascismo criminal que pretende ponernos de nuevo al servicio de los intereses imperiales
- Entretanto, debe continuar la lucha paciente contra el capitalismo, por el socialismo, por el crecimiento y fortalecimiento del Poder Popular, contra el burocratismo. No vemos cómo podemos favorecer todo ello torpedeando la unidad revolucionaria en una batalla como la actual, generando desesperanza en el pueblo y ofreciendo caminos que no nos llevarían, en este momento, a ninguna parte que no sea el barranco de la Revolución.
Ya en un artículo anterior demostramos cómo grandes revolucionarios históricos hicieron diversas alianzas y hasta pactos con sectores de la burguesía, en función de preservar la salud de las revoluciones. También Chávez (hemos hablado de su reunión con Cisneros, donde sin duda hubo acuerdos tácticos, y también tácitos).
Recordemos ahora las políticas de diálogos adelantada por Chávez, sobre todo la llamada Mesa de Negociación y Acuerdos de mayo de 2003 (¡Vaya nombre, cómo estaría llevando aun más palo Maduro si lo hubiese usado hoy!) convocada por él mismo Comandante Supremo con la supervisión de la OEA, del Centro Carter y del PNUD (hoy tenemos a Unasur). Recomendamos la lectura completa del acuerdo principal de entonces, firmado por José Vicente Rangel, Timoteo Zambrano, Roy Chaderton Matos, Alejandro Armas, María Cristina Iglesias, Manuel Cova, Ronald Blanco La Cruz, Américo Martín, Nicolás Maduro y Eduardo Lapi, accesible con los buscadores de Internet.
Anexamos aquí solo el primer punto del acuerdo: Los suscritos miembros de la Mesa de Negociación y Acuerdos, representantes del Gobierno Nacional y de las fuerzas políticas y sociales que lo apoyan, así como de las organizaciones políticas y de la sociedad civil que conforman la Coordinadora Democrática, suscribimos el presente Acuerdo con espíritu de tolerancia para contribuir al fortalecimiento del clima de paz en el país.
En ese sentido reiteramos los principios y mecanismos que nos trajeron a esta mesa, que constan en la Síntesis Operativa acordada por las partes desde el momento de su instalación, así como nuestra convicción de encontrar una solución constitucional, pacífica, democrática y electoral.
En aquel entonces, Chávez logró la distensión del clima político del país después de los sucesos de 2002 y 2003, y generó así un gran triunfo de la Constitución que se reflejó en el referéndum democrático de 2004 que ganó la Revolución por amplio margen. Hoy, Maduro trabaja, con una táctica correcta, tratando de aislar a la ultraderecha radical y crear las condiciones que permitan abordar, en mejores condiciones, las tareas atinentes, entre otras cosas, a la economía, el problema que más preocupa en este momento a los venezolanos. Pero los dogmaticos de ultraizquierda dicen hablar en nombre de Chávez y olvidan aquel referente histórico.