Dónde están los carros

¿Será verdad que llevamos en la sangre el gen de la viveza? En ocasiones, uno está tentado a la lamentable generalización de que el nuestro es un país de aprovechadores. Las líneas vertidas al respecto son abundantes. La “viveza criolla” es una tesis de grado no escrita, un libro pavoso, un cuento de mal gusto, una leyenda. Cada vez que aparece un montón de latas de leche acaparadas, esperando el momento de sacarlas a un precio infinitamente mayor que el legal, es difícil sustraerse a la conclusión de que la corrupción campea a su antojo entre nosotros.

Hace poco vimos un lindo carrito chino que un amigo le compró de segunda mano, “como nuevo”, a una persona que lo obtuvo gracias a una palanca que tiene en Miraflores. Quien lo adquirió en primera instancia pagó por él los 95 mil bolívares de ley. Poco después lo vendió por Bs 450 mil, es decir, obtuvo una ganancia cuatro veces superior. Esa persona no es un concesionario ni nada por el estilo. Es uno más de los millones de vivos criollos que utiliza la posición que ocupa para hacerse con unos dineros fraudulentos.

Así por el estilo, los ejemplos sobran. No es que el chavismo sea más corrupto que el resto. Es que hemos perdido lo primordial, los valores que fundamentan nuestra esencia como seres humanos y que, entre otras cosas, nos permiten distinguirnos de las bestias. Lamentablemente, hemos tendido, en los últimos tiempos, más a actuar como estos últimos. Cada vez que alguien prioriza sus intereses particulares y llena un carrito de mercado con decenas de potes de margarina que no usa, pero quiere garantizarse su abastecimiento casi que de por vida, en desmedro del derecho ajeno, actúa como un animal, no como gente.

Cuando uno constata que las centenares de “piedras fundacionales” que en algún momento significaron la ilusión, por ejemplo, de contar con una fábrica de pañales venezolana, o una ensambladora de vehículos de bajo costo, hoy convertidas en madrigueras de aprovechadores sin escrúpulo, termina dándole razón a la conseja que dice que Dios fue generoso en demasía con esta tierra y que, para compensar las desigualdades que eso podría significar, lo equilibró poniendo los nacionales que tenemos dentro. A este país dice quererlo mucha gente cuando en realidad son pocos quienes lo aman de verdad.


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Mariadela Linares


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