No hay duda que siempre es necesario debatir la política cambiaria - incluyendo la cotización del bolívar- en el mismo nivel que debe hacerse con otras políticas (sociales, productivas, tributarias, entre otras), y afrontar otrosenormes desafíos como es la lucha contra la nflación. Pero el debate se hace difícil por la continua descalificación por parte dequienes se suman al coro neoliberal que impulsa la liberalización cambiaria y financiera inmediata de Venezuela.
La ofensiva por los dólares que ingresan a Venezuela es uno de los objetivos centrales inmediatos de la banca y los centros financieros internacionales (y sus repetidores locales)en el marco muy agresivo de presiones y acciones para terminar y/o vaciar el proyecto popular bolivariano.
Las modificaciones cambiarias nunca son neutras. Toda política y acción debe responder para qué y para quién. Por ejemplo, el sostener precios de productos de primera necesidad que requiere la mayor parte del pueblo que no negocia divisas, poner más divisas a disposición de los mercados financieros, recomponer reservas del Banco Central, sustituir importaciones, impulsar la modernización y ampliación productiva interna, facilitando las importaciones de bienes de capital e insumos...
¿Por qué? ¿Para qué? y sobre todo ¿ quiénes pueden los beneficarios y quiénes los perjudicados de una alteración cambiaria como la que exigen hoy para Venezuela banqueros y especuladores ?
¿ De quién son los dólares de Venezuela?
Lo que llama la atención es la enorme confusión que se ha introducido por la presión y el clima de incertidumbre y de regresión introducido , al punto tal de llegar hasta desorientar a sectores que han defendido históricamente el proceso popular de Venezuela.
Un buen ejemplo de ello lo es un artículo publicado días atrás por el destacado economista Mark Weisbrot, siempre un valiente y comprometido defensor de Venezuela ante las permanentes campañas de agresión y difamación contra el Presidente Hugo Chávez y la revolución bolivariana (1)
En su columna, bajo el significativo título " Reparando el Sistema Cambiario de Venezuela",Weisbrot confunde y distorsiona desde el vamos el debate al referir el control cambiario como sinónimo de cotización fija.En su argumentación central llamativamente, valora al mismo tiempo la desregulación por su "rendimiento mucho mejor" -sin referir para quién- denominándo el nuevo sistema diseñado a medida de los requerimientos de las banca y especuladores internacionales con el eufemismo de "flotante gestionado" Weisbrot no llega siquiera a contemplar que fuertes devaluaciones realizadas bajo la presión de ofensivas antipopulares han llevado históricamente siempre a mayor regresión social y económica.
Lo cierto es que el FMI y los economistas neoliberales no tienen ningún principio en relación a la defensa de un cambio fijo, pero si lo tienen respecto a la liberalización cambiaria. En su recetario incluyen tanto la fijación como la devaluación de acuerdo a las circunstancias, pero siempre priorizando intereses de "inversores extranjeros y prestamistas".
En un momento lo hacen para garantizar la rentabilidad para el ingreso de capitales con estabilidad cambiaria.En otros e mayor incertidumbre, tal como ocurre hoy en Venezuela, para azuzar y avalar la salida/fuga de capitales. Puede notarse que lo mismo ha ocurrido también a lo largo de la historia de los países que menciona Weisbrot como ejemplos a seguir: Argentina, Bolivia, Brasil y Rusia.
Lo que está en juego hoy en Venezuela con la "reparación cambiaria " no es una perspectiva económica/productiva estratégica -un debate sin duda pendiente en relación a la matriz productiva y los precios relativos de la economía venezolana- sino simplemente la expoliación de los ingresos petroleros estatales (ingreso central, permanente para el país) , avalando en lo inmediato la fuga de capitales, tras aceptar presiones de la banca y sus aliados para volcar más dólares al SICAD II, negociados en forma poco transparente).
La carestía, la especulación y el desabastecimiento no se combaten con mayor liberalización, sino con el cumplimiento de la ley y el combate a la corrupción (hablamos sin tapujos de sobre facturación de importaciones, fuga de divisas por vía del SICAD II, falta de control fiscal, contrabando extensivo al exterior de importaciones "subsidiadas", etc.).
La consecuencia inmediata- sensible en forma cotidiana- de la desregulación creciente hacia un tipo de cambio "flotante gestionado" es ahondar el marco de carestía y desabastecimiento , y por lo tanto de incertidumbre e intranquilidad social y política para la mayor parte de la población, al retacearse divisas a cambio preferencial (oficial y SICAD I) , mientras continúa rampante la especulación , ahora protegida por la objetiva justificación de impunidad al avalarse la marcha hacia un régimen cambiario más desregulado, "flexible".
No caben dudas que el objetivo central de Venezuela debe ser hoy la paz social. Y para ello es imprescindible, en forma prioritaria e inmediata, defender las condiciones de vida de la mayor parte de la población que no opera o especula con divisas, pero que se ve dañada y a la cual se le provoca creciente desasosiego por el desabastecimiento y la carestía no provocados por la falta de divisas sino por su desvío.
El supuesto que la desregulación y la devaluación cambiaria no dispararán aún más la inflación ya que "muchos precios ya se ven determinados por el mercado paralelo" -según Weisbrot- no sólo es ilusorio sino que es extremadamente peligroso y, en el marco actual es seguramente regresivo.
La justificación de la liberalización y unificación cambiaria en nombre de la protección de los ahorros contra la inflación parte del supuesto equivocado que la única "reserva de valor" posible siempre debe ser la moneda extranjera y debe ser afrontada directamente. Y, a la vez, abrir el debate sobre las alternativas para cuidar y fortalecer el ahorro en bolívares. Las divisas las gana el país y no deben seguir siendo prenda de la rapiña de especuladores,y de la internacional del capital financiero.
¿Por qué? ¿Para quién? Mucho se habla de "transición cambiaria", pero que no es posible seguir repitiendo este estribillo sin saber a dónde se desea marchar. Mientras, los cantos de sirena de los buitres del Bank of America-Merryll-Lynch, Lazard y la “conexión francesa” socialdemócrata siguen envenenando el medio ambiente económico y financiero venezolano.
Por supuesto que es al gobierno venezolano a quien le corresponde definir las políticas económicas, por las que sigue esperando el castigado pueblo. Para ello es imprescindible no ocultar lo que está hoy ocurriendo en Venezuela, paradójicamente el único entre los mayores países de América Latina que cuenta hoy con superavit en su balanza corriente de pagos con el exterior (2 , es simplemente una rapiña cambiaria.
Claudio Della Croce es economista argentino. Miembro de la Asociación Argentina de Economía Radical
(2) Balance de cuenta corriente de principales países de América Latina en los últimos 12 meses en relación al PBI: Argentina: - 1,1%, Brasil: -3,7%, Chile: -2,4%, Colombia: - 3,5%, México: -1,5%, Venezuela: + 1,4% Revista "The Economist". 12 de Julio 2014