La pobreza en Venezuela y los jinetes del apocalipsis

El comportamiento de la pobreza en Venezuela durante los últimos 15 años ha mostrado una clara tendencia a la baja. No obstante, en días recientes, Elías Eljuri, presidente del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), reveló que la pobreza, evaluada por ingresos, ascendió del 21,2% en el 2012 al 27,3% en el 2013, lo que significa un incremento de 6,1 puntos porcentuales. Estas declaraciones generaron, y siguen generando, una auténtica algarabía en los medios de comunicación de oposición. Como aseguran desde entonces una y otra vez, “según cifras oficiales, hoy existe en el país un total de 9.174.142 personas pobres, de ellas 2.791.292 son personas que viven en extrema pobreza”.

Las cifras suelen verse acompañadas de pronósticos, más que sombríos, letales para la Revolución. Como leemos en un editorial de El Nacional, “la política de dislocación de la economía, puesta en marcha desde 1999 a esta fecha, ha arrojado resultados anunciados una y otra vez: fracaso. Colosal fracaso. Pero este fracaso no se proyecta solo al plano temporal inmediato: algunas de sus consecuencias serán duraderas”.

Por esta vía se procura sembrar la idea de que la política económica desarrollada por el gobierno del presidente Maduro ha contribuido a aumentar la pobreza, razón por la cual, supuestamente, el propio mandatario se afana por “ocultar la realidad del país al negar a los investigadores sociales, parlamentarios y periodistas el acceso a las fuentes de información”. La oposición ha insistido en que las cifras del INE “reflejan un deterioro en las condiciones de vida de los venezolanos” y ha condenado al Gobierno nacional, al cual no solo tilda de ineficiente y corrupto, sino también de “irresponsable y mentiroso” por sus declaraciones sobre el tema.

Con palabras de Julio Borges que sintetizan el espíritu de toda la oposición en relación con el tema, “el gobierno de Nicolás Maduro es una fábrica de pobreza”, ya que “en apenas un año los pobres en Venezuela aumentaron en casi 2 millones de personas”.

Los voceros del Apocalipsis atribuyen el “incremento de la pobreza” a un arroz con mango de causas y factores que suelen amontonar sin mucho concierto. Se refieren, ante todo, a la “contracción de la actividad económica nacional” derivada de “políticas fallidas que han conducido a la destrucción del aparato productivo”; a una “política fiscal y monetaria, traducida en híper expansiones del gasto y del dinero en la economía” y a la “caída estrepitosa” de los ingresos en divisas del Estado. Así de grandilocuentes son.

La cantaleta más socorrida consiste en contrastar estos “hechos” con la circunstancia de que Venezuela es uno de los mayores productores de petróleo del mundo y que cuenta con enormes recursos naturales.

Por supuesto, estos críticos de oficio no hacen mención a la guerra económica de la derecha, que ha distorsionado la economía venezolana; ni al reconocimiento de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) al presidente Nicolás Maduro por las acciones del Gobierno bolivariano en materia alimentaria. Tampoco se refieren a otros datos ofrecidos por el propio Eljuri, por ejemplo, al hecho de que la pobreza extrema en el país continúa bajando de manera significativa, (del 9,9% al 5,5% en el 2013), lo cual se hace ostensible cuando se mide en términos estructurales, es decir, en función de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI). Este último procedimiento toma en cuenta indicadores tales como salud, acceso a servicios básicos, vivienda, vulnerabilidad del medio ambiente, educación, seguridad social, y otros semejantes.

¿Se atreverían a reconocer, por ejemplo, que el indicador de educación que contempla la cantidad de niños entre 7 y 12 años que no asisten a la escuela, bajó del 1,8% al 0,7%? ¿Divulgarían que el hacinamiento en hogares se redujo del 14,6% al 9,5% durante la Revolución? ¿Escribirían en sus glamorosos periódicos que el indicador de vivienda sin servicios básicos descendió del 15,7% al 9,5%? Hasta la fecha, 2,1 millones de personas mayores han recibido pensiones de vejez, es decir, el 66% de esta población, mientras que antes del actual gobierno sólo 387.000 recibieron pensiones. ¿Lo pregonarían con altavoces?

Uno de los determinantes sociales de la salud es la equidad, y Venezuela es hoy el país de la región con el nivel más bajo de desigualdad (según el Coeficiente de Gini). La UNESCO ha reconocido que Venezuela está libre de analfabetismo y que es el tercer país de la región cuya población en mayor medida lee, al tiempo que es el segundo de América Latina y el quinto del mundo en tener proporcionalmente más estudiantes universitarios. De hecho, uno de cada tres venezolanos está inscrito en algún programa educativo. Desde la guardería hasta la universidad, la educación es gratuita. ¿En cuál de sus excelsas publicaciones la oposición consignó tales datos? ¿Será que los adversarios de la Revolución se regocijan con la idea de que se incrementa la pobreza en el país? ¿Imaginarán, gozosos, que con ello se acerca la tan añorada “salida”, el “cambio”, la restauración del poder de los mantuanos?

Es evidente que con su discurso engañoso la oposición apuesta, por un lado, a desprestigiar la Revolución, y por otro, a engatusar a los sectores más humildes de la población con el fin de sumar adeptos entre quienes se han mantenido fieles al ideal bolivariano y chavista. No en balde, en reiteradas ocasiones Henrique Capriles ha hecho gala de su zorruno olfato político al manifestar que para que haya “un cambio democrático” en Venezuela “primero se tiene que garantizar el apoyo de los sectores más pobres”.

Algo cae por su propio peso: para la prensa revolucionaria resulta imperativo reposicionar el tema de la pobreza ante la opinión pública nacional e internacional con sólidos argumentos políticos. Luego de los importantes logros alcanzados por la Revolución bolivariana, asociados a una redistribución infinitamente más justa y equitativa de la renta, es inadmisible que no seamos capaces de defender y fundamentar con la suficiente energía e inteligencia los avances que ha experimentado nuestro país en este tema tan sensible. Parecería que nuestro enfoque es más tecnocrático y econométrico que político, lo que nos ubica justo en el terreno de nuestro falaz adversario.

La Revolución bolivariana aún enfrenta colosales retos en su ambiciosa misión de erradicar la pobreza. Aunque estos 15 años intensos han significado un vuelco en la calidad de vida de los más diversos sectores poblacionales de nuestro país, en particular, de los más humildes, el trabajo dista de haberse coronado con el éxito total. Es preciso avanzar de forma acelerada en el empeño de lograr una economía genuinamente productiva, diversificar los espacios de producción social, perfeccionar los mecanismos de distribución de la riqueza, propiciar las condiciones para que el pueblo se eduque en la cultura del trabajo.

Nunca como hoy es tan importante retomar el legado del Comandante Chávez referido al valor del trabajo y la eficiencia en el proceso de construcción socialista. Sin su concurso no sería posible alcanzar la meta de “pobreza cero” antes de 2019. Es de la mayor relevancia hacer comprender al país que sin el aumento de la productividad y la participación de todas y todos en la generación de riquezas y la solución de los problemas individuales y colectivos no será posible convertir de forma irreversible a Venezuela en un territorio libre del flagelo de la pobreza.

Por otra parte, es necesario dar calor al proceso de revisión y reimpulso de las misiones sociales que ha iniciado la Revolución, de forma tal que podamos medir su eficiencia y garantizar la transparencia en el manejo de los recursos que se destinan a ellas. El presidente Maduro indicó recientemente que se dictará una Ley Orgánica de Misiones. Sin lugar a dudas, esta ley puede significar un importante aporte, pues estaría llamada a superar el desorden creado con algunas improvisaciones. En este sentido, es preciso que las rectificaciones sean integrales, es decir, articulen lo económico, lo político, lo social y lo cultural.

A nuestro juicio, lo decisivo en la solución del problema de la pobreza y de cualesquiera otros problemas sociales existentes en el país será superar definitivamente la práctica de considerar siempre al pueblo como objeto y no como genuino sujeto de la transformación de su propia vida en comunidad. Las políticas asistencialistas y paternalistas que nos vimos moralmente obligados a poner en práctica a lo largo de 15 años con el objetivo de contribuir a pagar la deuda social acumulada durante décadas, y que en medidas decreciente aún debemos implementar, han de ser contrarrestadas progresivamente con el principio de que el trabajo, el involucramiento personal y colectivo en la solución de los problemas, debe convertirse en el pilar fundamental de la justicia social y en el criterio determinante para la distribución de la riqueza nacional.

Entretanto, dejemos que los perros ladren.

El autor es: Politólogo.

gksagitario@hotmail.com


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