Cuando el humor no se puede poner serio

Si en algún momento de la historia de nuestro país es necesario ese humor didáctico, fresco y alegre de los Roberto’s y de Carola Chávez es ahora cuando los entuertos son mayores. No les pidamos que escriban como Mariadela Linares, de quien también soy asidua lectora, porque nos pondríamos todos muy serios. Quiénes de los que escriben periódicamente en los diarios nacionales y que acompañan este proceso no se han percatado de todo lo denunciado por la colega Linares y de mucho más.

De hecho varios nos hemos hecho eco y en cada una de nuestras áreas hemos puesto a la luz corruptelas y otros desaguisados que comprometen la estabilidad de nuestra Revolución. Pero para chalequear cada quien es verdugo de la víctima de quien escoge y no tiene que hacer comparsa.

Es tanto lo que hay que corregir en este proceso, a tantos niveles, que si perdemos el norte (no el violento y brutal) y prendemos el ventilador, todo quedaría bien curtido y no con muy buen olor. Me acuerdo cuando Gorbachov ya estaba en el gobierno y la perestroika a millón, yo estaba en Cuba y era asidua lectora de un periódico que publicaba todas las críticas que se hacían al estado soviético de entonces. Tenía unos compañeros de estudio rusos quienes estaban seguros que toda esa verborrea (no es peyorativo) salvaría esa revolución. Pero no fue así. Se tomaron “tan en serio” sus problemas que durante décadas el mundo se les vino abajo y las mafias se adueñaron del gobierno e hicieron de las suyas. Cuánto les costó poner orden y rehacer su sociedad de una manera más digna, no se sabe todavía.

Aún están viviendo las peligrosas consecuencias de la disolución del estado soviético con recetas de occidente. Las críticas que chorreaban las tintas de todos los periódicos en ese inmenso país, impregnaban todos los espacios radioeléctricos, luego no encontraron los responsables qué asumieran sus consecuencias.

Es que ahora parece que para ser crítico en nuestro país hay que perderse en el bosque de la ineficiencia de nuestros funcionarios, de los nudos creados por quienes traicionaron a la revolución, de los opositores que se valieron de sus “contactos” en los vericuetos de la burocracia para engrosar vertiginosamente sus cuentas bancarias. Les digo, que no terminaríamos nunca y jamás veríamos luz al final del túnel. Y quizás saldría por allí un lobo feroz quien está esperando a hurtadillas que la caperucita roja no reconozca a su verdadera abuelita.

Prefiero aquellos que sin escribir tanto van a las instancias correspondientes a presentar sus denuncias concretas, los que proponen y proponen, buscando soluciones a este maremágnum de equivocaciones y oportunismo que lamentablemente lo permea todo. O aquellos de muy bajo perfil, construyen, construyen y demuestran que es posible que la esperanza salga del fondo de la caja de Pandora luego de que todos los males han decidido andar por la calle del medio.

Para salvar esta revolución no sólo hay que apuntar todo lo que está mal hecho, hay que reírse mucho de nosotros mismos, verse en ese espejo que la MUD y el MID nos proporcionan que tan magistralmente nos lo muestran los Roberto’s y Carola. Pero sobre todo poder reconocer el inmenso esfuerzo que se está haciendo por parte del gobierno bolivariano y de nuestro Presidente Maduro para salirle al paso a este cataclismo creado por la transición de una sociedad rentista a una que produzca para el ser humano, para hacer sustentable nuestra vida, para que podamos recordarnos todos los días quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Una sociedad que reconozca a quiénes realmente producen, su esfuerzo y su fruto. En la cual la consciencia no sea una baratija sino el rasgo distintivo de quienes viven en ella.

Decía Mao cuando la cuestionada revolución cultural china, que debíamos ser capaces de botar el agua sucia sin botar al niño. Así sea. Y me puse seria.


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Carmen Cecilia Lara

Profesora de comunicación social de la UBV

 sathya954@yahoo.com

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