La cola

Esta palabrita posee diversos y curiosos significados como los siguientes: bebida refrescante / apéndice colgante de cuadrúpedos, que les sirve entre otros usos para espantar moscas / pegamento o emplaste / trasero protuberante (con o sin implantes) / y “cola de vaca”, famosa gambeta de Romario; además de sinónimos como asentaderas, cachetes, huesito dulce y pompis.

Pues bien, como habrán de imaginarse no me referiré a ellos, lo haré con la  más manipulada de sus acepciones, aquella que se usa en Venezuela para referirse a una aglomeración de gente o vehículos en orden aleatorio y lineal, desde aquellas que originan para comprar un helado hasta las verdaderamente extensas en supermercados, hospitales, bancos, terminales, puertos y aeropuertos,  oficinas de ministerios, incluyendo las que se forman para recibir la hostia. … y que conste que no mencionaré lo de la guerra económica, el contrabando y acaparamiento, así como a políticos, empresarios y militares corruptos, todos transformados en crápulas de la abundancia porque para ello habrán nuevas oportunidades.

Una aproximación empírica al estudio de las colas nos indica que ellas no son una patente o invento del pueblo venezolano, como prueba de ello, les invito a abrir internet y consultar y observar las imágenes de las colas de “parados” (desempleados) en España, Italia, Grecia o  Estados Unidos (http://www.theprisma.co.uk/es/2013/04/28/estados-unidos-sigue-desempleo-y-se-vuelve-cronico/),  la de los  46.6 millones de personas esperando sus cupones de alimentación en USA (http://laitman.es/2014/03/los-estados-unidos-sobreviviran-sin-cupones-para-alimentacion/). Otra prueba de lo universal de este fenómeno lo encontrará en las informaciones sobre los millones de trashumantes que hoy hacen cola a nivel mundial para buscar refugio, o asistencia médica (por no tener recursos para acudir a centros privados),  los millares de jóvenes que en países como México, Chile, Colombia o Perú hacen colas inmensas de meses y años esperando una oportunidad para el estudio que nunca les llega.

Hablando de la cola venezolana… hace poco me encontraba haciendo fila india en un supermercado cuando escucho la voz de alguien atrás mío deseoso de entablar conversación. De aspecto bonachón, de clase media baja, entrado en kilos y entradito en años, me aborda con una expresión de añoranza: “nunca como aquellos años cuando la gente venía y llenaba el carro, y sin tener que tropezarse con tanta gente uno hacía su buen mercado”.  Luego de unos segundos y pensando cómo responder a sus palabras, acudí a mis recuerdos de juventud. Aproveché y le conte: Cuando era un muchacho, se abrió en Mérida el primer supermercado, ni soñar todavía con centros comerciales. Fue todo una novedad. No olvido nunca que entrar allí era equiparable a ingresar a un gran templo…espacios amplios, pisos puliditos, todo en perfecto orden como lo establece la Ley del Buen Mercado…, pocos feligreses pero bien escogidos…profesores universitarios, que si el Dr Tal, el ingeniero Fulano de Tal, el distinguido abogado Mengano…. El cordón umbilical con la Mérida colonial aún no se había roto… los títulos universitarios sustituían a los nobiliarios pero eso sí, con las mismas prerrogativas. El apreciado aristócrata, notable, y principal hidalgo de la ciudad de los caballeros como buen mantuano que era, recibía en bandeja de plata un sitial especial para remarcar su linaje. Las distinguidas damas de sociedad vistiendo sus mejores galas, medían allí sus finuras sin que se repitiese ¡horror! algún modelo.  Total que en un espacio de tres mil metros cuadrados con un reducido número de personas con capacidad adquisitiva no se generaban tumultos, la presencia de humildes trabajadores, campesinos o los socialmente discriminados de toda la vida era algo impensable…ellos ni por equivocación se acercaban a esos espacios exclusivos…no tenían con qué y encima de ello corrían el riesgo de recibir algún menosprecio.

Como la cajera del supermercado se enredó en una discusión con unos bachaqueros que querían llevarse más de la cuenta, pude aún argumentarle: ¿Que de dónde diablos sale tanta gente? … aparte de los bachacos, es bueno recordar que en tiempos de nuestra juventud, Venezuela la poblaban unos 15 a 18 millones de seres, la mayoría de ellos marginados, hoy ya pasamos los treinta... no justifico estas colas y el gobierno tiene que vérselas en cómo resolver este problema urgentemente, pero entiendo que una de las causas de esta congestiones proviene precisamente del acceso de millones de venezolanos a un nivel superior de vida con capacidad no solo de adquirir productos sino de viajar a donde les venga en gana…estás viendo cómo hoy miles de venezolanos incluidos muchos de extracción humilde están haciendo cola en Maiquetía para viajar por el mundo entero con dólares de CADIVI. Una revolución como la nuestra no discrimina y esa vendría a ser la raíz del “problema”…por cierto, en esos 30 millones y más, debe contarse la inmigración de más de seis millones de colombianos y de otras nacionalidades que en años de revolución han encontrado en nuestro país todo aquello que les niega sus naciones de origen. En honor a la verdad, sentí que no perdí mi tiempo razonándole pausadamente a aquel señor que finalmente me dijo: “…es verdad, acabo de regresar de Cancún con mi esposa y tres hijos, nos fue excelente”…quería contarme de su viaje pero ya la cajera me estaba esperando.



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Rubén Rivas

Merideño, Profesor de Música, con estudios en la Escuela de Música de la ULA. Egresado de la U. de Chile. Magister de la U. de Cincinnati. Autor de los proyectos de Carrera de Licenciatura en Música de la Universidad del Zulia y Universidad del Táchira.

 alcidesrivas@gmail.com      @alcidesrivas0

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