Con una venda en los ojos, la Humanidad aprendió a consumir todo el entretenimiento que justificaba olvidar las voces de la razón, saciar la sed de venganza y escuchar el latido de la impunidad social. El sentimiento de culpa quedó atrapado en una ancestral tablita con la soleada imagen del rencor zuliano, junto a la religiosa ignorancia callejera que nunca perdonó las heridas del pasado, y nos dejó ciegos en la oscuridad del furioso presente con el que todos lidiamos. Entre espinas, rosas y aplausos, la historia de sangre se continúa escribiendo en letras tan rojas como el despiadado corazón usurpado.
La necesidad de rehuirle a la introspección, hizo que los zulianos se encadenaran a una serie de fervores, pasiones y credos, para no tener que mirar al cielo en busca de una sagrada respuesta que aleccionara el andar del Catatumbo. Pero, la falta de un camino celestial por transitar, reveló el instinto caníbal de su gente, que sacó a flote todas sus carencias éticas, morales y espirituales, crucificando la nobleza que habita en la Pachamama y su gran biodiversidad. Así fue, como los zulianos encontraron en el maltrato animal, un rentable juego que venderle a la masa social de carne y hueso.
En ese sentido, la práctica de la Tauromaquia es una de las aberraciones más sangrientas a escala global, que recorre el laberinto vislumbrado por la Sociedad Moderna. Se irrespeta el derecho a la vida de los Toros, y se corrompe el alma de un Ser Vivo en agonía, por la típica cobardía de los toreros que trasciende las fronteras culturales. Quienes teorizan la muerte, como una gala artística, un deporte o una tradición que afianza el modus vivendi de la ciudadanía, son los responsables de arremeter contra los linderos de la sensatez y la cordura. El capricho de fastidiar y matar por diversión a un animal, es defendido en naciones como España, México, Portugal, Perú, Francia, Ecuador, Nicaragua, Colombia y Venezuela.
Precisamente, en la ciudad venezolana de Maracaibo se celebran las clásicas Corridas de Toros a mediados del mes de noviembre, como parte de la sana recreación maracaibera que engalana la feria en honor a la Virgen de la Chinita. No hay duda que la patrona de los zulianos es testigo de las salvajadas que cometen sus fieles devotos, al asistir a la monumental plaza de toros de Maracaibo, para disfrutar en primera fila de la sangrienta aniquilación de un indefenso animal, que sufre un verdadero calvario al ritmo de cervezas, eructos, pistachos, vallenatos, risas, tostones, gritos, chistes, fotos y un flamante rosario de oro que glorifica in situ, la demoledora barbarie humana cometida por obra y gracia de los zulianos.
Nos preguntamos ¿Cómo es posible que muchas de las personas que visitan la Basílica el 18 de noviembre buscando pagar promesas y purificar el alma del pecado, son los mismos ciudadanos que horas antes gozaron un mundo con las venerables corridas de toros? Parece que los zulianos idolatran una mentira conceptual, que no pondera el mínimo discernimiento de su feligresía. Por desgracia, detrás de los supuestos íconos de la zulianidad representados por el furruco de las pegajosas gaitas, por la magia del pintoresco Saladillo, por el agua del inmenso lago de Maracaibo, por la mirada punzante del águila que surca el viento, y por el arte multicolor del Mural de Ciudad Ojeda, lo que verdaderamente existe en la mente de los zulianos es un atroz proceso de transculturación, una sistemática contaminación de los recursos naturales autóctonos, un profundo deseo de apuñalar el destino del prójimo, y una endiablada destrucción del legado cultural que denota su brillante idiosincrasia.
Es consabido que los zulianos viven a diario y desviven el paso con muchísima "arrechera", siendo una invaluable muestra de todos los insultos, ofensas y atropellos sociales que caracterizan el ADN de su calurosa colectividad. La esquizofrénica entidad zuliana, está plagada de asesinatos, de ajuste de cuentas, de envidia, de trabas, de hurtos, de oxidados carritos por puesto, de huecos viales, de atracos a mano armada, de secuestros, de terquedades, de vulgaridades, de hipocresía, de violaciones, y de cualquier otra anormalidad negativa que su psique se atreva a experimentar. No es casualidad que el estado Zulia, es la región venezolana con el mayor índice de violencia agravada en el país, la cual se extrapola en los casos de Bullying o acoso escolar en los colegios, en los casos de maltrato a la mujer por machismo en los hogares, en los casos de alteración al orden público en las calles, en los casos de Mobbing o acoso laboral en las oficinas, y obviamente, en los casos de irrespeto a los derechos de los animales que se extienden por toda la geografía criolla.
Recientemente hemos visto desfilar por las principales calles de Maracaibo, a un mono araña que se encuentra atado con una cuerda al techo de un carro destartalado. Vemos que el animal debe soportar las altas temperaturas que agudizan el infierno citadino maracaibero, por culpa de la miseria espiritual del maldito chofer zuliano, que lo exhibe como si fuera un objeto de escarnio público para que los niños, jóvenes y adultos disfruten de un espectacular show circense sin gastar un centavo. El mencionado delito in fraganti, es autorizado por los policías, jueces, intendentes y funcionarios que laboran en la fiscalía municipal del Ministerio Público, quienes nunca recuerdan la vigencia de la Ley para la Protección de la Fauna Doméstica, Libre y en Cautiverio, y solamente desean cerrar la ventanilla del carro, prender el aire acondicionado, poner musiquita chévere y reírse a carcajadas con el travieso monito que se halla en peligro de extinción.
Pienso que las personas que disfrutan manteniendo especies de fauna enjauladas, aisladas o encadenadas, es porque en el fondo, ellos son quienes se sienten los verdaderos animalitos enjaulados, aislados y encadenados a este Mundo, por lo que necesitan reforzar la autoridad o condición de poder sobre el otro "animalito". Generalmente, las personas que viven esclavizadas ya sea físicamente por trabajo o psicológicamente por vejaciones, tienden a mutar ese sufrimiento, frustración y debilidad, mediante la asistencia a eventos de maltrato animal o comprando un ejemplar en las tiendas, que será el inocente dominado por el poderoso gran señor o la gran señora dominadora.
Es un clásico reflejo de la tensa relación jefe-empleado, rey-súbdito, padre-hijo, profesor-estudiante y demás binomios de interacción humana. Por eso, muchos animales insultan, golpean y aplauden la muerte de otros "animalitos", como una forma de que el perro, el monito, el gato, el pájaro o el Toro, sienta en carne propia la misma impotencia que ellos padecen en silencio dentro de sus miserables vidas cotidianas. Se trata del desquite, del ensañamiento y de la revancha. Jamás lo enfrentan, no lo reconocen y nunca lo resuelven. Ante tanta locura, es lógico creer que el monito araña seguirá embelleciendo las sucias calles de Maracaibo, que las mascotas continuarán deambulando sin agua y sin comida, y que las Corridas de Toros perpetuarán el longevo ecocidio que identifica al orbe zuliano.
Lo más triste, es que los organismos gubernamentales zulianos rentabilizan el maltrato animal a vox pópuli, pues detrás de las perversas Corridas de Toros hay una gran infraestructura económica que le paga cuantiosas sumas de dinero a los gobiernos de turno, para que se queden calladitos y nunca prohíban esos macabros eventos taurinos. Ni siquiera permiten la realización de un referendo consultivo que pueda determinar si el morbo de los marabinos es tan grande, como para seguir firmando y alabando la errante crucifixión de un animal en agonía. No importa si los regímenes políticos son de la derecha o de la izquierda. No importa si leen la biblia o el Corán. No importa si son pacifistas o belicistas, porque a la final, las intocables Corridas de Toros sacan a relucir el alma envenenada y el corazón genocida que enluta los sueños reprimidos de la ciudadanía zuliana.
Además, los medios privados zulianos se dedican a fomentar la hipnosis comunicacional en sus televidentes, lectores y radioescuchas, para que compren con premura un lote de entradas en los plataneros, adquieran un collar anti pulgas en las playitas, y vendan la última neurona que perdieron en la plaza del Buen Maestro. Si bien a solicitud de la Defensoría del Pueblo, se logró prohibir la entrada de menores de edad a las malsanas corridas de toros, es evidente que los chamos siguen entrando por debajo de la mesa a la Monumental de Maracaibo, para que no se queden sin presenciar en vivo y directo la muerte del toro. Cabe destacar, que los codiciosos empresarios, los mañosos organizadores y los astutos revendedores, trabajan en mancomunidad con los medios privados, para evitar a toda costa que se filtre públicamente la mencionada medida restrictiva, ya que a la mayoría de los padres zulianos les gusta que sus hijos disfruten en familia el acuchillamiento del toro, y son capaces de no asistir a la cita taurina, sin la compañía de sus queridos muchachos.
En paralelo, el placebo constitucional impuesto por la Defensoría del Pueblo también es censurado en las redes sociales que publicitan las Corridas de Toros en el municipio Maracaibo. Hemos visto que la página oficial de la Feria de la Chinita en Facebook y Twitter, se dedica a eliminar los comentarios anti taurinos y a banear a los usuarios que alertan sobre la prohibición vigente que evita la entrada de niños y adolescentes a las lucrativas corridas de toros. Aunque los defensores de los animales y las asociaciones sin fines de lucro que yacen en la patria bolivariana, vienen presentando una serie de recursos legales ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en aras de prohibir definitivamente las Corridas de Toros en Venezuela, no saben que a sus majestades judiciales les encanta alimentarse del sabroso cuero taurino, y no se cansan de recibir dinerito ensangrentado para jamás apreciar las luces del extinto ecosocialismo revolucionario.
Sentimos lástima por nuestros hermanos zulianos, ya que viven ciegos en un mar de antivalores que los tiene fritos, asados y horneados a más de 50 grados de sensación térmica. Queda claro, que el estado Zulia vivió una auténtica pesadilla ecológica durante el hilarante año 2014. Entre la tala y quema de casi 1000 árboles patrimoniales, la abismal deforestación y desertificación en la Sierra de Perijá y en la represa de Burro Negro, la extrema sequía que casi secó los embalses de Tulé, Manuelote y Tres Ríos, los picos de 3000 megavatios de consumo eléctrico provistos en zonas residenciales, la impresionante pila de basura doméstica acumulada en las áreas verdes, y el incremento de los derrames de petróleo en el Lago de Maracaibo, convirtieron al estado Zulia en la región con mayor daño ambiental de América Latina. Y para cerrar con broche de platino el honorable título alcanzado, los zulianos asistirán masivamente a las inolvidables Corridas de Toros que traerán consigo el aleluya de pascua.
Como vimos a lo largo del artículo, el estado Zulia está condenado a seguir preso en un ataúd de violencia holística ciudadana. Todo conspira a favor de la tragedia, porque evidencia el mal genio de su población. Queridos amigos zulianos, cuando tengan que reconocer el cadáver de la víctima en la fría morgue, cuando obstruyan la vía y pidan que no quede impune la muerte de fulanito, y cuando lloren frente a la tumba de aquel inocente hombre, NO olviden que en el mes de noviembre otro inocente Ser Vivo fue humillado, apuñalado y sacrificado en una desquiciante plaza de toros, en la que tampoco hubo compasión, ni solidaridad ni empatía.
En el ocaso del riachuelo nos preguntamos ¿Hasta cuándo las corridas de toros en Maracaibo? La respuesta es muy fácil. Mientras sigan naciendo, creciendo y reproduciéndose los ignorantes maracuchitos rajaos en el estado Zulia, pues la plaga de las Corridas de Toros seguirá satisfaciendo el karma existencial de la Pachamama. Pero tarde o temprano, la furiosa eternidad del Universo nos regalará un vertiginoso bólido, que caerá en todo el centro de una monumental noche taurina.