Después del 4 de Enero de 2006, fecha emblemática para el pueblo varguense, se comenzaron a suscitar algunos hechos preocupantes en mi barrio. En la cuadra de mi sector se cuenta con toda una gama diversa y variada de seres humanos, cada uno/a de ellos posee virtudes y defectos. Los disfraces son para los y las niñas. Los adolescentes juegan con agua y otra cosas y el resto de los vecinos tejemos desesperanzas y esperanzas entre paredes, techos, cables y emociones de todo tipo. Mas allá de los límites fronterizos del barrio ocurren otras cosas muy diferentes.
Me inquietaba tremendamente que mis vecinos/as no manifestasen ni un ápice de preocupación por la magnitud del problema del viaducto, igualmente me preocupaba ver la batalla mediática del gobierno regional y nacional versus la oposición inodora, incolora e insalubre –pero peligrosa- a propósito del problema vial. Comencé a asociar el asunto del viaducto con las múltiples calamidades que ha vivido nuestro estado desde Tacoa hasta nuestros días y llegué a la conclusión temeraria de que la actitud correspondía a las secuelas emocionales que heredamos de todas esas vivencias. Ese “me importa un pito que se caiga el puente” o “me es totalmente indiferente, yo no trabajo en Caracas” o “ me mudo pa Caracas y listo”. El individualismo consumado. En todo caso, sí pude observar hechos que no se veían desde Diciembre de 1999, el aumento desproporcionado de asaltos, agresiones y recientemente un fallecido en la puerta de mi casa.
En Enero de este año, un día Miércoles, una vecina fue abordada también en la cuadra donde vivimos y fue golpeada de manera salvaje por un joven, como consecuencia de las agresiones la muchacha perdió los dientes frontales. Pensábamos que era una discusión de pareja, pero era un asalto. Eran las seis de la mañana aproximadamente, en verdad a esa hora el silencio es violado por cualquier sonido humano. La separación entre casas alcanza escasamente los seis metros, desde el piso último de la casa donde vivimos se puede observar un carnaval de techos viejos y nuevos, con colas de papagayos y pelotas hechas de papel y teipe negro. El cableado es intenso, parecen líneas negras de proyección emergiendo de un mismo punto y clavándose como garras en las casas, por el otro. En el barrio se juega carnaval, con huevo batido, harina y las tradicionales bombas de agua. En años anteriores se hacía un pozo en el terreno baldío que está al lado de la casa donde vivo allí, antes del 15 de Diciembre de 1999, existía una vivienda pero se desmoronó con las lluvias, afortunadamente la vecina y las niñas lograron salvar sus vidas. Lo cierto es que en ese lugar, el carnaval pasado, hicieron un pozo de lodo y otras cosas de un hedor impresionante, allí traían a las “víctimas” del carnaval y de las otras barriadas o callejones y eran zambullidos. Los más jóvenes y jodedores cazan a los otros desde escondrijos y los invaden con una lluvia de bombas, típico de mí barrio. El sábado por la tarde, una vecina agredió al hijo de la otra vecina y se armó la “san pablera”, que si le pegó por el rostro o le manoteo la cara, que si “no es hijo tuyo pa que le pegues”, el replique “tu hijo es jodedor y te haces la loca” y finalmente el empujón consabido y la confrontación.
El sábado, también sucedió que mi mamá me despertó cerca de las seis y veinte minutos con un alboroto y el rostro desencajado, “!allá afuera esta un hombre tirado en el piso!”, mi papá ya se había asomado. Mis vecinos/as que son fisgones como es “normal” en el barrio, presumieron que el hombre en cuestión no acató la voz de alto de un hombre de ropa moteada color gris y éste, le disparó. Curioso, pero este trágico día unos vecinos que desde que se despiertan se sientan en el frente de su casa a desperezarse y tomarse el cafecito abanicando el diario regional y las vida de los otros, no se encontraban en el sitio de costumbre.
Cerca de las seis y cuarto se oyeron unos tiros, posteriormente la discusión en la familia giraba en torno a la precisión de los disparos si fuera del barrio, en la avenida principal o en el callejón tradicionalmente peligroso. El señor herido, yace en el piso y viendo el cielo daba indicios, por las expresiones en su rostro, que sentía un terrible dolor, nos asomamos pero, como sucede en mi barrio, no pudimos hacer nada, las heridas suponemos eran complejas pues atravesaban el torso del hermano, necesitaba ayuda médica...los médicos cubanos que están en el sector!. Los médicos cubanos trabajan a partir de las 8 a.m., fue el comentario en casa. El llevaba una camisa verde oliva, un pantalón azul y sus zapatos negros de impecable limpieza. La reserva usa ese mismo uniforme. Pero la mitad de la blusa se tiñó de rojo. Mi mamá insto a que llamásemos a la policía, pero al acercarnos a la baranda de la casa donde vivimos pudimos observar a un hombre con ropa moteada, color gris hablando por radio. Igual llamamos para pedir auxilio al 171 y creemos que otros vecinos hicieron lo mismo. “Buenos, días Policía de Caracas”, fue la respuesta al otro lado del hilo telefónico...tomaron la información y nos señalaron que se la comunicarían a Poli vargas. Aún esperamos la ambulancia.
Luego, a eso de las seis y cuarenta minutos de la mañana, una camioneta blanca, se acercó al sitio donde estaba el señor agonizando. Entre dos hombres vestidos con ropa moteada color gris, lo levantaron por las extremidades y lo metieron en el vehículo. Al anochecer mi madre que también es practicante y campeona del deporte nacional (el chisme), me comentaba que el señor falleció en horas de la tarde, según pudo oír en el balcón en una conversación de otros vecinos.
Ya inauguraron la vía alterna Caracas-la Guaira. Es Domingo por la tarde, son las siete y tanto, los vecinos y vecinas están en la avenida principal, fuera de los límites del barrio, esperando desde hace horas la caravana de carrozas que mostrarían todo el colorido de los carnavales por parroquia. Al frente de tal caravana se esperaba a la reina de los carnavales varguense. Estoy sentada en el brocal de la avenida, observo a las personas, algunos vehículos que pasan lanzan caramelos y, en ocasiones estos caramelos golpean a los niños y niñas que están con las manos abiertas. Ellos tornean el cuerpo se tapan la cabeza y, luego se lanzan al piso gris y rustico para recoger la golosina, algunos salen peleando. Las personas adultas también cazan los coloridos paqueticos de azúcar con colorante, incluso algunos de ellos, muy molestos, le recriminaban a los niños y niñas que les dejasen algo. Otra amiga que estaba cansada de esperar la caravana, tenía inflamada la vejiga, “me reviento” dijo. Adyacente a la avenida está la plaza “El Cónsul”, ella corrió hasta una planta grande y, cual perro o perra, se bajó los pantalones mostró su humanidad y orinó sin remordimiento en la pata del árbol. Muy pocos adultos disfrazados, cosas del carnaval.
Ya es lunes de carnaval, el barrio esta en silencio un poco por la muerte del vecino y también por la “san pablera” de las vecinas y sus hijos. Al otro lado de los límites del barrio la cosa es diferente, la realidad transcurre entre la agonía de una serpiente colorida de metal atragantada de muchas y muchos vecinos de otros lugares, que intenta arrastrarse lentamente por la avenida Soublette hasta embeberse en las playas de la zona este de nuestro estado Vargas. Los vendedores de la avenida agradecen tal parsimonia, pues el astro sol es aliado fundamental de ellos y éste es, sencillamente, inclemente y de un hermoso brillo cegador que degenera en una sed angustiante. Cualquier campanita alborota a los más pequeños y grandes también para calmar la sed.
La mimetización de las cotidianidades y el disfraz en los adultos no se corresponde a la exclusividad de una época de fiesta pagana, sino que se desdibuja y se vuelve a dibujar en un constante ir y venir de sus vidas. Así, vemos dramáticas expresiones contradictorias entre lo que se dice y lo que se hace. Entre lo que se crítica y el pecado constante que se comete. Entre la vida y la muerte. Entre el trabajo y el descanso necesario. Bueno, aún faltan días para que terminen los carnavales. Veremos que pasa.
Ingrid Castillo
Docente UBV
11.055619
ibecast@gmail.com