"En política no hay amigos, solo cómplices", este fin de semana pasado, Nicmer Evans de la Marea Socialista fue borrado del psuv. Esto no ha desvelado ningún secreto, pero no deja de sorprender la represión del estalinismo, y la gran amenaza que encierra.
Los amigos parece que lo dejaron solo, el miedo es libre.
Winston Churchill, creo fue el líder que justificaba sus mudanzas políticas afirmando que cuando cambiaba de partido lo hacía para no cambiar de ideas, quien acerca de la insalubridad que apareja el oficio de político dejó plasmado de que en política había amigos, enemigos y cómplices de partido.
No hace falta ser un sabihondo para ejercer la actividad política. No basta el marco constitucional donde la lucha por el poder, donde una fuerza política que tiende a expandirse, amenaza con arrasar constantemente. En Venezuela hoy no hay una cultura política, es decir un conjunto de valores y principios respetados por todos los actores, y en constante actualización con respecto a la lucha por el poder. Todas las actividades han quedado a merced de grupos armados fascistas, con sentimientos y emociones primitivas de amor y odio. En Venezuela hoy en pleno siglo XXI no es posible sentir preferencia por alguien, sin generar al mismo tiempo rechazo y odio. La guerra militar convencional bien entendida tiene una semejanza, y una diferencia fundamental con la política: ambas tienen como propósito vencer al enemigo en el caso de la guerra, sin llegar a su eliminación, excepto el caso de los nazis que practicaron la guerra de exterminio. La diferencia es que la guerra usa la violencia y surge cuando se rompen las relaciones, en cambio las partes que se adversan en la política pueden tensar y aliviar las diferencias, cuando están dispuestos a ceder mutuamente en sus pretensiones antes de que la relación se rompa.
Cuando la violencia entra por una puerta, la política sale por la otra, ambas son incompatibles. En política no hay amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes. Max Weber, decía: “la política se decide con la cabeza y se ejecuta con el corazón”. Es decir que la política como actividad organizadora, reguladora y conductora de la convivencia social mediante el ejercicio del poder del Estado, es una actividad altamente racional por cuanto implica fijar metas y conducir el Estado hacia su realización. El corazón, es decir los sentimientos y las emociones, solo tienen cabida en política cuando después de convencer a la inteligencia de los electores con razonamientos lógicos, se vuelve necesario persuadir su voluntad para moverlos hacia el apoyo de las propuestas ya que la lógica no entiende de sentimientos fanatizados, y cuando lo hace su razonamiento se convierte en falacia. En consecuencia, apelar a los sentimientos y emociones de la gente sin argumentos lógicos, científicos, filosóficos y políticos para ganar su inteligencia, es una burda manipulación y un irrespeto a su dignidad. ¿Por qué para admirar, defender y seguir a un líder político o a una causa, hay que odiar e irrespetar a los demás? La política no se puede apartar de su condición racional y convertirla en una confrontación emotiva, sin argumentos convincentes. El político racional tiene que ser frío, calculador en sus decisiones. Lo que piensa, lo que dice y lo que hace se orientan al logro de sus propósitos. No debe accionar ni reaccionar emotivamente, porque la persona emotiva es manipulable, y tiene que arrepentirse frecuentemente de lo que hace o deja de hacer.