El capitalismo y el planeta

Indudablemente, el capitalismo se fundamenta en la ganancia y acumulación de dinero. No soy economista y un doctor en ignorancia como yo desconoce por completo las teorías económicas que, como es bien sabido, nunca han servido para resolver el problema de los pobres, pero sí el de los ricos. No tengo la menor duda de que la ganancia y la acumulación de riqueza están fundamentadas en las ventas de productos intangibles y de los tangibles. En el primer caso se ubican los bonos y acciones de empresas con las cuales negocian y especulan los rufianes financieros: sacan al mercado numerosos papeles que, por lo general, no tienen ningún respaldo. En el segundo renglón están situados los productos provenientes de la parte externa de la Tierra, tales como bosques, alimentos, terrenos fértiles, ganado, agua, peces…así como también los sustraídos de las entrañas de la Tierra, entre los que subrayo las minas y las fuentes energéticas. Así mismo, todo aquello que se pueda vender empaquetado y envasado para convertirlo en un buen negocio. Es decir, desde que los burgueses y luego los capitalista advirtieron las buenas transacciones generadas por los productos extraídos de la pacha mama, transformaron al planeta, no en un lugar donde los humanos debían sufrir sus angustias y disfrutar de sus placeres y alegrías, sino que transmutaron la errabunda esfera de productivos mares, de fructíferos llanos y de fecundas montañas en una provechosa y descomunal factoría para explotar.

Con la llegada de la Revolución Industrial, a mediados del siglo XVIII se hizo necesario mano de obra barata, casi esclava, para que el proletariado trabajara en los grandes emporios industriales de los imperios además, materia prima sin costo, robada por los imperialistas en sus colonias y protectorados de América, Asia y África. Así mismo, eran indispensables mercados cautivos (las colonias) para venderles los productos a precios exorbitantes y elaborados con la materia prima sustraída insolentemente de sus países. Para esa época las tierras de Europas estaban agotadas, dados que los anteriores imperios, el romano, el persa, el bizantino…fatigaron esos territorios explotándolos inmisericordemente, convirtiendo hermosos paisajes y bosques en tierra yermas.

De esta manera el capitalismo fue apoderándose de buena parte del planeta, no para mejorar la calidad de vida de las pobladas metrópolis del Reino Unido, Francia, Italia, España, Bélgica, Alemania, entre otras, más bien, para acrecentar las fortunas de quienes ya disponían grandes capitales represados y que debían generar rentas para adquirir más dinero. Prueba evidente del fracaso de este modelo político y económico fue, que pesar de las inmensas sumas de dinero que entraron a los imperios por concepto de la explotación de las colonias, la clase trabajadora de las superpobladas metrópolis europeas siguió malviviendo en la miseria más absoluta, devengando salarios lastimosos. La explotación en la industria textil de las obreras(os) escoceses e irlandeses en el Reino Unido era de tal magnitud que los operarios(as) de las máquinas morían con los pulmones llenos de fibras de algodón. Y qué decir de los explotados jornaleros que laboraban en Europa en la construcción de ferrocarriles, los mineros que dejaban parte de sus vísceras en los filones de carbón y hierro, así mismo, en las subterráneas y lúgubres minas ubicadas tanto en Europa como en las colonias africanas, asiáticas y americana. En verdad, si se hacía dinero a motones, pero solo para que los ricos se hicieran más ricos y los pobres continuaran en la miseria.

La historia nos revela el afán de los antiguos imperios de apoderarse, si no del planeta completo, por lo menos de una parte de este; así lo hicieron los nipones, mongoles, romanos, japoneses, ingleses, belgas, españoles, alemanes entre tantos, cuyo único interés, no era mejorar la calidad de vida de sus connacionales, sino la de dominar y ampliar las rutas comerciales, igualmente, de extender los mercados de los productos que estos producían a costa de la explotación de los trabajadores y el robo de materia prima.

La clase de geografía elemental nos enseñó la existencia de cinco continentes, si se busca un mapamundi nos podemos dar cuenta que sólo aparecen tres inmensas islas separadas por enormes mares: América, Eurasia (África, Asia y Europa) y Oceanía (Australia). Es notoria la conexión entre África, Asia y Europa, los cual evidencia la ausencia, desde el punto de vista geográfico, de un continente llamado Europa. Fueron los políticos europeos quienes, en su afán de diferenciarse de los asiáticos inventaron este continente. Destaco lo anterior porque no es nada nuevo que diversos imperios, por ejemplo el francés y el alemán, tuvieron interés en subyugar a Rusia. Esto es consecuencia de que el lar de Dostoievski, Tolstoi, Anna Pávlova y de Putín constituye la entrada al mundo asiático y por ello la obstinación de los imperios de apoderarse de aquellas tierras. Después irían por la China para penetrar y dominar un mercado de miles de millones de chinitos y chinitas.

Recién vemos como el imperio más genocida, el más vil desde el punto de vista militar, el de mayor poderío comunicacional, como es EEUU, ambiciona penetrar en el mundo asiático en su intento de doblegar a Rusia bajo la excusa del problema de Ucrania. Para esto cuenta con sus vasallos europeos que se prestan a las canallada de las sanciones económicas, con el apoyo militar de la OTAN, junto con los grandes centros financieros (FMI, OMC, BM…), respaldado por el organismo internacional de la diplomacia imperial (ONU), apoyado por el sionismos internacional, con las mentiras de los comprometidos centros de comunicación (prensa, radio, televisión) y de los falsos rumores difundidos a través de los artilugios de la alta tecnología (redes sociales). USA, que ha intervenido en casi todos los países del mundo, que tiene bases militares regadas por todo el planeta cuyos pretores torturan con la anuencia de su gobierno, son sus gobernantes quienes pretenden dar cátedra sobre derechos humanos. Ciertamente, los chinos no son tomados a lazo y están al tanto del propósito de USA y de sus aliados, como es la de penetrar en su territorio en busca de penetrar su mercado. Es por eso que se hace indispensable una alianza China, Rusia e India para frenar estos nefandos proyectos.

Actualmente vemos como EEUU tiene flancos abiertos en Asia, pretendiendo doblegar a Rusia para seguir hacia China, en África con la objetivo de apoderarse de las fuentes energéticas de los países árabes y en Latinoamérica, para desestabilizar los gobiernos democráticos de Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua, Cuba y Venezuela propiciando descaradamente golpes de estados. En caso negado de triunfar un gobierno títere, se tendrían presidentes lameculos quienes responderían a los intereses de las grandes compañías transnacionales de la energía.

Hay que ser bien inocentes para pensar que la ausencia en Venezuela del papel tualet, champú, detergentes, jabón de tocador, toallas sanitarias, entre tantos renglones es consecuencia de la tardía entrega de divisas a las empresas por parte del gobierno. Seríamos bien iluso si no somos capaces de asociar lo anterior con la caída de los precios del petróleo, con el desprestigio del cual ha sido víctima el camarada Diosdado Cabello, del agravio hacia la familia del comandante Chávez, del descrédito en la prensa internacional hacia el gobierno presidido por MM y no pensar que todo esto son los hartos conocidos preámbulos de un golpe de estado propiciados por los yanquis para acabar con la Resolución Bolivariana y así, después, continuarían con sus nefandos planes de acabar con los otros gobiernos progresistas de centro y sur América.

Como se ve, el capitalismo está presente en el planeta en su afán de aprovecharse de todas las materias primas necesarias para consolidar su hegemonía. De esta manera EEUU, el epónimo del capitalismo internacional, contribuye para que los ricos de la Tierra se hagan más ricos y los pobres, más pobres. Así ha sido siempre, de nosotros depende que Venezuela no se convierta en un cachivache colonial del gran imperio.



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Enoc Sánchez


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