Una Familia Sufre la Muerte de un Niño, Otra Enfrenta La Muerte Moral de un Joven

Los hechos de manifestaciones violentas acaecidos en el estado Táchira trajeron como resultado la muerte de Kluivert Roa de 14 años de edad, estudiante de octavo grado.

Yo quiero expresar mi profundo y sincero dolor por la muerte de ese niño víctima de un disparo en su cabeza. No tengo palabras de consuelo para sus familiares. Una esperanza se frustró, una voz que ya anunciaba orgullosa la entrada a la adolescencia, se calló para siempre. Jamás será olvidado por su madre, sus ojos nunca dejarán de llorarle. La vida ya nunca será la misma.

Quiero dedicarles a la madre y familiares del oficial de la Policía Nacional Bolivariana, Javier Mora Ortiz de 23 años, quien accionó, en mala hora, esa arma, unas palabras de solidaridad y respeto en su dolor y tragedia. Puedo sentir, como docente, la lucha y el trabajo que significó que ese joven estudiara en la recién creada universidad. Me imagino el orgullo al momento de la graduación como oficial. Percibo la visión del futuro y la felicidad que rodeaba a esa familia por haber conseguido alcanzar una meta por la cual hay que luchar y dedicarse.

La justicia terrenal será implacable, hemos leído los cargos que se imputan. El destino puede ser despiadado. Es difícil comprender cómo se produjo ese acto, cómo esa mano dirigió esa bala contra ese niño. Lo único que podemos pensar es que el miedo y la confusión se apoderaron de ese joven policía acosado por estos sectores irreductibles llenos de maldad y creadores de odio, artífices de desesperación. Sectores a quienes nada les importa la muerte de Kluivert ni el dolor de su familia enfrentando de pronto una pena insoportable. Sectores que hoy sacan provecho de una acción inconcebible que marca a un ser humano con el escarnio, el rechazo y la muerte moral.

Los autores de las manifestaciones incendiarias continuarán impunes, ya llevan meses con sus mismas estrategias y acciones, el destino no los atrapa, la justicia no los somete, cobardemente se cubrirán con capuchas, arteramente siempre se escudarán en la libertad de expresión y de manifestación. Su juego necrófilo y endémico propicia la muerte que en este lamentable caso llegó con un impacto demoledor: cae un inocente por el disparo que en terrible minuto efectuó un oficial de la Policía Nacional Bolivariana.

Seguirán estos perversos indefectiblemente buscando la violencia, el caos, el desastre y el odio. Ya una de sus lideresas lo ha dicho, inmutable altiva y orgullosa, nos ha avisado que seguirán, que nada los detiene. No utilizan armas letales, no las necesitan, crean escenarios impuestos por sus jefes intelectuales en el camino de derrocar el gobierno revolucionario. Para ellos su fin justifica sus medios. La violencia y las muertes, serán sus guiones, que una vez ejecutados presentarán ante instancias nacionales e internacionales como violaciones y atropellos. Nunca las profecías autocumplidas se fraguaron con mayor éxito.

Nosotros los ciudadanos decentes seguiremos soportando estoicamente, seguiremos implorando la paz y la sindéresis, sufriremos por cada ser humano caído. Oraremos por los que salen a defender la propiedad y a hacer respetar las leyes, para que en ningún momento actúen con violencia y desproporción.

Padre, dame la fuerzas para dar

Dame Padre la humildad para apoyar

Padre, arrodillado te pido misericordia

Son manos de tus hijos

Unidas en un ruego por la humanidad.



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Maruja Romero Yépez


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