La estafa piramidal del raspacupismo

Debo confesar que en algún momento pensé titular este artículo "La triste alegría de raspar el cupo y ser raspado en el intento". Pero no pretendo emular estériles "best seller", sino crear conciencia. El raspacupismo es lo más parecido a la estafa de las pirámides: los peces gordos se quedaban con la tajadota, desangraban la economía y se iban a vivir en la quimera del norte, hasta que, una vez raspada la olla, necesitaban retornar para reincidir en sus delitos cambiarios. Mientras que por su parte, los raspados son aquellos que creen que se la comieron cuando en realidad están saboteando su propio entorno. Los demás, que no estamos en esa estafa piramidal del raspacupismo, también sufrimos las consecuencias nefastas de los especuladores raspadores y los inconscientes raspados.

Por otro lado, una parte de los que viajaban con los dólares de Cadivi, Sitme y Cencoex llegaban diciendo que el viaje les había salido "gratis" pues al regresar vendían a precios especulativos los dólares que les quedaban y eso generaba para tapar los gastos y les sobraba para pagar deudas.

De igual modo, hay que hacer mención, porque allí está la mayor proporción del fraude, de los "importadores" que recibieron una enorme cantidad de dólares, para no importar nada. Las colas que se sufren para conseguir algunos productos fueron causadas por este tipo de farsantes, así como por el bachaquerismo que contrabandea productos esenciales hacia destinos distintos al pueblo venezolano.

El raspacupismo es un bachaquerismo agravado. El raspacupismo es una terrible estafa a la nación, es el fraude contra todos los que aquí vivimos y queremos tener dignidad. Todo un robo, en el cual se tejía y se destejía toda una trama de complicidades y deslealtades.

Alguien alegará que es difícil realizar el cambio pues se trata de males arraigados desde que el betancourismo fundó las bases del estado rentista parasitario al mismo tiempo que se ufanaba al ordenar: "Disparen primero y averigüen después". Agravado en la era de Recadi por allá por la década de los ochenta del siglo XX y también por el representante de la era saudita y despilfarradora (así como masacradora de 1989) tanto en los setenta como en los noventa del siglo pasado. El puntofijismo ensució muchas mentalidades con la economía de puertos, la improductividad, la conformidad con el extractivismo de materias primas, la especulación y toda una gama de delitos conexos. Ahora que se están removiendo los cimientos de ese modelo, se tocan intereses. Es en este momento que escuchamos el llanto y el crujir de dientes de unos cuantos cocodrilos.

Son esas mentalidades hundidas en las ciénagas de la corrupción las que se descubren en las redes sociales exorcizadas en cadenas de quejas y negatividades. Para ellos el fin del raspacupismo es el hundimiento económico, el fin del mundo. En la realidad, se trata del fin de su mundo pervertido y depredador.

Debe ser nuestra misión erradicar esa mentalidad parasitaria. Misión sagrada es la de cultivar una mentalidad creativa y revolucionaria en las nuevas generaciones. Sembrar la idea de la productividad, el trabajo, la solidaridad, el buen vivir. Es vital para todos nuestro compatriotas salir del pantano especulativo, rentista, en una palabra, puntofijista. La estafa piramidal del raspacupismo conspira contra el deseo de la mayoría de hacer realidad el proyecto, siempre necesario, de sembrar el petróleo y tener Patria para nuestros hijos.



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