Bueno el cilantro, pero no tanto


A quienes se andan rasgando las vestiduras por la reciente decisión de nuestro gobierno de cerrar la frontera que por el Estado Táchira tiene nuestro país con la República de Colombia, les invito cordialmente a intentar irse con su carro a trabajar de taxistas en Bogotá. O a invadir cualquier palmo del territorio vecino, para parar ahí donde se les antoje un rancho sin servicios, donde además habiten con sus esposas, hijos, suegros, nietos, cuñados y bisnietos sin documentación alguna y sin ningún permiso expedido por el gobierno colombiano para que vivan ahí. Váyanse a vender gasolina venezolana en pimpinas en las calles de Barranquilla, Cartagena o Cúcuta. Pretendan con una camioneta vieja ponerse a vender verduras en cualquier esquina, de cualquier calle, de cualquier ciudad de Colombia y dejen su basura donde mejor les parezca. Métanse a buhoneros. Busquen y encuentren un trabajo allá y mándenle a sus familiares aquí, remesas en dólares subsidiados por el Estado colombiano. Exijan una pensión y tráiganse de allá mantequilla, papel tóale, jabón, cerveza, crema dental, harina pre cocida, leche en polvo, aceite, arroz, pasta, azúcar, carne, pollo o aquellos alimentos que no aparecen en nuestros anaqueles. Compren una pistola y dedíquense a robar o matar ciudadanos de aquél país Armen una guerrilla venezolana como las FARC o el ELN y asalten una base fronteriza como Cararabo allá en Arauca o en la Guajira, asesinando soldados colombianos. Alquilen una Corbeta como la “Caldas” y fondéenla a 12 millas náuticas de la refinería petrolera más importante de Colombia durante tres días con nuestra bandera de ocho estrellas izada en el mástil, a ver si la Armada de ese país no se las hunde inmediatamente. Váyanse por el Arauca venezolano y draguen hasta que el agua del lado colombiano inunde nuestros campos para utilizarla en actividades de riego o ceba de ganado como ellos lo hicieron allá en el caño Bayonero y esperen que no les digan nada. Róbenles como nos roban ellos el carbón en las venezolanas minas del Cerrejón, que actualmente ocupan de manera ilegal y pretendan sacarlo por un puerto colombiano a ver qué sucede.

Dinamiten un oleoducto como el Caño Limón – Coveñas – mil veces dinamitado por el Frente Guerrillero “Domingo Laín del ELN colombiano – y derramen el petróleo en los ríos colombianos a ver qué les dice el gobierno de Santos. Trafiquen con coca, marihuana o heroína. Trasieguen combustible y aceite para vehículos e impongan el terror a pueblos enteros bajo la amenaza del descuartizamiento de seres humanos vivos con una motosierra, como hacen los paramilitares de las AUC, acá en nuestras poblaciones. Róbense miles de carros o cientos de avionetas colombianas y matricúlenlas aquí como si fueran venezolanas con la venía de nuestro gobierno, a ver si de allá no nos van a exigir la inmediata devolución de esos bienes. Nacionalícense colombianos y cálense como se ha calado, el sufrido pueblo colombiano, el gobierno y el pueblo venezolano un siglo de abusos y tropelías de una clase política oligárquica, terrófaga y necrofílica como la colombiana a ver cómo les parece. Verán que ninguna de esas cosas podrán hacerlas sin el riesgo de ser inmediatamente detenidos y deportados a Venezuela, sin que ningún burócrata o izquierdoso de los que aquí pululan como moscas alce su voz solicitando la intervención de la OEA y el respeto a sus derechos humanos. Contéstenme por favor esta sencilla pregunta:

¿Si la cosa está tan buena en Colombia – baja inflación, seguridad jurídica y crecimiento económico, como dijera el imbécil de Tomás Guanipa, a nombre del insalvable partido Primero Justicia – qué carajo hacen 6 millones de colombianos viviendo en Venezuela?

La respuesta es sencilla: fueron obligados por sus gobernantes a buscar un mejor destino en un país que no era el de ellos, pero que les recibió como si lo fuera, sin que ninguno de sus presidentes, todos históricamente enemigos de Bolívar y de Venezuela, dijera esta boca es mía. Finalmente salgan. Vayan a la frontera. Pero no por internet. Vayan allá al Táchira, al Zulia, al Amazonas. Vayan y se darán cuenta que lo malo no fue la medida de cierre fronterizo, lo malo fue lo que tardó el gobierno en tomarla, porque es bueno el cilantro, pero no tanto. Vayan y aprendan que una cosa es estar allá en la frontera sufriendo esos males y otra cosa es estar allí donde están ustedes, en la única frontera que conocen bien. Esa que separa las hortalizas de los víveres, en los cuatro pasillos del supermercado donde van a comprar la poca comida que nos deja el bachaqueo binacional y donde a diario encuentran la excusa perfecta para hablar pendejadas con sus vecinos igual o peor de ignorantes que ustedes y que frente a cualquier medida que tome el gobierno salen a pegar cuatro gritos, así sea para defender a sus propios verdugos.



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Rubén Villafañe


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