El 4 de mayo de 1962, en Carúpano, estado Sucre, se produjo una insurrección militar que desconoce el Gobierno del Presidente Rómulo Betancourt. En la madrugada de ese día, se alza en rebelión los integrantes de la guarnición regional, al mando del capitán de fragata Jesús Teodoro Molina Villegas y del mayor Pedro Vegas Castejón (comandantes del batallón de Infantería de Marina No 3 y del destacamento No 72 de la Guardia Nacional, respectivamente), acompañados por los capitanes Julio Bonnet Salas® y Omar Echeverría; otro tanto hacen los tenientes, alfereces y demás elementos de tropa. El levantamiento –como siempre- contaba con la inmediata adhesión de otros destacamentos castrenses, así como la presencia de civiles revolucionarios que actuarían como asesores, allá estaban para el momento de los hechos Pedro Duno, Simón Sáez Mérida, Eloy Torres, José Vicente Abreu y Miqueas Figueroa; también un centenar más de ciudadanos dispuestos a todo.
Como todas las intentonas y sublevaciones por desconocer el poder central, comienzan con una proclama en la que puntualizaban lo siguiente: “La traición al glorioso 23 de enero, la implantación de un régimen de terror por Betancourt y su camarilla, la reiterada suspensión de garantías constitucionales, la farsa de la Reforma Agraria, se busca la restauración democrática y la reconstrucción del país”. En las emisoras de radio locales –tomadas por los insurgentes- se radiaban manifiestos en nombre de la “Recuperación democrática”, con llamados a la población civil, resoluciones y decisiones del alzamiento. Dominado Carúpano, toman a Río Caribe y San José de Areocuar; inmediatamente el Gobierno nacional responde con el envío de 3.000 soldados leales a la zona; por aire, tierra y mar, sitian a los alzados, que al no recibir el apoyo esperado, de la región de oriente y del resto del país, no les queda otra opción que rendirse.
El movimiento es de características nacionalistas, los oficiales comprometidos –lo reconocen más tarde- no tenían claridad de objetivos, ni ideología precisa, con sus propias convicciones, y solo actuaron empujados por las circunstancias y el evidente descontento popular. Guillermo García Ponce, para la época diputado al Congreso Nacional, y “director de la guerra”, por el Partido Comunista de Venezuela, señaló años después, que ellos lanzaron “el carupanazo” como una especie de “chispa que incendiaría la pradera” al mejor estilo de los jerarcas bolcheviques del comienzo de la Revolución de Octubre, en 1917. Por cierto, en una declaración posterior del hoy director del diario “Vea”, en la Cámara de Diputados, García Ponce asume la responsabilidad del golpe en nombre del Partido Comunista, exponiendo públicamente lo siguiente: -“Y desde esta tribuna a nombre del Partido Comunista, quiero manifestar que nuestro partido recoge el programa del 4 de mayo, y que nuestro partido continuará ahora luchando por hacer realidad el programa democrático de las Fuerzas Armadas del 4 de mayo en Carúpano”. Como se evidencia los errores garrafales de los dirigentes revolucionarios de la época, son verdaderamente infantiles.
Una vez dominada la situación en Carúpano, por los rebeldes, y ante la inminente llegada de tropas leales al Gobierno; se cometieron fallos imperdonables, no se bloquearon las carreteras de acceso a la población, no fortificaron sus posiciones, no se comunicaron con otros contingentes militares, ni con otras unidades; aunque hay que indicar que el total de efectivos no superaba los 400 hombres. Fueron cercados rápidamente, apresados casi todos –al día siguiente-, afortunadamente solo se produjeron 6 bajas y 15 heridos; a Duno, Abreu y Torres, los atraparon en alta mar cuando se dirigían rumbo a Trinidad. Todos fueron juzgados –por tribunales militares- y condenados, la mayoría a 15 años de reclusión, encerrados en calabozos diseminados por todo el país, y los cabecillas fueron a parar al cuartel San Carlos de la ciudad capital. El 10 de mayo de 1962, Betancourt y su Gabinete emiten un decreto suspendiendo las actividades de los partidos Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El diputado Eloy Torres fue despojado de su inmunidad parlamentaria, juzgado y condenado, a sufrir prisión por el lapso de 8 años, 8 meses, 8 días y 8 horas; el pueblo de Caracas –que siempre afronta los embates en su contra con estoicismo y buen humor-, al conocer el veredicto, hizo correr el rumor de “hay que jugar el 8.888, porque es una fija” en todas las loterías.
El Gobierno desató una feroz represión en contra de los militantes y simpatizantes de la izquierda, Betancourt amenaza a los parlamentarios de los partidos inhabilitados, y en una alocución expresa: “El Gobierno Nacional, en Consejo de Ministros, adoptó la decisión que el país esperaba; prohibió las actividades del Partido Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, partidos que han venido actuando en actitud desafiadora frente a la Constitución y al orden legítimamente constituido de la República. Esos partidos no podrán funcionar; no tendrán locales, no tendrán prensa, ni acceso a la radio ni televisión y no podrán realizar actos públicos ¡…! Se mantiene todavía la permanencia en el Congreso de sus diputados y senadores. Pero dependerá de su conducta que continúen en sus curules o vayan a hacerle compañía al diputado Eloy Torres en sitio donde se encuentra”. Así eran los procedimientos democráticos de los Gobiernos del “Puntofijismo”; y además hay que señalar que las amenazas se hicieron realidad muy pronto, el 30 de septiembre de 1963, todos los parlamentarios “extremistas” fueron apresados sin fórmula de juicio, ni solicitudes de allanamiento de sus impunidades parlamentarias, y encerrados en el cuartel San Carlos.
1962 fue un año decisivo para el pase a la lucha armada en Venezuela; el posterior alzamiento conocido como “el porteñazo” -2 de junio de 1962-, fue una rebelión sin parangón en los anales de nuestra historia; allí se produjeron verdaderas batallas entre el pueblo y los militares de la Base Naval de Puerto Cabello, enfrentados al contubernio “Betancourt, Copei, Briceño Linares”; tres días a sangre y fuego, más de 2.000 muertos y más de mil prisioneros. Si el “carupanazo” y el “porteñazo”, hubiesen tenido simultaneidad, tal vez el destino de Venezuela hubiera sido otro; pero eso son solo elucubraciones.