El resultado electoral del pasado 6 de diciembre constituye una dura sanción contra la política que ha desarrollado el gobierno bolivariano a lo largo de los últimos 2 años, y muy especialmente en materia de política económica. La severa derrota sufrida por las fuerzas de la Revolución en las elecciones legislativas tiene su origen en los estragos causados por la profunda crisis económica que vive el país, a la vez que en la inconformidad con la estrategia (o la ausencia de ella) que utilizó el liderazgo de la Revolución para hacerle frente.
Por supuesto que hay otros factores, como la inseguridad o la corrupción en el Estado, que afectan políticamente al chavismo. Pero estos son factores conexos cuyo impacto negativo ha sido potenciado por el problema central de la crisis económica y la incapacidad percibida del gobierno para mitigarla.
No insistiré en lo que pienso de la ausencia de estrategia económica, porque ya lo he escrito en repetidas ocasiones. Me conformaré, confesando que esto no me procura absolutamente ningún placer, con citar un texto del 16 de junio de 2014 (hace un año y medio), que fue ampliamente difundido y me atrajo duras críticas tanto del liderazgo de la Revolución como de un sector de la izquierda del chavismo. Ese texto, redactado 9 meses después de mi salida del gobierno en octubre de 2013 (hace más de 2 años), me valió incluso ser "despedido" públicamente de una función ad honorem de Comisionado Presidencial que ya no estaba ejerciendo. Y decía, entre otras cosas, esto:
"Hoy, el fantasma de la regresión social nos acecha, y es imperativo exorcizarlo. Y lo peor es que no nos acecha porque el gobierno bolivariano haya renunciado a sus políticas sociales, que siguen plenamente vigentes. Paradójicamente, son los grandes desequilibrios macroeconómicos los que conspiran contra los esfuerzos sociales que hace el gobierno revolucionario, haciéndolo destruir con la mano derecha, por así decirlo, lo que va construyendo con la mano izquierda.
Y a eso me refiero cuando hablo de actuar con pragmatismo, porque no se trata de cambiar grandes orientaciones políticas, sino de tomar las acciones coyunturales apropiadas para alcanzar efectivamente los objetivos planteados políticamente.
La Revolución debe buscar por todos los medios generar estabilidad, y tiene que conseguir la ruta más directa para lograrlo, porque el tiempo conspira contra ella. Los desórdenes macroeconómicos a los cuales está sometida la sociedad venezolana tienen efectos rápidos y considerables en las condiciones de vida de los venezolanos. Hacer las cosas más o menos bien, en cantidad insuficiente o un mes tarde, tiene efectos muy importantes. El mejor ejemplo de ello es la inflación, cuyos estragos es imposible desandar. Por más inspecciones y ofensivas económicas que lancemos, si el resultado a fin de mes es 5% de inflación, el pueblo y el gobierno somos quienes perdemos. Porque el pase de factura es inmediato, y porque recuperar nivel de vida es mucho más lento y laborioso que perderlo. En cuestión de meses podemos perder lo que hemos construido en años, y que nos tomará años recuperar una vez que logremos invertir la tendencia. Y se trata exactamente de eso. De invertir la tendencia y rápido."
La tendencia, lejos de invertirse, se acentuó, y la sanción política llegó el 6 de diciembre de 2015.
Esta sanción es, a la vez, colectiva y personalizada para el liderazgo político de la Revolución. Porque la derrota fue amplia y de dimensión nacional, pero también porque la mayoría de los líderes políticos perdieron personalmente la porción de elección que les correspondía. Por tomar el ejemplo más notorio, el Vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, perdió el voto lista en el estado Monagas contra un ilustre desconocido, y sólo debe su curul en la Asamblea Nacional a las bondades del método D’Hondt de repartición proporcional. Otros, demasiado numerosos para nombrarlos uno por uno, perdieron la elección en sus circuitos y no formarán parte del nuevo Poder Legislativo, siendo el caso de Elías Jaua una honrosa y notable excepción.
Esta derrota política tiene causas y responsables precisos. Asumirla, debe ir más allá de lo obvio, que consiste en reconocer públicamente los resultados, aceptando como consecuencia que el liderazgo político de la Revolución ha quedado colectivamente deslegitimado.
Con una excepción notable, tal vez paradójicamente, que es la del Presidente de la República. Porque el Presidente Maduro, independientemente de este resultado en el cual tiene una innegable responsabilidad, es depositario de un mandato constitucional de Jefe de Estado recibido en abril del 2013, siendo además el representante político del chavismo en el poder constituido. Y lo que se abre a partir de ahora es fundamentalmente una prueba de fuego para las instituciones de la Quinta República, para la Constitución de 1999, que representa la piedra angular del proyecto Bolivariano inaugurado por el Comandante Hugo Chávez. El Presidente de la República debe tener conciencia del delicado papel que le corresponde jugar en esta hora difícil para proteger lo fundamental. Si el capital político para emprender una acción de gobierno de avanzada ya fue lamentablemente dilapidado, ahora toca preservar los cimientos de la Revolución: el Estado social de Derecho y de Justicia consagrado por la Constitución.
Porque innegablemente la mayoría política cambió de bando, y es nuestra obligación de demócratas aceptarlo. Pero nuestros adversarios deben tener muy claro que la mayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional es simplemente el resultado mecánico de nuestro modo de escrutinio (que no tiene nada de anormal, y es similar al que existe en países tan distintos al nuestro como el Reino Unido) y no una fotografía fiel de la opinión pública nacional que sigue siendo polarizada, aunque ahora con ventaja para ellos. Y cada vez que pretendan olvidarlo será nuestra obligación recordárselos con fuerza, como también corresponderá recordarles que sus iniciativas políticas tienen un solo límite, y es el marco político e institucional fijado por nuestra Constitución. Para decirlo clara y tajantemente, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela prohíbe cualquier intento de restauración neoliberal, y eso lo defenderemos con toda nuestra energía, porque en esa defensa no cabe duda de que seremos mayoría.
Pero para librar esa dura batalla es fundamental que el Presidente de la República entienda claramente su rol. Para mi, que como muchos otros considero que sus esfuerzos por emular el estilo del Comandante Chávez no le han favorecido, resulta fundamental que sí trate de imitarlo en esa capacidad que tenía Chávez de asumir con gravedad su dimensión de Hombre de Estado cuando las circunstancias lo requerían. Es crucial que el Presidente se tome el tiempo, sopese lo que va a decir o hacer, transmita determinación, pero con serenidad y templanza. Estar en contacto con el pueblo no implica necesariamente que se tenga que poner a arengar desprolija e improvisadamente a un grupo de militantes, ni que parezca que asiste a una tertulia amenizada por un simpático trovador, 48 horas después de un revés político que nos ha sumido a todos en estado de conmoción.
Hacia adentro, es hora de que escuche mucho más, y mida cuidadosamente sus palabras. Que someta a severo escrutinio su tesis sobre la "Guerra Económica", no porque no haya quien nos quiera destruir económicamente, sino porque la política del gobierno para mitigarla fue ineficiente, e incluso amplificó sus efectos devastadores. Que entienda que debe favorecer la reconstrucción del liderazgo colectivo del chavismo, pero que en ese liderazgo nadie, aparte de él por su condición de Presidente, tiene un puesto reservado.
Y que asuma con gravedad su papel de Jefe de Estado, guardián de los cimientos fundamentales de la Revolución que residen en nuestro bloque constitucional. Pero con altura, no volando a ras de piso como un Henry Ramos Allup.
En esas condiciones, lo acompañaremos para hacer frente juntos a la tormenta, inevitable, que se nos viene. En esas condiciones, podremos reconciliar a nuestra dirección con la mayoría social que seguimos siendo los chavistas, y volveremos a ser la mayoría política que necesita la Patria.