Vientos de la sabana

Una cultura productiva

Desde hace más de tres décadas los grandes conglomerados han ensayado sobre la producción urbana por dos grandes razones de una importancia social. La primera ha sido la explosión demográfica en esas importantes ciudades y la segunda la comprobación científica del daño de la industria transgénica de producción alimenticia que ha venido afectando la salud de gran parte de la población mundial.

Esta segunda nos debe llamar la atención por el impacto negativo que ha tenido el auge de estos alimentos nocivos al organismo humano, ya comprobado científicamente y donde han existido cientos de demandas y miles de protestas a nivel mundial contra la industria Monsantos, la principal productora de transgénicos en Europa, Estados Unidos y otros países. Durante años Monsantos se encargó de negar archivos acerca de la cómo se transgredía químicamente el proceso evolutivo desde la semilla hasta el producto final de alimentos para poder extraer mayores beneficios particulares en detrimento de la bilogía misma y de la salud de los millones de consumidores que veían ante sus ojos provocativas verduras y animales de consumo masivo como el pollo y el cerdo. Toda una trampa del capitalismo. Toda una desesperación de políticas globales del neoliberalismo por asirse de grandes ganancias en detrimento de la población mundial.

Diferentes tipos de cáncer, mutaciones genéticas que afectan generaciones, debilidad del óptimo beneficio alimenticio son los principales problemas encontrados en el consumo masivo de los alimentos transgénicos que vino a destruir a millones de familias en los llamados países del primero orden ante la mirada complaciente y cómplice de la industria del entreteni8miento y los grandes consorcios mundiales de la comunicación que son aliados comerciales de estas mismas industrias nocivas de alimentos.

La otra razón de producción urbana o particular es el auge descomunal de la población en las últimas décadas y junto a este auge humano, el crecimiento de los cordones de exclusión social y económica de las mayorías en los sistemas capitalistas donde cada día menores grupos dominan la mayor parte de las riquezas mundiales. Esto ha permitido que las familias, obligadas a sobrevivir, logren la producción de algunas verduras y plantas aromáticas en huertos hogareños para satisfacer sus necesidades.

En el caso Venezuela, donde la mayoría de su territorio es rural, casas con grandes patios y jardines, antes de la concentración demográfica con la explotación petrolera a mediados del siglo pasado, Venezuela asumía una cultura de producción admirable no sólo en los campos sino en los hogares de los campos, en los hogares de las mayorías de los estados del país. Aún podemos recordar nuestras casas de infancia y los más jóvenes a las abuelas cultivando en alguna arista del patio familiar.

Es por ello que ante esta guerra económica sin cuartel que la derecha venezolana obliga a un malestar a las familias venezolanas, todos estamos llamados a combatirla. Todos estamos llamados a luchar por para derrotar en todas las áreas los intentos malsanos de una derecha apátrida que se resiste a entender que el pueblo de Venezuela decidió desde ese 04 de febrero a escribir su propio destino de dignidad y libertario. Es por ello que estamos cada quien desde sus propias posibilidades a sumarse a esa cultura productiva de amor a la misma naturaleza y reinsertarnos en esa cultura de producir en nuestros hogares, aunque sea algunas verduras u hortalizas que durante años fue una costumbre familiar y que producto de la vorágine capitalista desapareció para avivar una nube consumista fantasiosa y dañina para los pueblos del mundo.



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Geovanni Peña

Diputado a la Asamblea Nacional. Militante del PSUV.

 santanajerez@hotmail.com

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