Avanza por el nocturno mar inamistoso el navío insumergible. "¡Iceberg!" grita el pasajero criticón que tiene helada la nariz de tanto escrutar horizontes. "¿Dónde?", grita el capitán. "¡A proa, rumbo de colisión!" grita el vigía. "¿Órdenes?" exige el timonel. "Hay que cambiar el rumbo 90 grados a estribor y poner las máquinas en retroceso", comenta el pasajero criticón. "Cambiemos a los oficiales de popa para proa, y a los de proa para popa". Tras larga deliberación, el Consejo de Oficiales concluye que en efecto hay iceberg a proa y se debe cambiar el rumbo de colisión. "Convoquemos asambleas de pasajeros para unirlos a la deliberación" señala el capitán. "¿Órdenes?" llora el timonel. "Que las asambleas de pasajeros nombren comisiones para examinar el asunto". "¿Órdenes?" se desgañita el timonel. "Convoquemos foros, asambleas y conversatorios para que las comisiones expongan la situación". "Alguien se robó los engranajes del timón y de la marcha en reversa, hay que registrar los camarotes y hacer que los devuelvan", refunfuña el pasajero criticón. "¿Órdenes?" ulula el timonel. "Que no se divulguen los nombres de los ladrones, no vaya a ser que se traumaticen", recomienda el capitán. "Los ladrones ya tomaron los botes, y revenden en mercado negro los salvavidas", informa el pasajero criticón. "¡Órdenes!" aúlla el timonel. "Convoquemos la orquesta para que interprete melodías conmovedoras". Pero ya la montaña de hielo irrumpe por babor desparramando témpanos por las cubiertas. "¿Órdenes? ¿Órdenes? ¿Órdenes?" enronquece el timonel, mientras aguas heladas escalan hasta sus rodillas, su pecho, su coronilla.
Pativilca
Nunca ha estado en peor berenjenal el Libertador. Enfermo de tabardillo, exhausto, con ejército famélico y desnudo, Colombia le niega auxilios para la Campaña del Perú; el traidor Riva Agüero va a unirse con los realistas y la Santa Alianza Europea desatará todo su poder contra la Independencia de América. ¿Qué piensa usted hacer? le pregunta Joaquín Mosquera.
Adivinen.