Pedagogía social

La historia vuelve a repetirse


I. Releo en estos días al renombrado ensayista y antropólogo
venezolano Rodolfo Quintero en su conocida obra “Antropología del
petróleo” en la novísima edición de 2014 publicada por el Banco
Central de Venezuela. En uno de sus pasajes, afirma Quintero que al
pueblo llano costó caro el triunfo en la guerra de independencia para
conquistar el derecho político de constituir una nación. En el curso
de la misma se deterioran las fuerzas productivas, se desorganiza la
actividad económica y se pierde gran cantidad de recursos humanos.
Formalmente la victoria significa la liquidación del régimen colonial,
el final del dominio de monopolios, la eliminación de prohibiciones,
restricciones y reglamentaciones que obstruyen el progreso; la
abolición del trabajo obligatorio de los indios en favor del Estado,
la iglesia y particulares; la libertad de los esclavos. En fin, un
conjunto de acontecimientos favorables para la creación de relaciones
sociales de producción capitalista. La Guerra de Independencia es la
expresión de una lucha de clases.

II. ¿Qué ha cambiado desde aquellos años pos independentista? La
guerra arruinó numerosos pequeños productores, sus medios de
producción se acumulan en las manos de grandes terratenientes,
comerciantes y usureros que igualmente obtienen la materia prima, y se
convierten en dueños de manufacturas donde maestros, oficiales,
aprendices y campesinos empobrecidos trabajan por un salario. El nuevo
modo de producción, basado en la técnica manual y la división del
trabajo, constituye un avance. La empresa manufacturera anuncia la
fábrica moderna.


III. La independencia frente a España no resuelve el problema de
nuestra organización nacional; éste se hace difícil y complejo por la
inmadurez de una base socioeconómica, indispensable para consolidar la
unidad de la nación, por la falta de acumulación de capitales, el
atraso técnico y la falta de comunicaciones interregionales que
favorezcan la integración en un todo sólidamente constituido. La
nación no puede ser formada por decreto, mediante fórmulas jurídicas
sin contenido social, sino por el desarrollo cuantitativo y
cualitativo de las fuerzas productivas.

IV. Quintero, en una investigación que ilustra de manera fehaciente el
drama socio económico de Venezuela, grafica cómo de forma violenta la
economía atrasada, heredada de la Colonia, se incorpora al mercado
mundial; la importación de mercancías europeas arruina la industria
doméstica y, al mismo tiempo, conecta nuestra producción primaria con
la producción industrial del Viejo Mundo, de Inglaterra y Alemania
principalmente. La colonización no sucede como un proceso normal de
cambio; es una transformación sui géneris de adaptación de formas
capitalistas dentro de un marco general donde el latifundio se
mantiene frente al mercado exterior.

V. En Venezuela, exportadora de materias primas, la base de la
estructura económica y social continúa siendo la gran propiedad de la
tierra. En la división del trabajo impuesta por los nuevos
conquistadores, corresponde a nuestro país funcionar como economía
monoproductora y monoexportadora. Esto lo obliga a cambiar su
principal producto de exportación y crea serios problemas: el hambre
de las masas rurales es el de mayor gravedad, así como el monocultivo
lo encadena al mercado exterior en forma tal que cualquier baja de
precios repercute de inmediato, negativamente, en su dinámica.

VI. Con la extensión y consolidación del capital industrial en Europa
se agudizaron en Venezuela los efectos de la segunda conquista:
aumenta el interés por nuestros recursos naturales. Masas de
inmigrantes invaden el país en busca de trabajo y ganancias. Operan
capitalistas ingleses, alemanes, franceses, holandeses, preocupados
por arriesgar poco y hacer buenos negocios. El complejo cultural cuya
base es la ganadería y la agricultura es sustituido por la cultura de
europeización: su rasgo principal es la tendencia a relevar lo
tradicional con lo europeo, “traer Europa a nuestro país” para
progresar. Considerar que vivimos en un ambiente inferior y superarlo,
lo criollo es lo bárbaro. Manejar esta concepción y convencer que
civilizarse “es salir de América para entrar en Europa”.

VII. En estos nuevos tiempos, la historia “vuelve a repetirse”. El
descubrimiento del Zumaque en Mene Grande en 1914, y El Barroso en
1922 en el campo La Rosa de Cabimas, atrajo a los rubios
estadounidenses a las orillas del lago de Maracaibo, primero, y a las
feraces tierras del oriente venezolano, pocos años después. Los
campesinos que habían vuelto poco a poco a asentarse en sus conucos, o
como peones de los “tierracogientes” que al amparo y en complicidad
con presidentes depredadores del erario público trataban de buscar
algo de tranquilidad después de la vorágine caudillesca de los últimos
treinta años del siglo XIX, vieron la oportunidad de librarse de la
malaria, de la fiebre amarilla, de la anquilostomiasis, viniéndose a
los campos petroleros en busca de oportunidades mejores, y a las
renacientes ciudades que, como Caracas, Maracaibo, Valencia,
Barquisimeto, Maracay, les eran atractivas por sus crecientes
servicios públicos.

VIII. Hoy, cien años después, víctimas de la alienación de la
comunicación, de la información manipulada con su artillería de
noticias que todo lo tergiversan, de un feroz ataque que ha minado la
economía, la paz social, la equidistribución del ingreso, vuelto
añicos el ingreso real de los trabajadores, los niveles de bienestar
alcanzados entre 2004 y 2012, y por supuesto la credulidad y esperanza
de muchos de nuestros jóvenes universitarios recién graduados, en una
Venezuela azotada, asediada, aterrorizada por la godarria fascitoide
cobijada en Primero Justicia y Voluntad Popular, protegida y
financiada por el empresariado parásito, por la derecha violenta y
radical, por la corruptela escondida en el paraíso de los corruptos
que es Miami, nuestros jóvenes, repito, emigran en busca de El Dorado
bajo el “cobijo del Tío Sam”. Allá irán, con sus títulos bajo el brazo
a lavar platos y carros, a cuidar bebés y ancianitas, a sufrir el
desprecio racista de los gringos y a disimular sus frustraciones con
la frase: “estamos en los Uniste Estatus”.


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César Eulogio Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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